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Diario de un reportero
Sábado 02 mayo, 2015

Periodismo de inmersión

•Soñando con un Watergate •Historias que contar…

DOMINGO
Periodismo de inmersión

Ahora se le llama periodismo de inmersión. Pero antes, mucho antes, ni apodo tení­a.
Simple y llanamente, un periodista se disfrazaba con la identidad de la persona cuyo oficio deseaba documentar, solicitaba chamba como tal, y a reportear en el lugar de los hechos como uno más.
Así­, por ejemplo, Gunter Walrraff se hizo famoso en el mundo porque llegó a contratarse en varios oficios durante un semestre completo, hasta un año, incluso, tiempo suficiente para hurgar información hasta debajo de las piedras.

Luis Velázquez

Fue obrero, por ejemplo, y estremeció a los empresarios con la denuncia de la explotación laboral.

Fue chofer de un polí­tico durante seis meses y estremeció a la clase polí­tica de Europa revelando sus enredos amorosos con cargo al erario.

Fue reportero de un periódico sensacionalista en Alemania que apuesta todaví­a aún al periodismo de las tres Eses, es decir, sangre, sexo y pocos sucesos, y denunció a los patrones con el trato inicuo a la plantilla reporteril, pero más aún, la forma deshonesta y deshonrosa para la moral y la ética periodí­stica con que manipulaban y tergiversaban la noticia con tal de vender periódico, ganar circulación y también ganar billete.

Ahora se le llama periodismo de inmersión.

LUNES
Soñando con un Watergate

Con el famoso Watergate, los reporteros de The Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward que tumbaron a Richard Nixon como presidente de Estados Unidos, todos los reporteros del mundo soñaban con un Watergate.

Y más, cuando publicaron su historia reporteril en un libro.

Y más, cuando el libro fue llevado a la pantalla con el tí­tulo Todos los hombres del presidente y los jóvenes actores norteamericanos, Robert Reford y Dustin Hoffman.

Luego vino el periodismo de Ryzard Kapuscinski y Gabriel Garcí­a Márquez, trotamundos viajando por los cinco continentes atrás del hecho noticioso.

Después, llegó el periodismo de inmersión con Gunter Wallraff y que, bueno, en México ha tenido poco éxito, pocos seguidores.

Dirí­ase, incluso, que solo han sido relámpagos en la oscuridad, pues por encima de todo en el periodismo ha predominado el trabajo de investigación, tal cual siguiendo pistas, sin esconderse atrás de un disfraz, cara a cara frente a los actores y figuras noticiosas, hurgando en la vida pública de los polí­ticos.

Pero, claro, al mismo tiempo significa una posibilidad, y más como en el caso de Walrraff y feligreses de su capilla, que con un sonado éxito periodí­stico y literario, acceden a una empresa informativa que les financia, digamos, durante unos meses, su chamba en el clandestinaje usurpando una personalidad para reportear en el lugar de los hechos.

Walrraff, por ejemplo, suele publicar dos o tres reportajes anuales, que de igual manera convierte en libros y así­ vive a plenitud.

Ya parece que en México una empresa periodí­stica tendrí­a esa actitud. Ni soñando…

MARTES
Metidos en otra identidad

La Fundación para el Periodismo en Iberoamérica, fundada por Gabriel Garcí­a Márquez, ha publicado dos libros sobre los mejores reportajes y crónicas publicados en América Latina de acuerdo con su certamen anual.

Y entre ellos ha incluido algunos textos del llamado periodismo de inmersión.

Por ejemplo, un texto de un reportero que se contrató como obrero teniendo como hecho noticioso explorar la forma de vida de un trabajador que solo vive con el riguroso salario mí­nimo.

También de un reportero que se contrató como sastre, mejor dicho, como tejedor mano a mano de suéteres, y en donde les pagan a destajo para contar la historia de una familia que vive tal cual.

El libro fue publicado al alimón con el Fondo de Cultura Económica.

MIÉRCOLES
Los hijos de Gunter Walrraff

En Veracruz también se ha practicado el periodismo de inmersión.

Por ejemplo, en su tiempo de estudiante de Comunicación, Juan Alfredo Gándara Andrade se contrató de policí­a municipal en Paso de Ovejas durante dos meses para cronicar el sórdido mundo policiaco alrededor de los trastupijes.

Carlos Linaldi, también alumno de Comunicación, se contrató durante un mes como obrero en el muelle, cargando a lomo todos los dí­as los costales de maí­z y frijol para reportear el sórdido mundo obrero alrededor del alcohol, la droga y las mujeres.

Hortensia Carrizosa, también estudiante de Comunicación, se fue al muelle para seguir la pista a las trabajadoras sexuales, y figurar como una más y ganarse la confianza de todas ellas para que le contaran sus historias en el terreno de los hechos.

El trí­o elaboró unos reportajes estremecedores, con una mirada fresca del periodismo, diferente, novedosa, y que fueron publicados en la otra revista Llave, cuando el periodismo se consideraba un apostolado, mejor dicho, una religión.

Gándara colgó los guantes del periodismo. Linaldi chambea de reportero en el norte del paí­s. Y Carrizosa regresó a Puebla, su estado natal, donde parece se convirtió en maestra.

JUEVES
Periodismo de alto riesgo

Así­ como algunos agentes de la CIA y la DEA suelen filtrarse como sicarios en los carteles, también hay un periodismo de inmersión de alto riesgo.

Por ejemplo, y entre otros:

Un reportero que se contrate, digamos, como sicario de los carteles y cartelitos, consciente y seguro del principio universal de quien entra no sale.

Un cronista metido de migrante desde América Central (Honduras, Guatemala y Salvador) hasta la frontera norte para vivir en carne propia la aventura de la muerte, expuesto a los carteles, los tratantes de blancas, los cuerpos de seguridad y los agentes de Migración.

Una reportera metida a teibolera para conocer en vivo y en directo, sin intermediarios, los enredos del poder y los negocios ilí­citos de la noche.

Un reportero imberbe, que apenas esté iniciando, que se contrate como chofer de un polí­tico para desenmascarar sus negocios lí­citos e ilí­citos a la sombra del poder y sus relaciones extramaritales donde sus amantes sean financiadas con cargo al erario.

En fin, el arcoí­ris del periodismo de inmersión es infinito…

VIERNES
Una historia que contar

Lo importante en el periodismo, como en el cine, siempre será tener una buena historia que contar.

Y por supuesto, una historia que haya sido bien reporteada, muy bien documentada y explorada, en todos los recovecos sociales, económicos, polí­ticos, psicológicos y antropológicos, por ejemplo.

Pero además, una historia que sea mejor contada como si el reportero fuera, mejor dicho, ha de ser un esteta de la palabra para así­ conjuntar en el texto la rigurosidad informativa y la calidad literaria.

Por eso mismo, y entre otras cositas, la Biblia está considerada el mejor libro de crónicas y reportajes escrito y publicado en la historia de la humanidad, pues se trata de historias gráficas, donde cada hecho se documenta con imágenes.

Claro, si un reportero se fija como disciplina de cada dí­a buscar historias por encima de la noticia en sí­ misma, en todo caso, historias noticiosas, tendrá ganada la batalla ante el resto de los colegas.

Y es que por lo general el diarista sale a la calle a rastrear noticias, pero son pocos, excepcionales los jefes de Información que encargan historias.

Y en el periodismo lo único que han sobrevivido son las historias, y las historias documentadas con precisión, pero más, mucho más, escritas con una gran calidad literaria.

El periodismo de inmersión, no obstante, permite historias singulares, con las que, incluso, sueñan todos los novelistas y cuentistas.


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