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8 Columnas
Lunes 03 agosto, 2015

Sepultan a Rubén Espinoza en DF


•Gremio reporteril, a la espera de Procuradurí­a

Pablo de Llano/El Paí­s

  • Adiós a Rubén Espinosa

Rubén Espinosa, el fotoperiodista de 31 años asesinado el viernes junto a cuatro mujeres en un apartamento de México DF, ha sido enterrado este lunes en un cementerio de la capital. "Para nuestra familia es un gran orgullo todo lo que hizo", dijo su hermana ante la tumba. "Dejamos el cuerpo de Rubén pero su alma está renaciendo. Vamos a buscar justicia", afirmó un amigo. El crimen que ha conmocionado a México e indignado al gremio de los periodistas ha cerrado con este sepelio el primer impacto de dolor y entra en la desgastante fase de reclamar respuestas claras en un paí­s donde es frecuente que los homicidas y las causas se acaben perdiendo en la niebla.

El último organismo que se ha pronunciado sobre el caso ha sido laONU a través de su Oficina para los Derechos Humanos. "Si las investigaciones confirman que este aberrante múltiple homicidio tiene relación con la labor periodí­stica de Espinosa, estarí­amos en presencia de un acto graví­simo contra la libertad de expresión que sin duda causa un efecto inhibitorio en el ejercicio del periodismo en México", afirma el comunicado de Naciones Unidas, que plasma una "firme condena" por lo ocurrido.

La coordinadora mexicana de organizaciones civiles Espacio OSC ha exigido la "máxima responsabilidad" al Mecanismo de Protección de Periodistas creado hace tres años por el Gobierno, al que la ONG Artí­culo 19 acusó este domingo de "no haber movido un dedo" para proteger a Espinosa de los riesgos que habí­a hecho públicos a través de entidades en defensa de la prensa y de entrevistas en medios pocas semanas antes de ser asesinado.

Espacio OSC también subraya que una de las fallecidas junto al reportero, Nadia Vera, de 32 años, también tení­a trayectorí­a de activismo social. Las otras tres ví­ctimas, cuyas identidades aún no han sido difundida por las autoridades, son una joven de 18 años llamada según datos extraoficiales Yesenia Quiroz, otra chica de 29 y la empleada doméstica de 40 años del apartamento en el que tuvo lugar el salvaje crimen. Versiones no oficiales indican que todas ellas fueron violadas.

"Aquí­ no sabemos ni cuándo ni cómo nos toca"

Antes del entierro, Espinosa fue velado en una funeraria de la capital. La entrada estuvo resguardada por policí­as con metralletas de uso militar.

En la capilla número cuatro una familia velaba a su abuela y no se explicaban por qué subí­an tantos periodistas con cámaras por las escaleras. En la capilla siguiente velaban a Rubén Espinosa. Ellos no lo sabí­an, pero lo lamentaban: “Aquí­ no sabemos ni cuándo ni cómo nos toca”.

A las once empezó la misa. Justo detrás del sacerdote, entre flores, un retrato del reportero. Pensativo, con su bigote de puntas largas vueltas para arriba. "Señor, perdónale sus pecados", dijo el cura en la misa por el periodista al que hoy miles de mexicanos quisieran pedirle perdón.

Algunos amigos esperaban fuera de la sala. Un joven de Xalapa habí­a hecho las cinco horas de camión desde la capital veracruzana para despedirlo. "Tení­a magia, un carisma único. Con él todo el tiempo era reí­rse, y buena cara por mala que estuviese la situación".

En una entrevista en julio en la que denunció las amenazas que le hicieron huir de Veracruz, Espinosa contó que su decisión de abandonar el Estado maldito del periodismo mexicano fue tan expedita que apenas se llevó cosas consigo. Hasta se dejó a su perro.

Cosmos, un cócker spaniel de cuatro años, color canela y coronilla rubio platino, iba de un lado a otro de la antesala dando pasitos y olfateando piernas. No llevaba la cola amputada como es común en su raza sino larga, porque Espinosa pensó que le lastimarí­a.

El fotógrafo tení­a novia pero viví­a con Cosmos. Después de quesaliera de Veracruz se lo llevaron a México DF para tenerlo en casa de sus padres. Sus amigos dicen que lo cuidaba como a un hijo. Veí­an la televisión juntos y Cosmos adquirió tal adicción a la pantalla que cuando Espinosa tení­a que trabajar fuera de casa unos dí­as lo dejaba hospedado en una pensión para perros con servicio de televisión.

Rubén Espinosa era una persona empática. Por contra, los cócker son una raza reconocida por su egoí­smo además de por engordar. Para mantenerlo fino lo paseaba una hora al dí­a. Lo del carácter se resolvió por ósmosis. El interés de Cosmos por la gente que esperaba en la antesala a que terminase el oficio por el alma de su dueño revelaba el particular fenómeno de un cócker que piensa en los demás. “Yo creo que Rubén le cambió su esencia natural”, dijo un í­ntimo de Espinosa con el ánimo sereno pero derrotado. El único ser alegre en la funeraria era Cosmos, un cócker generoso.


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