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8 Columnas
Viernes 03 julio, 2015

No te creemos, Fiscal


•La muerte del reportero Juan Mendoza

Laura Rojas

  • Juan Mendoza Delgado, reportero

Juan Mendoza, director del portal de noticias "escribiendolaverdad.com", denunciado como desaparecido, está muerto. En las primeras horas la fiscalí­a perfiló ya la versión de que murió "por lesiones causadas por atropellamiento".

Es decir, como en los otros casos de periodistas asesinados, se exponen versiones que no convencen. Y si las primeras investigaciones del fiscal Luis íngel Bravo Contreras no cuajan en la opinión pública y el gremio, por lo menos buscan que Juan Mendoza no se convierta en el periodista número 13 ultimado en el duartismo.

En el caso de Juan Mendoza sobresalta la venda que apareció en su rostro la madrugada que, sin saber que era él, las autoridades le recogieron en el tramo carretero Tamaca-San Julián, opina Jorge Morales, integrante de la Comisión para la Atención de los Periodistas.

Cuando la Policí­a Naval le ubicó en la carretera ya no habí­a nada qué hacer por él, ni si quiera se pidió a la Cruz Roja, por tanto, no se explica la presencia del vendaje.

"Si fue atropellado y tuvo una muerte instantánea, o eso se supone, quién le puso la venda en la cabeza y porqué" dice Jorge Morales.

El vendaje se aprecia en las fotos que fueron publicadas en varios medios de comunicación en sus ediciones del jueves, donde reportaban la aparición del cuerpo de una persona no identificada, sin saber que era el del también taxista de Medellí­n de Bravo.

La tela blanca cubre por mitad la cabeza. Los ojos se miran ligeramente descubiertos; pero tapa toda la testa, como ocurre con quienes cotidianamente aparecen ejecutados en suelo veracruzano.

Otra duda: no se puede perder de vista que "Juan Mendoza conducí­a un taxi y para ser atropellado debí­a estar caminando". El coche tampoco ha sido reportado dentro de los informes preliminares de la Fiscalí­a.

Eso no es todo. "¿cómo fue posible que no se le encontraran pertenencias para identificarlo desde el primer momento y dar aviso a la familia o al dueño del taxi?" cuestiona el consejero.

Es decir, en las primeras horas, el de Juan Mendoza ya se asemeja mucho a los otros periodistas muertos en el duartismo, y en donde nunca, jamás, el gobierno ha considerado su labor como posible causal de las muertes, menos ha ofrecido investigaciones profesionales y con suficiente contundencia para no despertar dudas en la opinión pública y el gremio.

Por ejemplo, a Moisés Sánchez Jiménez, en enero pasado, le dieron muerte ex elementos de la Policí­a Intermunicipal Veracruz-Boca del Rí­o, desmantelada en 2010 porque estaba infiltrada por la delincuencia.

Pero en la investigación no se les identifica con alguna organización criminal, aunque aceptan que Moisés Sánchez era incómodo porque con sus peticiones de más seguridad, les dificultaba la venta de marihuana al menudeo.

Y aunque en la zona conurbada Veracruz-Boca del Rí­o y Medellí­n hay una pugna perenne entre Cártel de Jalisco Nueva Generación y Zetas, Clemente Noé Martí­nez, el único detenido por la desaparición y muerte de Moisés Sánchez, aparece como un maleante sin siglas.

La fiscalí­a insiste que es el panista Omar Cruz, alcalde con licencia en Medellí­n de Bravo, prófugo de la justicia, el autor intelectual.

Jorge Sánchez, hijo de Moisés Sánchez, aseguró que la versión del atropellamiento de Juan Mendoza "no es creí­ble" y parece otro montaje, tal como ocurrió con su padre.

"Lamentablemente otra familia llora a un periodista muerto en Veracruz, vemos esto con dolor, ya parece un exterminio. Ya esperaremos efí­mera declaración del Gobernador para desacreditar al reportero, como a mi padre", dijo Jorge Sánchez.

Es un asesinato que me duele -agregó- doblemente, mi padre lo conocí­a, y los dos compartí­an el ingreso como taxistas, y tení­an su medio independiente, eso que a Duarte tanto le molesta".

Y así­ como a Juan Mendoza perdió la vida bajo las ruedas de un "coche fantasma", Gregorio Jiménez de la Cruz, de Coatzacoalcos, reportero de Liberal del Sur y de Notisur, lo mandó matar una vecina por diferencias personales.

Goyo, como le decí­an, reporteaba en Villa Allende, una localidad de Coatzacoalcos marcada por la violencia y la marginación.

Dí­as previos a ser sustraí­do en su vivienda, en febrero de 2014, Goyo habí­a informado sobre unos cinco secuestros y otros tantos levantones.

Decapitado, apareció en una fosa clandestina en Las Choapas, junto a dos personas que él habí­a reportado en sus notas informativas como secuestradas; sin embargo, para la Fiscalí­a, hasta ahora, fue un pleito vecinal.

Con Armando Saldaña Morales, veracruzano, encontrado sin vida en Oaxaca, la Fiscalí­a ni se inmutó y dejó todo en manos de sus homólogos de Oaxaca, desde donde se desprendieron versiones de que el comunicador habí­a perecido en un pleito de borrachos, aun cuando el cadáver presentó señales de tortura y un disparo en la sien.

A Regina Martí­nez, corresponsal de la Revista Proceso, la mató un exnovio y un seropositivo por robarle, según la Procuradurí­a. En las investigaciones, se llegó a decir que Regina Martí­nez, conocida por su discreción y privacidad, andaba predispuesta al coqueteo, pues habí­a mandado confeccionar ropa provocativa y ya era cliente de una marca de cosméticos.

A Gabriel Huge, Esteban Rodrí­guez, Guillermo Luna e Irasema Becerra, fueron asesinados por venganzas, ya que ellos, según la autoridad, colaboraron en la ejecución de otros periodistas.

El caso de ellos fue resuelto tras la detención de Isaí­as Flores Pineda, El Cronos, jefe de una célula del Cártel de Jalisco Nueva Generación.

La detención la hizo la Secretarí­a de Marina Armada de México dentro de la operación Veracruz-Seguro, y también se apresó a su esposa, Claudia Medina Tamariz.

Medina Tamariz, pese a que fue presentada como una peligrosa maleante, quedó en libertad tras meses de lucha de la organización Centro de Derechos Humanos Agustí­n PRO de Juárez y Amnistí­a Internacional, abogados de esos organismos tomaron su caso y comprobaron que se tuvo que autoincriminar y señalar a su esposo porque fue sometida a tortura y violación por autoridades veracruzanas.

Yolanda Ordaz, cuyo cuerpo apareció a las afueras del diario Orale, en Boca del Rí­o, decapitada, le dieron muerte, según las autoridades, por "que los amigos también traicionan", por lo menos eso decí­a un cartelón abandonado junto a su cuerpo. El gobierno nunca ofreció pruebas sobre los supuestos nexos con la delincuencia que le han achacado.

Por el homicidio de Noé López Olguí­n resultó señalado un pistolero de nombre Alejandro Castro Chirinos, El Dragón, quien confesó el delito. Los motivos de esta ejecución no fueron informados. El gobierno veracruzano no reconoció la labor de López Olguí­n como periodista ni como agente que incitaba a la ciudadaní­a a denunciar a los delincuentes.

Ví­ctor Manuel Báez Chino fue asesinado por presuntos Zetas en Xalapa, hecho pedazos y abandonado a las afueras de las oficinas en donde laboraba como editor de una página sobre información judicial, las autoridades acusaron a ese grupo de maleantes, sin abonar por qué situaciones le asesinaron. Casualmente, sus asesinos perdieron la vida en un enfrentamiento con militares, pero la autoridad pudo sacarles la confesión antes del último suspiro.

"Vemos aun Fiscal como Luis íngel Bravo Contreras diciendo siempre que las personas que matan en Veracruz, son por robos menores, que los matan por andar de infieles, de amantes; los mata o secuestra el familiar, el primo, el tí­o, etcétera, historias tan inverosí­miles y montadas en donde nunca hay delincuencia organizada, nunca hacen nada ni están... es lo que ha marcado a la justicia en Veracruz en los últimos años", dijo un ex colaborador del gobierno de Veracruz a reserva de anonimato.

El homicidio por atropellamiento de Juan Mendoza se da a unos dí­as de que en Poza Rica el gobernador Javier Duarte de Ochoa literalmente anunciara que se vení­an "tiempos difí­ciles" para el gremio veracruzano.

Durante una comida con reporteros, Duarte les conminó a "portarse bien" porque "le vamos a dar una sacudida al árbol y caerán manzanas podridas".

Duarte sugirió consecuencias fatales para reporteros vinculados con los delincuentes, por lo que les recomendaba portarse bien y romper esos nexos.


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