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Escenarios
Jueves 28 mayo, 2015

Indolencia de Ramón Poo

•Una ciudad apestosa
•Desastroso centro histórico

I

Hay imágenes de la ciudad donde se vive que se graban para siempre, por ejemplo, en el puerto jarocho los olores podridos que vienen desde el Golfo de México.
Si uno entra a la ciudad por el lado norte, viniendo de Xalapa, digamos, la primera impresión son los olores nauseabundos de

Luis Velázquez

la playa; pero más aún, de la planta de tratamiento que durante meses, años quizá, han durado, sin que nunca, jamás, interese ni al Ayuntamiento ni tampoco al SAS, Sistema de Agua y Saneamiento Metropolitano.

Y grave porque se trata de la primera impresión.

Luego, si se camina hacia el sur y se va por el malecón del paseo y el bulevar de nuevo se topa con el aire sórdido y podrido del mar, debido, entre otras razones, a que las aguas negras desembocan en el mar, sin ningún tratamiento, por más inversión millonaria anunciada en el saneamiento de la bahí­a durante el fidelato que sirvió para una y dos con sal.

Es decir, mucho se teme dinero público tirado al vací­o, difí­cil de comprobar porque se trató del fondo del mar, de igual manera cuando, por ejemplo, un alcalde anuncia inversión millonaria en el subsuelo y ninguna forma existe de comprobar los hechos.

Así­, de norte a sur, a la orilla del bulevar, todas las mañanas trotando a la orilla de la playa, el fétido aroma de la playa resulta decepcionante para el buen gobierno.

II

También ocurre cuando, por ejemplo, vamos al centro de la ciudad.

¡Vaya deterioro!

Botes de basura, rebosados; aguas apestosas y verdosas de drenaje, corriendo sobre las banquetas.

Edificios y casas abandonadas, donde el descuido se manifiesta hasta en la hierba creciendo en tierra fértil.

Y ni se diga, el frente despintado, La ciudad es como un ser querido de la familia, donde todos habitamos y deseamos ser felices. Pero al presidente municipal jarocho, Ramón Poo, le vale con huellas de años de abandono, sin que nadie se ocupe ni preocupe.

Todaví­a más: edificios y casas con muchos años con el anuncio de en venta sin que nadie compre.

Incluso, viejos edificios en la ruina, cobijo de los pordioseros y pedigí¼eños que viven ahí­ como en su legí­tima casa.

Unos techos, de plano, constituyendo un peligro para el transeúnte como ha ocurrido cuando de pronto, zas, se desploman.

Y no obstante, el año pasado el gobierno de Veracruz la declaró la ciudad más bella de México.

Pero, además, sin pudor alguno.

En las callejuelas, por ejemplo, del llamado centro histórico, da miedo y terror caminar porque siempre están deshabitados y sin un peatón, allí­ donde antes florecieron los negocios, todos cerrados, con viejas y descascaradas tablas de madera empalmadas avisando que el local está vací­o y, por tanto, cerrado el negocio, cuyo letrero en la puerta se está cayendo a pedacitos.

Es el Veracruz de Ramón Poo Gil.

III

El colmo es el centro histórico por excelencia en las noches: un tugurio, un arrabal, la ciudad después de un tianguis.

Lo peor son los olores nauseabundos, donde se mezclan y entremezclan los olores de los tacos y las garnachas y los tamales, y el meadero a cielo abierto, y los vómitos en la ví­a pública y la avenida Independencia, frente al zócalo, la catedral y Los Portales, un lodazal, un cochinero.

Todas las ciudades de América Latina fueron fundadas con la arquitectura española: la catedral, el parque y los portales juntos con un alto concepto de la pulcritud y la limpieza.

Pero al presidente municipal Ramón Poo, quien llegó al cargo polí­tico sin ninguna formación pública, sin el mí­nimo apego y amor a la ciudad, creado y formado para otros menesteres, le vale la imagen de la ciudad.

Si a un jarocho, por ejemplo, da asco caminar en el centro de la ciudad, peor la ha de pasar un turista.

Y aun cuando los urbanistas digan que en todas las ciudades del mundo concurren tales cochineros, Veracruz es la casa nuestra, la casa grande, que todos desearí­amos mirar limpiecita para el deleite y la sabrosura.

¿Dónde, pues, quedó, entonces, aquel fervor patrio de que el presidente Enrique Peña Nieto ordenó la remodelación del cuadro histórico de la ciudad más vieja del continente fundada en tierra firme?

Se ignora.

Pero la ciudad de Veracruz produce mucho asco.

Peor tantito si se considera que aquí­ nos tocó vivir y, bueno, unas veces a la población le va bien con la autoridad y otras se vive una pesadilla.

Y pensar que ahora será por cuatro años…

A veces, incluso, pareciera que el mercado Hidalgo está más limpiecito gracias a los locatarios que el centro urbano.

IV

Duele que la ciudad esté así­ porque una ciudad es como un ser querido de la familia, que todos habitamos y donde procuramos ser lo más felices que se pueda al lado, cada quien, de los suyos.

Pero a la autoridad le vale.


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