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Reportajes
Lunes 31 agosto, 2015

Los rostros de Rubén

Sus crí­ticos le llamaban “El fotógrafo guerrillero” por cubrir la información de marchas y actividades de movimientos sociales
Rubén Espinosa ejercí­a un fotoperiodismo con rigor y calidad. El gremio lo respetaba porque, además, era discreto

Un par de manos sostienen la placa de metal en la que se lee: “Plaza Regina Martí­nez”.


Ignacio Carvajal VariopintoEdición No.37 Agosto 2015

  • Con performances en la plaza Regina Martínez recuerdan a Rubén a un mes de su asesinato/Yerania Rolón

Las manos untan cemento blanco sobre el trozo metálico y lo fijan en el concreto en la Plaza Lerdo. Un grupo de reporteros participan en la ceremonia conmemorativa del tercer aniversario luctuoso de la corresponsal de Proceso en la entidad. Son las hábiles manos del fotógrafo Rubén Espinosa Becerril, siempre ávido de tomar la mejor instantánea. La indignación flota en el entorno. Los asistentes al evento conmemorativo se muestran consternados por tantos comunicadores caí­dos en los últimos años.

Esa fue la segunda vez que los periodistas de la entidad colocaban esa placa. La primera se la robaron, cuenta Norma Trujillo, reportera de La Jornada de Veracruz. Todos acordaran montarla después de las elecciones del pasado 7 de junio, pero se la volvieron a robar.

Ese dí­a Espinosa Becerril habló sobre la unión gremial y la defensa de la libertad de expresión. Todos lo escucharon con atención… pero 52 dí­as después fue asesinado junto con otras cuatro mujeres en la Ciudad de México; una de ellas era la activista Nadia Vera. “Nos dieron un golpe terrible, nos sacudieron totalmente con el asesinato de Rubén”, dijo Flavia Morales, encargada de la información en la agencia AvcNoticias, donde Espinosa Becerril, El Fotógrafo Guerrillero, como le decí­an sus crí­ticos, prestaba sus servicios profesionales. El mote se lo ganó por su esmero en cubrir con puntualidad las protestas y las actividades de los movimientos sociales. Cada que se cometí­an abusos contra reporteros o caí­a algún colega, él oprimí­a el obturador para consignar la noticia. Eso lo hací­a sentirse orgulloso.

Espinosa Becerril era uno de los pocos fotoperiodistas convencido de su oficio, cuenta Trujillo. “Con lo de la placa ””agrega””, la situación se hizo más crí­tica. Nos echaban muchas habladas y nos sentí­amos marginados. Nos decí­an protagonistas, que sólo querí­amos fama”. A partir de entonces Rubén comenzó a sentirse perseguido. Veí­a gente afuera de su casa, hombres desconocidos lo seguí­an a todos lados. Siempre le molestó el acoso policí­aco cuando ejercí­a su profesión; se enervaba cuando sabí­a que algún compañero habí­a sido golpeado por los uniformados o por los mismos manifestantes sin que la autoridad metiera orden. Por eso le decí­a El Fotógrafo Guerrillero, pero lejos de molestarse él optó por organizar protestas para exigir respeto a los periodistas.

De acuerdo con la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP), hasta mediados de 2015 se habí­an reportado 15 agresiones directas a comunicadores en Veracruz. En una entrevista, la titular de ese organismo, Namiko Matzumoto Bení­tez, se ufanó por la reducción del 25% de las quejas, aunque admitió el incremento de las denuncias por amenazas de la delincuencia organizada.

Durante la administración de Javier Duarte de Ochoa, han sido asesinados 14 comunicadores. Dos casos, el de Armando Saldaña Sánchez y el de Rubén, se perpetraron fuera del estado. Saldaña, quien siempre trabajó en Veracruz, fue asesinado en Oaxaca. Rubén, oriundo de la Ciudad de México, llevaba ocho años como fotorreportero en el puerto, y semanas atrás decidió regresar a la capital del paí­s por amenazas directas y el acoso que, afirmaba él, vení­a del gobierno de Duarte.

Los exabruptos de Bermúdez y otras cosas

En noviembre de 2013, durante una comparecencia del secretario de Seguridad Pública (SSP), Arturo Bermúdez Zurita, un grupo de periodistas irrumpió en el Congreso local para expresar el repudio al acoso policí­aco contra el gremio. Algunos acusaron al funcionario de bloquear el trabajo de la prensa y agredir, amenazar y decomisar equipos a los fotógrafos. Llevaban el rostro cubierto y pancartas con leyendas en las que exigí­an garantí­as para todos los comunicadores en el estado, uno de los más afectados por la violencia generada por las pugnas entre el cártel del Golfo, Los Zetas y el cártel de Jalisco Nueva Generación. “Pinches medios”, dijo Bermúdez, sin darse cuenta de que el micrófono estaba conectado; aunque notó su error, nunca se disculpó.

Esa vez Rubén estaba en primera fila y habló duro contra los operativos de la SSP. Su mayor preocupación, dijo, era el acoso policí­aco en las calles durante las manifestaciones de grupos sociales. Muchas veces habí­a denunciado la presencia de “orejas” en los foros organizados por los periodistas en Xalapa. Ellos daban seguimiento a las actividades de la prensa y pasaban su reporte al gobierno de Duarte. Por eso Rubén siempre estuvo en la mira.

“Rubén nunca le tuvo coraje a los ”˜orejas”™ ni a los reporteros que asumí­an esa función (pasar información al gobierno). En una ocasión incluso defendió a uno de ellos cuando los inconformes le lanzaron piedras y golpes. Rubén les dijo que no aceptaba la violencia contra nadie.

“Cuando le preguntabas por qué hací­a eso, él decí­a que la violencia no resolví­a nada. Además, de alguna manera eran compañeros”, comenta un colega cercano a Rubén.

Llegó del Distrito Federal en 2009, contratado por el portal informativo elgolfo.info. Poco después lo despidieron por hacer mal uso de un vehí­culo de la empresa. Rubén se regresó al Distrito. Pero volvió a la entidad para la campaña de Duarte de Ochoa. Duró poco en ese trabajo y decidió mudarse a la capital jarocha. Ahí­ encontró empleo como fotógrafo de la alcaldesa prií­sta Elizabeth Morales, cuya administración terminó en medio de escándalos financieros y sexuales. Su trabajo consistí­a en hacerle buenas fotos a la edila, pero se molestaba porque Rubén asistí­a con frecuencia a las marchas. Finalmente, cierto dí­a, cuando Morales abrió las ventanas de su oficina, vio a su fotógrafo encabezando una protesta de universitarios; en ese momento lo despidió. “Rubén se puso contento. Recibió su lana, se compró una cámara y se la pasó bien un rato”, relata uno de sus compañeros.

Tiempo después sucedió uno de los eventos más significativos de su carrera. Rubén tomó una foto a Duarte durante un evento en la academia de policí­a de Lencero. La revista Proceso la puso como portada en su edición 1946. Muy temprano el dí­a de su publicación, un ejército de personas ””mayormente jóvenes”” compraron todas y cada una de las revistas. Los ejemplares fueron “levantados” de los estanquillos para evitar que los lectores se enteraran de que en esas páginas vení­an tres reportajes crí­ticos a la administración estatal.

Protocolos de seguridad

De tantos golpes que observó en las protestas callejeras, a Rubén se le metió la idea de la protección. Años atrás habí­a tomado un curso de autoprotección con la organización Artí­culo 19. Compartió sus conocimientos con las nuevas generaciones, pese a la burla de los veteranos. Una vez incluso llegó a una protesta con un casco para protegerse de las pedradas y palazos. En otro taller, respaldó la iniciativa de varios fotoperiodistas jóvenes de prepararse para la cobertura de escenarios donde la violencia derivara en fuego, incluso tramitó un permiso ante Protección Civil de Xalapa.

“Como fotógrafo era bueno. Buscaba mucho tener una buena composición. Nunca era egoí­sta con lo que sabí­a”, define su colega Aarón Gaona, pero como profesional, caminaba entre el cuidado y el sigilo. De hecho, él siempre se reportaba con sus amigos cercanos para darles su ubicación y les decí­a que debí­an cuidarse. Por eso, cuando dejó de dar señales y de contestar su teléfono, sus amigos encendieron las alertas. Algo estaba pasando. Luego supieron que habí­a sido asesinado junto con otras cuatro personas.

Del total de comunicadores asesinados en Veracruz en los últimos años, más del 80% cubrí­an información policí­aca y de seguridad; eran los más vulnerables, pues los grupos delincuenciales los amenazaban con frecuencia para evitar la cobertura de hechos particulares.

Óscar Martí­nez, director de Foto en AvcNoticias y exjefe de Rubén, comenta: “Nosotros quitamos la sección policiaca de la agencia, no era una prioridad por lo mismo que pasó con otros”. Rubén nunca estuvo en ninguna balacera o escena del crimen, pues valoraba su seguridad. Norma Trujillo reflexiona: “Eso nos pone a pensar en qué se va poder cubrir ahora. No estamos seguros evitando la información de seguridad; también incomodan a las autoridades las coberturas de grupos sociales. Eso está visto por el acoso a Rubén”.

¿Quién era Rubén Espinosa?

Viví­a en una modesta vecindad de la avenida José Azueta ””La Comuna, le dice la gente””. Pagaba 2 mil 700 pesos de renta al mes. En los alrededores hay árboles, calles ruidosas y viviendas tradicionales con ese aire conservador tí­pico de Xalapa. Al abrir su puerta, lo primero que se observa es la foto de un payaso retratado por Rubén. Está en una pared. El personaje despide destellos de alegrí­a y melancolí­a, y lo acompañan como decoración artesaní­as, instrumentos musicales, una flauta andina y una quijada de burro como las usadas por los soneros para el fandango.

En el departamento, húmedo y apretado, se observan libros sobre fotografí­a, periodismo y fotorreportajes, así­ como revistas nacionales y manuales de autoprotección, el tema que obsesionó a Rubén en las últimas semanas.

Sumando sus ingresos en AvcNoticias, Cuartoscuro y Proceso, Rubén juntaba unos 6 mil 500 pesos. De acuerdo con el diagnóstico sobre las condiciones laborales de los periodistas de Xalapa, difundido este año por la CEAPP, el salario promedio de los reporteros y fotógrafos en la capital del estado ronda los 4 mil 782 pesos. El mismo documento indica que un chofer, un almacenista o un albañil ganan 6 mil 120 pesos.


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