El dolor de un ausente
•En todos los hogares de la clase alta, media y baja hay un pariente, un amigo, un vecino, un conocido secuestrado, desaparecido y asesinado; pero también un pariente, un amigo, un vecino, un conocido migrante en la frontera norte y Estados Unidos
De norte a sur y de este a oeste de Veracruz, todas y cada una de las familias de la clase media y baja, quizá también la clase alta, tienen un pariente, un amigo, un vecino, un conocido... que ha sido secuestrado y desaparecido, acaso ejecutado.
Pero, de igual manera, todas las familias de clase media y baja, mucho se duda de clase alta, tienen un pariente
Luis Velázquez
un amigo, un vecino, un conocido… migrante en los estados norteños del país como jornaleros agrícolas y como migrantes en Estados Unidos, donde 19 de los 50 gobernadores han decretado leyes xenófobas y racistas.
En todos los hogares de la clase media y baja hay el dolor de un ausente.
Incluso, también debido a la migración, que es hija del desempleo y del subempleo con salarios de hambre y lo peor, sin las prestaciones sociales, económicas y médicas establecidas en la Ley Federal del Trabajo.
En muchos casos hay familias que de plano huyeron de sus pueblos, acorraladas por los malosos, ya con un plagio, ya con un crimen, ya con una extorsión.
Al principio del sexenio que corre en Veracruz, el tsunami de inseguridad afloró en su plenitud, pues antes, en el fidelato, cierto, los carteles y cartelitos operaban; pero con un bajo perfil, dedicados al trasiego de drogas en una tierra jarocha que de territorio de paso del sur al norte del país mudara en estado consumidor.
Así, las calles y los pueblos reprodujeron la suerte de aquel pueblo de la película “El infierno” de Luis Estrada.
Ahora, se ha añadido otro estigma como es un Veracruz convertido en estado migrante, y si alguna duda existiera bastaría recordar que de los jornaleros agrícolas en los estados fronterizos con Estados Unidos, el 11.6 por ciento son originarios de la tierra jarocha según la estadística de la Secretaría de Trabajo federal.
Lo peor del asunto es que a las elites políticas para nada interesa el asunto.
Es más, los candidatos a diputados federales soslayen tanto la inseguridad como la migración, y aun cuando mesiánicos como el magnate Fidel Kuri Grajales, socio de Víctor Flores Morales, cacique ferrocarrilero, asegura que hablan de crear empleos y por tanto, abordan el tema, se trata de una falacia.
Y de una falacia, pues, y por ejemplo, el secretario de Desarrollo Económico del gobierno de Veracruz, Érik Porres Blesa, se ha cortado las venas cacareando una impresionante creación de fuentes de trabajo cuando, oh paradoja, la migración crece; pero también la delincuencia.
En todos los hogares se llora un secuestrado y un desaparecido y un ejecutado, y un migrante en el otro lado.
Es el Veracruz de hoy, pues aquí la cúpula dirigente ha sido rebasada por las circunstancias y sólo recurre a la patraña con el discurso mesiánico para justificarse.
LA VIDA EN TIEMPO DE JAVIER DUARTE
La familia de Jorge Arias está desintegrada.
Más de la mitad de los primos han migrado a Estados Unidos, hartos y desesperados con el salario del jornal agrícola, que en el pueblo es de unos 60, 70 pesos diarios.
Pero además, de la penuria en fuentes de empleo.
Un día un primo dijo: “Me voy a EU. Si me quedo aquí terminaré de alcohólico, primero, y luego de suicida, y con los chamacos llorando de hambre”.
Y migró, contratándose de jornalero en un rancho de California.
Un año después envió por la familia y con ella se fueron otros primos y otros más y otros más, a quienes él mismo, y por fortuna, allanó el camino.
Sin papeles, teniendo como eje central de sus vidas el rancho donde chambean, expuestos a ser deportados, sus padres murieron y nunca asistieron al velorio ni al sepelio.
“En mi corazón llevo a mis viejos” escribió un día el primo de Jorge Arias por el correo electrónico.
Desde allá han jurado que nunca, jamás, en tanto carezcan de papeles, regresarán al pueblo en Veracruz.
Y menos ahora cuando unos parientes fueron secuestrados, en ningún momento para exigir un rescate, jodidos como están, sino para reclutarlos como elementos de los carteles, tan necesitados que están de mano de obra.
Así es la vida en el Veracruz de Érick Porres, Ramón Ferrari, Arturo Bermúdez y Luis íngel Bravo.