Según lo que alguien filtró a Reforma, al fotoperiodista Rubén Espinosa lo mataron porque se fue de fiesta con sus “alegres” amigas. ¿Debemos creerlo?

La pachanga se celebró en un departamento de la Colonia Narvarte, según “testimonios de vecinos y las indagatorias realizadas hasta el momento”.

O sea, al fotoperiodista lo habí­an amenazado, pero eso nada que ver, de acuerdo a “las indagatorias”.

Ni la burla perdonan.

En la fiesta participaron tres mujeres y cinco hombres. Hubo música de banda y salsa. Faltó un amiga, Esbeidy. Como no conocí­a a los invitados, se abstuvo de asistir.

Detalles sobran:

“Una de las residentes salió a la calle con un hombre moreno, de aproximadamente 1.85 metros y con rastas. Abrieron la cajuela de un Mustang negro, sacaron algo y regresaron al domicilio”.

“Una mujer de aproximadamente 1.60 metros de altura, con rayos en el cabello y acento colombiano, hablaba por celular recargada en el Mustang”.

O sea, clarí­simo que nada que ver con el trabajo del fotoperiodista.

Todas las victimas tení­an el tiro de gracia, como en las ejecuciones de la mafia.

Eso le filtraron a Reforma, un diario bastante serio que no creo tenga ningún interés en criminalizar a las ví­ctimas. Sí­ las criminaliza, pero sin querer queriendo, solo por ganas de tener “la nota”.

Otros medios y periodistas son mucho menos finos en estos casos, como Ricardo Alemán, de El Universal.

Según Alemán existen tres lí­neas de investigación:

1.- “La primera señala que Rubén Espinosa habrí­a estado en el lugar y el momento equivocados”. El fotoperiodista estaba ahí­ por razones sentimentales. Es decir, otro que pierde por enamorado, no por periodista.

2.- “La segunda hipótesis plantea la presunta participación en actividad de drogas y que el crimen habrí­a sido producto de un ajuste de cuentas. La teorí­a surge de testimonios y por la mecánica del crimen; el tiro de gracia, el uso de pistolas con silenciador, la tortura y la mordaza”. O sea, el fotoperiodista andaba metido con narcos.

3.- “La violencia se habrí­a centrado en el fotoperiodista y en Yesenia Quiroz Alfaro, de nacionalidad colombiana… No se descartan nexos con una banda de criminales colombianos detenida en el DF y que encabezaba Alexcey Veru Vázquez, presunto jefe del crimen organizado de ese paí­s”. Carajo, el fotoperiodista no andaba con narcos del montón, sino con la élite, la de Colombia.

El diario La Razón en su nota principalí­sima dice que las ví­ctimas conocí­an a sus homicidas, ya que todos estaban en la fiesta, y que además del asesinato se indaga el robo del Mustang ”“que usaba la colombiana”“, las carteras y algunas alhajas.

Y por si no fuera bastante burla con todo lo anterior, en el periódico 24 Horas hemos tenido que soportar la insultante declaración del señor Ricardo Nájera Herrera, titular de la Fiscalí­a Especializada para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE).

Según Nájera, el homicidio de Rubén Manuel Espinosa Becerril no tendrí­a vinculación con la profesión que ejercí­a en Veracruz, el periodismo.

Inaceptable que el señor Nájera hable tan a la ligera: “La verdad, hasta donde yo sé, parece ser que no es por ese lado, todo indica que no va por ahí­ porque hasta ahorita de las investigaciones que lleva la Procuradurí­a General de Justicia del Distrito Federal es que no tiene nada que ver”.

Oiga no, señor fiscal, las investigaciones apenas empiezan, no se adelante usted a sacar conclusiones. Y si va a sacarlas, aporte pruebas. Sea serio, chingao.

Y nomás para que no queden dudas acerca de que al fotoperiodista lo mataron por cualquier cosa menos por su trabajo, la Comisión de Derechos Humanos del DF solicitó una investigación con perspectiva de género.

Está bien que se hable de feminicidio, ya que hubo mujeres asesinadas. Pero ¿y las amenazas que habí­a recibido el fotoperiodista? ¿Esas no las investiga nadie?

Vergí¼enza de indagatoria si no se revisa el trabajo de Rubén Espinosa.