Fernando Chárleston Hernández. Tampoco cuajó. Renunció antes de tiempo, cuando era secretario de Finanzas y Planeación.

Alberto Silva Ramos. No cuajó. La encuesta lo estrelló.

Érick Lagos Hernández. No cuajó. La encuesta lo hundió en el sótano de la tendencia histórica.

Jorge Carvallo Delfí­n. Tampoco cuajó. Nunca pudo levantar.

Adolfo Mota. Tampoco cuajó. Quedó atorado en la encuesta.

Gerardo Buganza Salmerón. Su candidatura independiente del señor Javier Duarte nació muerta. Bueno, en estado agónico, enferma, sin posibilidad.

Renato Tronco Gómez. El otro candidato ciudadano del señor Duarte, una vacilada.

Alejandro Montano Guzmán. Por más que ha levantado la mano para pedir que lo encarten, nadie le cree. Una vacilada.

Jorge Uscanga Escobar. Ex de todo, menos de gobernador, levantó la mano para que ni lo encarten ni lo descarten, y por tanto, lo consideren. Pero, bueno, todo mundo tiene derecho a soñar. Sueñen, clamó el Papa Francisco a los jóvenes del mundo desde Cuba. También les dijo: No se arruguen. Y Jorge Uscanga sueña y para nada se arruga. Pero desfasado en el tiempo.

Tomás Ruiz González. Su precandidatura fue debut y despedida, no obstante los 250 anuncios espectaculares instalados con cargo al erario.

Los primeros seis polí­ticos duartistas querí­an la candidatura priista. Nunca pudieron crecer. Tache, pues.

FORTALEZAS DE “EL BRONCO”

Los dos siguientes (Buganza y Tronco) soñando con ”˜”™El bronco”™”™ con la candidatura independiente.

Pero atrás de Jaime Rodrí­guez Calderón, el góber de Nuevo León, se concitaron varias cositas para su triunfo broncudo y bragada en las urnas:

Una, 33 años de priismo que le permitió conocer el aparato gubernamental por dentro y por fuera.

Dos, sus ligas empresariales en Nuevo León que lo apoyaron con todo.

Tres, su alianza con el periódico ”˜”™El Norte”™”™, padre del diario ”˜”™Reforma”™”™, el más poderoso en el norte del paí­s.

Cuatro, el trabajo estratégico y tenaz de las redes sociales.

Cinco, el mal gobierno del priista Rodrigo Medina, cuya fama pública es su enriquecimiento ilí­cito tanto de él, su familia, su padre y su gabinete legal y ampliado.

Seis, el asesinato de uno de sus hijos por los malandros que lo ubicó del lado de la llamada sociedad contestataria.

Siete, su deslinde del PRI y su trabajo polí­tico en la oposición.

Y ocho, entre otros, su alianza con la iglesia de la teologí­a de la liberación, entre ellas, con José Alejandro Solalinde Guerra, quien con el obispo Rodrigo Vera, predican el gobierno del pueblo.

Y, en contraparte, en Veracruz, Gerardo Buganza Salmerón ni tampoco Renato Tronco Gómez tienen hoy un perfil paralelo a ”˜”™El bronco”™”™.

Por tanto, están fritos.

Es más, ni cosquillas harán al candidato panista a la gubernatura y en el lado priista, sea quien sea el candidato entre los senadores Pepe Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, ni en sombra se convertirán.

Vaya, si de a candidatos ciudadanos vamos, la auto/nominación del experredista Elí­as Miguel Moreno Brizuela, ex diputado federal que derrotó al PRI en San Andrés Tuxtla 450 años antes de Cristo, como el candidato de una cosita llamada “Movimiento de los Encabronados” se antoja otra vacilada surgida al calor de las copas bajo una enramada de cara al Golfo de México, que también bordea Los Tuxtlas.

HARTAZGO POR LA PARTIDOCRACIA; PERO VERACRUZ, SIN UN LíDER

Según el intelectual Jorge Castañeda Gutman, ex candidato presidencial, “existe un hartazgo con la partidocracia y la ciudadaní­a busca personas con menos compromisos y más libertad”.

Si tal premisa es cierta, Gerardo Buganza, digamos, el más cuajado de los aspirantes, renunció al PAN emberrinchado luego de que el partido lo ungió senador y diputado federal pluri en todas las ocasiones y le dio una vez la candidatura a gobernador y a la segunda, cuando se la negaron, se fue.

Entonces, se cobijó en el duartismo donde fue beatificado como secretario General de Gobierno en un par de ocasiones y secretario de Infraestructura y Obra Pública, que para tal hasta reformaron la Constitución Polí­tica local.

Tal cual, y no obstante que todos los dí­as confiesa, comulga y escucha misa, su pasado polí­tico lo condena y, lo peor, constriñe y estrangula su libertad, además que nadie lo cree un polí­tico anti-sistema si del sistema polí­tico y partidista ha sido parte.

En tanto, Renato Tronco es un loquito que así­ ha deseado proyectarse, además de enfrentar el asesinato de un regidor cuando fue alcalde en Las Choapas.

La partidocracia, se afirma, ha entrado en crisis. Y “los grandes partidos polí­ticos sufrieron un debilitamiento general” (El Paí­s, Jan Martí­nez, 6 de octubre).

Cierto, cierto, cierto; pero para volverse un candidato independiente necesitan tener y demostrar un gran liderazgo social y popular, naturalito, para levantar expectativas.

Y al momento, por ejemplo, ni Buganza ni Renato Tronco han demostrado capacidad de convocatoria para reunir a 200, 300 personas en un mitin que en un dos por tres y lograr lo de Juan Carlos Molina Palacios, por ejemplo, como candidato a presidente de la Liga de Comunidades Agrarias que juntó hasta 20 mil personas en la toma de posesión.

“El bronco”, por ejemplo, aglutinó “el desencanto ciudadano” en Nuevo León y alarmó “al desfalleciente sistema de partidos”.
Por eso, mucho se duda que, por ejemplo, incluso, que el panista Miguel íngel Yunes Linares aglutinara tal hartazgo social, pues su pasado polí­tico como priista en el chirinismo, lleno de represión, exclusión y venganza, lo condena.

NI HÉCTOR NI PEPE LA HARíAN DE INDEPENDIENTES

Más todaví­a: con todo y que los senadores priistas, Pepe Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa van como punteros en la encuesta, otra cosita serí­a que, de pronto, y ante un dedazo, por ejemplo, de Los Pinos con otro candidato desertaran del tricolor y se fueran como candidatos independientes, pues tampoco levantarí­an, pues de por medio quedarí­a la percepción de un berrinche mesiánico.

Jorge Castañeda lo dice así­:

“Se necesita una candidatura independiente… única, porque se debe jugar a ganar, no a figurar”, refiriéndose a la silla presidencial de Los Pinos.

Pero con todo, aplica a Veracruz, donde solo un candidato independiente con arraigo ciudadano, conocido y respetado de norte a sur y de este a oeste de Veracruz, con liderazgo popular fuera de duda, con trayectoria social, darí­a veinte y las malas al partido tricolor, el enemigo a vencer.

Incluso, si de pronto un milagro cuajara una alianza electoral entre PAN, PRD, Movimiento Ciudadano, MORENA, PES, el AVE, asociaciones polí­ticas y hasta ONG con un candidato fuerte, entonces, adiós PRI a la gubernatura de Veracruz.