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Miércoles 01 julio, 2015

18 reporteros presos en Egipto

Trabajar de corresponsal en Egipto no es tarea fácil hoy en dí­a. Hace un par de semanas tuve que partir de forma urgente de Egipto, el paí­s que he considerado mi hogar durante casi cuatro años. Las autoridades españolas me advirtieron de que me encontraba ante un riesgo inminente de ser arrestado y procesado. De momento, he seguido sus consejos de no volver a El Cairo. Este incidente resulta muy sorprendente, pues al presidente Abdelfattá al Sisi habí­a declarado públicamente en repetidas ocasiones que fue un error abrir un proceso judicial contra reporteros extranjeros y que, en su lugar, deberí­an haber sido deportados
Por más que le doy vueltas, aún no entiendo por qué fui señalado dentro de la comunidad de corresponsales. Ciertamente he tenido contactos con la oposición al régimen, como también han hecho la mayorí­a de mis colegas. Mi periódico, EL PAIS, ha sido muy crí­tico con el Gobierno actual en sus editoriales, y yo he escrito diversos artí­culos sobre temas espinosos. De hecho, los responsables del diario han recibido fuertes presiones del personal de la embajada egipcia en Madrid desde hace un par de años. Sin embargo, nuestra cobertura no ha sido una excepción entre la prensa internacional.

Ricard González/El Paí­s

Quizás mis problemas se deban a la publicación del libro Ascenso y la caí­da de los Hermanos Musulmanes, en el que analizo la trayectoria de este movimiento islamista tras la Revolución Egipcia. Y es que Emad Shahin, un distinguido profesor de la Universidad de Georgetown especializado en movimientos islamistas, fue condenado recientemente a la pena de muerte in absentia. Sin embargo, mi libro fue publicado en marzo y no ofrece precisamente una imagen positiva de la Hermandad.

En general, todos los periodistas extranjeros en Egipto se han acostumbrado a trabajar bajo presión. Las medidas de acoso por parte de las autoridades egipcias son variadas y van desde la imposición de nuevos obstáculos administrativos al arresto durante varias horas sin falta aparente. Actualmente, la obtención de un visado temporal de periodista es casi imposible, y es incluso necesario un permiso mensual para tomar fotografí­as en la calle. La violación de cualquiera de estas normas puede acarrear serias consecuencias.

Además, desde los medios de comunicación oficialistas se propaga la narrativa de que todos los corresponsales son espí­as o trabajan para fuerzas que quieren desestabilizar el paí­s, poniendo en riesgo su integridad fí­sica. No en vano, el año pasado, tres periodistas españoles fueron brutalmente agredidos por una turba en una manifestación a favor de al Sisi en la icónica Plaza Tahrir.

Hasta ahora, el peor de los casos de hostigamiento lo padeció un equipo de la cadena de televisión Al Yazira. Tres periodistas fueron arrestados y procesados en diciembre 2013 por entrevistar a varios miembros de los Hermanos Musulmanes, el movimiento islamista que gobernó el paí­s durante un año, pero es considerado una “organización terrorista” por el actual Ejecutivo. Uno de los periodistas, el australiano Peter Greste, fue deportado después de pasar más de un año en la cárcel. Sus dos compañeros, Mohamed Fahmy, con doble nacionalidad egipcio-canadiense, y Baher Mohamed, se encuentran aún inmersos en una batalla legal para conseguir su libertad. Todos ellos fueron condenados a severas penas de cárcel el 23 de junio de 2014, pero un tribunal de casación anuló la sentencia y ordenó repetir el juicio.

Dicho esto, cabe resaltar que los periodistas egipcios están expuestos a peligros mucho mayores, sobre todo los que trabajan para medios en lengua árabe. Aquellos que se atreven a desviarse de la narrativa oficial se arriesgan a ser despedidos, detenidos, procesados e incluso torturados. De acuerdo con un reciente informe del Comité para la Protección de los Periodistas, hay 18 reporteros en la cárcel a causa de su labor periodí­stica, lo que sitúa a Egipto entre los paí­ses más peligrosos para ejercer esta profesión. Entre ellos, Mohamed Abu Zeid, un joven fotógrafo que lleva más de 23 meses en prisión preventiva por haber tomado fotos de una manifestación opositora. Sus allegados aseguran que está muy enfermo.

En este contexto de falta de libertad de prensa, el trabajo de los corresponsales es especialmente importante. Ellos son capaces de cubrir temas que nunca podrí­an pasar el filtro de la censura o la autocensura existente en los principales medios de comunicación egipcios. Por ejemplo, fue gracias la prensa extranjera y a la valentí­a de algunos activistas que se pudo desvelar la existencia de cárceles secretas en Egipto donde ocurren graves violaciones de los derechos humanos de forma sistemática. Sin los medios foráneos, las voces de muchas ví­ctimas quedarí­an sepultadas bajo una espiral de miedo. De ahí­ que sea crucial que los Gobiernos occidentales se comprometan a preservar espacios de libertad para los corresponsales en Egipto.


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