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Reportajes
Martes 26 mayo, 2015

El año de Hidalgo

La tarea de ejercer el poder tiene un nuevo significado: gobernar es robar
Pendiente, la daga de la Auditorí­a Superior de la Federación con su denuncia en la Secretarí­a de la Función Pública y la Procuradurí­a de Justicia de la nación
Los duartistas que se anticiparon al reparto de utilidades

Luis Velázquez

  • Gabriel Deantes, fortuna bajo sospecha/Yerania Rolón

Según el politólogo Carlos Ronzón Verónica, el año de Hidalgo ha comenzado en el Veracruz del sexenio próspero.
Pero de hecho y derecho ya inició desde antes, dice el maestro egresado en Ciencias Polí­ticas de la Universidad Complutense de España.

La cultura polí­tica así­ lo establece en el terreno práctico. El último año, incluso el penúltimo, la tarea de gobernar se traduce en un solo verbo: robar. Y robar… lo que se pueda.

Y más cuando se tiene la complicidad del ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, y de la Comisión de Vigilancia del Congreso integrada por 15 diputados locales, de tal forma que unos a otros protegen y blindan a los compañeros de sus partidos polí­ticos en funciones públicas.

Y más cuando también hay una complicidad con la Contralorí­a y ni se diga con los auditores internos y externos al servicio de quien paga.

De acuerdo con la versión oficial, las arcas de la Secretarí­a de Finanzas y Planeación están vací­as.

Cierto, hay austeridad para unas cositas; pero, al mismo tiempo, oh paradoja, la llave está abierta para otras como, por ejemplo, algunas campañas de los candidatos a diputados federales que por el lado de las sucias cañerí­as de la polí­tica electoral para desviar recursos.

Así­, el año de Hidalgo aterrizará por los fondos oficiales disponibles, incluido el préstamo de 5 mil millones de pesos autorizado por la LXIII Legislatura en el mes de diciembre de 2014, cuyo destino, a la fecha, nadie conoce; pero que sin duda está ejercido a plenitud.

En el otro lado del ring está la Auditorí­a Superior de la Federación, ASF, con sus observaciones millonarias al gobierno de Veracruz que incluyen, entre otros aspectos, el destino del erario federal en los ramos educativo y de salud.

Y aun cuando el Contralor Ricardo Garcí­a Guzmán cacareó que el 80 por ciento de las irregularidades ya fueron solventadas, la realidad es que la ASF interpuso una denuncia penal en la Secretarí­a de la Función Pública y en la Procuradurí­a General de Justicia de la nación que va caminando, sin que todaví­a, al momento, emitan un dictamen.

Y más cuando la revisión de la cuenta pública del año 2014 en materia federal está pendiente.

Incluso, ha trascendido que, amarrándose el dedo, la Contralorí­a profundiza en la rendición de cuentas de un cuarteto de funcionarios (Juan Antonio Nemi Dib, Gabriel Deantes, Mauricio Audirac Murillo y Édgar Spinoso Carrera), por si las dudas el madrazo federal llega por ahí­.

UNOS CUANTOS… SE ADELANTARON

El politólogo Carlos Ronzón advierte que el año de Hidalgo empezó desde antes y ejemplifica con la calidad de vida de algunos funcionarios, entre ellos, los siguientes:

Gabriel Deantes Ramos: un par de mansiones en el fraccionamiento Las ánimas, de Xalapa, una de ellas, con once baños, dos elevadores (uno para adultos y otro para niños) y dos salas de cine (una para niños y otra para adultos).

Pero además, una plaza comercial cerca del fraccionamiento Las ánimas y un edificio de cuatro pisos.

Adolfo Mota: una residencia en el Club de Golf de Xalapa, donde se cotizan entre 6 a 10 millones de pesos, más un departamento de lujo en un edificio de 20 pisos en Alvarado, frente al Golfo de México.

Jorge Carvallo Delfí­n: una mansión en el Club de Golf de Xalapa, más otra en la avenida principal de San Andrés Tuxtla, más un avión particular, más una flotilla de tráilers, más un rancho en la sierra de Papantla.

Arturo Bermúdez Zurita: una cadena de doce hoteles, más un rancho con animales exóticos, más otros negocios que van desde la venta de patrullas equipadas hasta escuelas de inglés.

Marcelo Montiel Montiel: coleccionista de ranchos, a tal grado que se compró uno en Curitiba, Brasil, y cuya fortuna calculan en unos dos mil millones de pesos que le permitieron, por ejemplo, y entre otras cositas, obsequiar una residencia de diez millones de pesos al obispo de Coatzacoalcos para ganar indulgencias en el otro lado del charco existencial.

Elizabeth Morales Garcí­a: coleccionista de residencias, que inició con su mansión en el pueblo de Emiliano Zapata, más lotes, más terrenos, más negocios, que incluyen hasta un antro con gran diversidad sexual… a tono con la modernidad civilizadora.


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