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8 Columnas
02 agosto, 2015

Rubén Espinoza según Marcela Turati


•En Veracruz no se sentí­a a salvo

Facebook de Marcela Turati/Foto: Facebook de Rubén Espinoza

  • Rubén Espinoza. El reportero número 17 asesinado

Varias veces en DF Ruben Espinosa advirtió que lo estaban siguiendo. Que no lo dejaban en paz ni aunque habí­a huido lejos de la narcomafia veracruzana. Dos veces al menos habí­a visto que lo seguí­an. Decí­a que necesitaba una terapia psicológica que le ayudara a espantar las pesadillas. Era la segunda vez que vení­a a DF para pedir ayuda. La primera no lo atendieron; sólo los colegas intentamos escucharlo y un grupo de fotógrafos solidarios hizo una manifestación afuera de la representación de Veracruz en DF. No querí­a regresar a Veracruz porque no se sentí­a a salvo, pero tení­a que presentarse a trabajar. En esta segunda ocasión que huyó para salvar la vida dudaba si debí­a mantenerse en DF o volver, le preocupaban los amigos combativos que habí­a dejado en su tierra, los que saben que informar se paga con la vida. Temí­a perder sus tres trabajos, convertirse en un fotógrafo que nadie contrate por perder su "plus" que era trabajar en Veracruz, "la tierra elegida por la muerte".

Temí­a que las entrevistas que dio en DF para protegerse lo convirtieran en un fotógrafo estigmatizado y le cerraran oportunidades. No querí­a ser una carga ni poner en riesgo a su familia, como si fuera tóxico. Le dolí­a que los colegas oficialistas se burlaban de él, de su miedo y aplaudí­an a Duarte y sus advertencias burlonas de que otros periodistas podrí­an estar en la lista de ejecutables. Pensaba que las marcas Proceso y Cuartoscuro, los medios nacionales para los que colaboraba, podrí­an servirle de escudo. Estaba tramitando años de colaboraciones que no habí­a cobrado. Ya comenzaba a hacerse a la idea de que en el DF podrí­a rehacer su vida. Ya empezaba a verse a futuro (aunque seguí­a pidiendo tiempo en su chamba fija en Xalapa para que todaví­a no lo reemplazaran con otro).

Lo vi hace poco cubriendo la conferencia sobre Tlatlaya en el Centro Pro, hablamos con defensores para solicitar terapia, al salir comimos burritos con café mientras tratábamos de armar una lista de colegas amigos a contactar, hablamos de cómo domar los miedos e imaginamos posibilidades. Sonrió cuando fantaseamos con que podrí­a dedicar su exilio a denunciar lo que pasa en Veracruz y el riesgo que corren los que se quedaron. Fantaseó con hacer una exposición en la que mostrarí­a fotos de la reciente represión a los estudiantes, la que generó que en Veracruz lo persiguieran y lo obligaran a huir. Nos mensajeamos un par de veces. Lo vi después en el programa de Rompeviento denunciando la situación en veracruz, tantos colegas asesinados, tantos amenazados, tantos desplazados, tantos desaparecidos en un absurdo que no parece tener fin.

La última vez que nos saludamos fue en la presentación de la revista Luna Córnea dedicada a los riesgos para los fotoperiodistas en México. Con su mirada triste daba testimonio de esos riesgos. Al final corrió con todos para colocarte en la foto grupal.

Rubén me duele mucho que no pudimos salvarte. Aunque denunciaste, aunque gritaste, aunque advertiste, aunque señalaste, aunque pediste ayuda hoy estás muerto.

Pero ten por cierto que no vamos a guardar silencio... Que tú, Rubén, no morirás contigo.


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