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Viernes 02 octubre, 2015

El cuarto de guerra

--El “cuarto de guerra” le está fallando a Javier Duarte ”“dijo el mesero al sociólogo Jorge Ventura, luego de mirar los titulares de algunos periódicos de la ciudad de México, donde los estragos del filme cinematográfico “La caña de pescar” fueron publicados en portada a 8 columnas.

Luis Velázquez

Vivillo y pí­caro, el mesero sacó su celular y mostró al sociólogo los titulares quien por andar impartiendo cursitos habí­a dejado de leer el periódico el miércoles 30 de septiembre,

En el diario Reforma, por ejemplo, decí­a:

“Pide PAN revisar cuentas e intervenir Veracruz”.

En La Jornada nacional eran más duros, utilizando, incluso, verbo apocalí­ptico. Decí­a:

“Escamotea Duarte más de $2 mil millones a la UV. Vive la universidad complicada situación financiera revela la rectora”.

Cierto, le dijo el sociólogo, tienes razón. El Jefe Máximo del Priismo está perdiendo el control. Y ejemplificó, en su vocación magisterial de exponer el tendedero en el pizarrón de clases:

La inseguridad está fuera de control. La deuda pública, fuera de control. Las pasiones polí­ticas por la sucesión, fuera de control. La oposición, fuera de control. Los senadores priistas, fuera de control. Y todaví­a, de ñapa, parte de la prensa nacional, fuera de control.

Cierto, repitió el sociólogo estrenando la palabrita de “cierto” que tanto le gustaba repetir, digamos, como para ganar tiempo. Pero al mismo tiempo, mostró en su celular una foto donde el señor Javier Duarte y la rectora de la UV, Sara Ladrón, posan en el edificio de las Lomas del Estadio, firmando la pipa de la paz, jurándose amor eterno.

--Sí­, dijo el mesero con liviandad, pero “palo dado ni Dios lo quita”. Y el madrazo ya está dado.

El pobre sociólogo deseó, entonces, para legitimarse ganar una al mesero. Pero como el mesero todos los dí­as se toma un caldito de pescado en La Parroquia 207 años ha ganado demasiado fósforo bitacal en sus neuronas y la chispa que lo acompaña rebasa cualquier maestrí­a y doctorado. Además, nadie ganaba a terco al mesero, que por eso está a punto de brincar a capitán, pues ya tiene convencido al capitán íngel Fernández con su conocimiento y dominio de la polí­tica.

GOBERNAR VERACRUZ ES COMO GOBERNAR UNA FAMILIA

“El cuarto de guerra”, dijo el mesero, solo para mostrar el puño al sociólogo, es el centro de operaciones para contrarrestar cualquier movimiento en contra.

Pero también para olfatear los tiempos que vendrán, y más aún, para medir la temperatura social por si por ahí­ brinca una intriga, una conspiración, un complot.

Y, lo mejor, planear contraofensivas para rescatar la imagen del Jefe Máximo del Priismo así­ se haya desbordado el rí­o.

Por eso, el mesero se curó en salud y advirtió que él, como mesero, un oficio que lo hace feliz y le permite tener su pareja y un hijo, ningún interés tiene en la suerte del duartismo, pero, bueno, el fenómeno social le gusta, digamos, como objeto de estudio, de igual manera como por ejemplo contrataron el cerebro de Fidel Herrera en la Universidad de Harvard para estudiar sus neuronas maquiavélicas.

--Además, dijo, quizá contradiciéndose, amo a Veracruz, y lo amo sin amores perros chihuahueños, simple y llanamente, porque aquí­ he sido el hombre más feliz del planeta.

Entonces, el sociólogo recordó la frase del Papa Francisco de que aun cuando sea el Sumo Pontí­fice, él solito en ningún momento puede transformar la iglesia, y por tanto, necesita de todos.

Y por tanto, tampoco el señor Duarte puede, solito, porque ni es mago ni tampoco pescador, llevar a Veracruz a la utopí­a social que otros como Tomás Moro, el héroe de Gerardo Buganza, soñaran en el mundo.

--Tú dirás lo que quieras, le atajó el mesero, pero Duarte es el capitán de la nave, y si el barco se hunde será por su culpa y si el barco llega a su destino final será su logro.

--Acuérdate, insistió el mesero, gobernar Veracruz es como gobernar una familia.

Y el sociólogo quedó atónito, cavilando.

NO TODO SE PUEDE DEJAR AL GÓBER

--Ese no es el tema, dijo el sociólogo Jorge Ventura.

--Entonces ¿cuál?, reviró el mesero, medio molesto.

--El tema es qué hacemos con Duarte, y más tú que eres priista.

El mesero se rascó los pelos hirsutos de la cabeza, tratando de pescar una salida salomónica. Quizá pensó en acabar con los rumores y meter el debate en su lugar.

Acaso sintió que si Duarte habí­a llegado a la oficina de la rectora de la UV por ahí­ andaba la paz. Quizá también pensó que Duarte debí­a buscar a los senadores para la paz. Incluso, hasta tocar la puerta de Manlio Fabio Beltrones para la unidad priista.

Otro desayunito en el rancho San Julián, de Perote. Pero sin reporteros ni fotógrafos ni filtraciones para evitar, digamos, que alguien por ahí­ alardee de la encuesta ganada “basada en la popularidad de las pancartas”, los titulares y el aplausómetro, como alguna vez escribiera, allá por 2011, el mejor cronista del mundo, Paco Ignacio Taibo II.

--Tienes razón, dijo el mesero, no todo se puede dejar al góber. Recemos a Jesús de Nazareth para que lo ilumine en el Veracruz turbulento y revuelto que vivimos y padecemos.

Cierto, cierto, cierto, repitió el sociólogo para oí­rse a sí­ mismo, podéis ir en paz, la homilí­a de “La caña de pescar” ha terminado. Y más con Jesús, cuyos doce apóstoles, todos, fueron escogidos entre pescadores ribereños a orilla del mar.

Todos pescadores. Todos pecadores. Todos buenos para la enagua. Todos borrachines que eran.


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