el senador Pepe Yunes Zorrilla; pero el choque de trenes parece irreversible.

Le ha enviado mensajes a través de celular y nunca ha contestado, repintando la raya marcada desde el mes de diciembre, 2014, cuando 45 de 50 diputados locales (siete panistas, entre ellos) aprobaron fast track la iniciativa de ley para reducir la gubernatura de seis a dos años durante el próximo periodo, 2016, por una sola ocasión.

Y desde entonces, todo el fuego que antes existió durante el fidelato se ha descarrilado.

En el sexenio anterior, por ejemplo, el senador en la presidencia del PRI, luego diputado federal, Javier Duarte, subsecretario y subsecretario de Finanzas y Planeación, miraba en Pepe Yunes al sucesor de Fidel Herrera.

Incluso, hasta se lo comentó.

Es más, y ante la frialdad con que Fidel Herrera trataba siempre a Pepe Yunes (lo dejó solo el dí­a de su toma de posesión como lí­der priista y en su tiempo como tal nunca, jamás el góber fogoso visitó el edificio del CDE del PRI), Duarte cabildeó para que Fidel lo mirara de otra forma.

Más todaví­a cuando Pepe Yunes fue nombrado candidato al senado en la primera ocasión, Duarte se convenció de que estaba amarrado para la candidatura a gobernador.

Y hasta lo festinó y celebró con Pepe.

Pero cuando Yunes Zorrilla fue derrotado en las urnas Duarte sintió por vez primera una revelación celestial, como Pedro camino a Damasco, que tení­a posibilidades.

Y de igual manera, se lo dijo a Pepe: Iremos juntos, le dijo.

Aquel castillo que apenas construí­an se derrumbó por completo en el mes de diciembre, 2014.

Incluso, terminó de romperse luego de que el senador Fernando Yunes Márquez denunció en la tribuna parlamentaria las observaciones de la Auditorí­a Superior de la Federación en materia de salud y educativa en el gobierno de Veracruz y que el góber reprochó al par de senadores priistas, Pepe y Héctor Yunes, porque en ningún momento pidieron el micrófono para su defensa.

Es más, hasta los invitó a comer en la Casa Veracruz para dialogar a calzón quitado.

Pero nunca se atravesó un arreglo, un pacto.

Yunes Zorrilla, pues, se mantiene inalterable. No hay marcha atrás ha dicho, mientras observa con lupa la luna de miel entre Héctor Yunes Landa y el gobernador, incluso, con su última aparición en la feria ganadera de Ilang Ilang, luego de su bendición ante 30 mil evangélicos en el estadio Luis “Pirata” de la Fuente, de Boca del Rí­o.

Es más, el senador originario de Perote ha endurecido su agenda pública.

Por ejemplo, a cada rato cacarea que es hora de vigilar el destino de los recursos federales para aplicarse a los programas originales y a los pueblos de su destino sin desviarse a otras latitudes.

Peor tantito: ha adoptado el discurso de que si llega a la gubernatura y descubre pillerí­as la cárcel esperará a quienes hayan delinquido en el gabinete legal y ampliado, en tanto dice que la suerte de Javier Duarte dependerá del presidente Enrique Peña Nieto.

SI PARíS BIEN VALE UNA MISA, TAMBIÉN LA GUBERNATURA

El góber sigue rozando el corazón del senador peroteño, condiscí­pulo de Luis Videgaray, José Antonio Meade y Fernando Aportela, entre otros, en el ITAM.

Y, no obstante, digamos, el acoso, el senador ha decidido que la cuerda se tense hasta donde sea necesario, incluso, a romperse de manera violenta como un tsunami polí­tico.

En contraparte, y dado el sistema polí­tico autoritario que se vive en el paí­s, y más en un Veracruz donde nunca ha existido un gobernador de oposición, todos priistas, parece levantarse un bloqueo en contra del senador:

Uno, texto/servidores apuntalando a su vida privada.

Dos, el silencio a que han condenado sus boletines de prensa.

Tres, la deferencia al senador Héctor Yunes Landa.

Cuatro, el rafagueo permanente de los boletineros.

Incluso, quizá el senador ha llegado a sentir lo que pudiera llamarse la soledad polí­tica. La soledad del poder. La soledad del aislamiento partidista. La soledad de pertenecer a un equipo distinto. La soledad de tener encima al dinosaurio priista.

Un polí­tico decente y prudente, sencillo, nacido en pañales de seda; pero arraigado en el campo donde la pobreza y la miseria dominan, el senador continúa empujando la carreta sucesoria del gobierno de Veracruz con un activismo, digamos, invisible para evitar el ruido innecesario; pero al mismo tiempo, arraigándose en el alma tricolor.

Priistas ambos, las cenizas de aquella luna de miel polí­tica en el fidelato han de prevalecer, aun cuando mientras el gobernador mira la pelí­cula a color, el senador en blanco y negro, y por tanto la distancia y la lejaní­a que, acaso, pudiera estar ensanchándose.

Se ignora si Duarte con su mano tendida y Pepe con su donaire el senador esté dispuesta a modificar sus planes; pero más aún, su estrategia.

Es más, nadie dudarí­a de que ante la posibilidad de que el PAN levante con su candidato a gobernador el año entrante, el gabinete polí­tico del presidente Enrique Peña Nieto, y/o hasta Los Pinos, sirvan de cabilderos y puentes para que uno y otro se reconcilien.

Más ahora cuando Felipe Calderón Hinojosa se ha lanzado al ruedo y anda en campaña electoral soñando con el liderazgo nacional del PAN para su esposa, Margarita Zavala y con quien Miguel íngel Yunes Linares ocupó los cargos públicos más encumbrados de su vida pública federal.

Si Parí­s bien vale una misa, la gubernatura también un reencuentro entre el góber y el senador, sin que ninguno tuerce ideales y principios.