Descubrió el sexo a los 12 años
•Hija de una pareja disfuncional, la chica fue entregada a la abuela
•En la escuela secundaria encontró al galán de 15 años que la llevaría al éxtasis motelero
En una colonia popular al norte de Veracruz hay un drama familiar.
Los padres se divorciaron y cada uno jaló para otro lado con pareja distinta.
Entonces, la hija de doce años quedó a vivirse con la abuela materna, que es viuda, porque el esposo falleció en un accidente automovilístico.
Luis Velázquez
La abuela, con la pensión, flota bien, sin premuras ni urgencias, en la vida cotidiana.
Casa propia. Buena pensión. Sin deudas. Sin lujos.
La chica cursa el primer año de secundaria y en la escuela conoció a un chico de 15 años, que estudia el tercer año.
Pero, además, es un chico ken y trabaja en un centro nocturno y baila en la pista como parte del show.
Y, bueno, todas las noches, más aún los fines de semana, respira y huele el sexo, que es el producto comercial del antro.
Tal cual, la relación con la chica de 12 años pronto, antes, mucho antes de que el gallo cantara 3 veces, terminó en la intimidad de un motel callejero.
Las buenas propinas se lo permitían. Y, por tanto, llevaba unas dos, tres veces al motel a la joven estudiante de 12 años.
Además, y como ella misma dice, sin preservativo porque no sabe igual.
Descubrió así, y pronto, el sexo, cuando apenas el año anterior, en el sexto año de primaria, la maestra de biología les había explicado hasta los términos científicos de cada parte del cuerpo humano.
Una tarde llegó a casa pasadita de copas y la abuela enfureció.
La chica quedó dormida en su cama y la abuela registró el teléfono celular que había obsequiado a la nieta.
Y oh paradoja, casi sufre un paro cardiaco fulminante.
Halló unas diez fotografías del miembro viril de un hombre.
Y en todas una leyenda:
Gracias por hacerme feliz…
Eres el mejor…
La tienes bien grande…
Nunca me dejes…
Extraño tu cíclope…
Claro, era la primera aventura sexual de la nieta de doce años.
LA CHICA HUYÓ DE CASA…
Y la abuela, sin control alguno, desbordado el coraje, se fue encima de la nieta y la agarró a golpes, dormida, en trance alcohólico.
La madriza fue tan dura y pertinaz que la abuela debió hablar al médico familiar para que fuera de inmediato, ya, lo más pronto posible, porque la chica sangraba de la boca, de la cara, de un brazo, etcétera.
Tres, cuatro, cinco días, permaneció en cama.
5 mil pesos costó el tratamiento médico y el servicio del médico.
Y la nieta condenó a la abuela a un silencio feroz.
Encerrada en ella misma, sin dar explicación.
Un día, cuando había sanado, hacia la mitad de la noche, la chica abandonó la casa de la abuela y sin dejar una nota informativa, una carta, se fue.
Y se fue con rumbo desconocido.
Ni siquiera, vaya, con el novio, porque la abuela encontró al novio en la escuela secundaria para solicitar informe y el novio dijo que desde hacía una semana no le contestaba el teléfono ni tampoco conocía el paradero.
Tampoco estaba en la casa del par de amigas.
Se esfumó.
La abuela ha avisado a la madre y al padre; pero ambos se lavaron las manos. Cada una vive con otra pareja y tienen, por tanto, otros intereses, otros afanes.
La abuela, de 60 años de edad, pasa las noches en vela, esperando que suene el teléfono y sea ella y/o que toque a la puerta, mejor dicho, abra la puerta pues tiene llave de la casa.
Joe Núñez 19 Abr, 2015 - 01:05
DecÃa el tÃo Pedro: " mucho querer es echar a perder". Y no querer es condenar a la perdición a los hijos e hijas. Aquà el egoismo de los progenitores es la constante. Reflexionemos padres, reflexionemos. Más que dinero nuestros hijos(as) necesitan de cariño y tiempo de calidad, no es mucho y con voluntad todo se puede.
Bien profética aquella canción que escuchaba en mi niñez, un fragmento decÃa asÃ:
"... Y hay tanta adolescencia apresurada, y tanta soledad arrepentida..."