El día que conocí a Dios
•Dios se adueñó de la noche
•Otros Dioses en mi vida
DOMINGO
Un día conocí a Dios
Una tarde, el jefe de Redacción del periódico, Horacio Aude Zebadúa, me llamó a su privado.
--Al rato, dijo, te invito a conocer a Dios.
--¿A dios, con minúscula o con mayúscula?
--Con mayúscula. A Dios.
--Caray, jefe, estás delirando.
Luis Velázquez
Horacio sonrió. Y sólo dijo:
--Apúrate con tus notas del día.
Escribí rápido, aprisa y de prisa. Sin levantar la mirada de la máquina de escribir.
Tampoco sin contestar las llamadas telefónicas. Sin echar desmadre con el reportero de al lado.
El jefe de Redacción también apresuraba el material informativo para la portada, que él mismo seleccionaba y diseñaba.
Tampoco se distrajo con el teléfono ni con la secretaria con la que todas las tardes platicaba las vivencias y los chismes del día.
Hacia las 7, 8 de la noche, dijo:
--Vámonos.
Nos trepamos a una camioneta que entonces tenía con chofer, el legendario y mitológico Fallo Caracas, uno más de la dinastía de los hermanos Caracas, aquellos que llegaban a “La escondida”, la mejor casa de citas que ha existido en la historia jarocha, y se llevaban, pistola en mano, a unas diez chicas para una fiesta nocturna.
Fallo Caracas tomó camino al aeropuerto Heriberto Jara. Llegó a tiempo cuando el avión procedente de la ciudad de México aterrizaba.
--Ahí lo tienes, dijo Horacio. Ahorita te presentaré a Dios y cenaremos con él.
Era don Julio Scherer García.
LUNES
Y Dios se adueñó de la noche…
Aquella noche cené con Dios en una velada que llegó a la una de la mañana, aproximadamente.
En el centro de la mesa, Dios.
En el lado izquierdo, Jorge Malpica Martínez.
Y en el lado derecho, Horacio Aude y el tecleador.
Dios Julio Scherer habló. Mejor dicho, se adueñó del micrófono porque así era la noche.
Habló de todos los temas. El país. El presidente de la república. Algún secretario de Estado. Los gobernadores. El periodismo.
Jorge Malpica y Horacio le preguntaban y Dios Julio Scherer contestaba de manera profética. Mezclando y entremezclando la información con el ingenio mordaz y perspicaz, salpicado de anécdotas.
--¿Y usted, por qué no habla, por qué no pregunta? me lanzó Dios Julio Scherer la palabra como un látigo.
--Señor, lo miro con otros ojos.
Dios Julio Scherer se me quedó mirando. Los ojos como unos cuchillos filosos, taladreando. Luego sonrió. Gracias, dijo.
Cenaban con alcoholes. Débil ante el whisky, temeroso de un desliz con la lengua suelta, desde el principio aposté a un vaso con agua y otro y otro y otro.
Es el mejor recuerdo de toda mi vida periodística que sólo alcancé a plenitud cuando entrevisté a David Alfaro Siqueiros en el viejo y antiguo café de La Parroquia, de la avenida Independencia, y a Demetrio Vallejo, el gran líder ferrocarrilero, recién salido del palacio negro de Lecumberri, en una girita en el puerto jarocho, en los patios de la vieja estación del tren.
MARTES
Otro Dios en mi vida
Había otros Dioses en mi vida.
Don Manuel Buendía, el columnista más influyente del siglo pasado, asesinado por la espalda en el segundo año del presidente Miguel de la Madrid por uno de sus testaferros en la secretaría de Gobernación, José Antonio Zorrilla, director de la Federal de Seguridad.
Sus columnas estaban bien documentadas que con frecuencia aparecían en portada; pero como noticia principal, las 8 columnas.
Además, claro, del ejercicio nato y neto de la inteligencia, la picardía y el ingenio, pitorreándose de todos, sin excepción.
Había fundado en la ciudad de México el Ateneo de Angangueo, el nombre del pueblo donde naciera en Michoacán.
Allí se concitaban algunos de los mejores columnistas y reporteros y escritores e intelectuales del momento para ofrecer una comida a un político federal, al gobernador de una entidad federativa, con quienes construían un diálogo frontal, ríspido pero respetuoso, y en donde la regla universal era que todos se divirtieran.
Y cosa rara y extraña, los políticos aguantaban vara.
Yo estuve más cerca del Dios Buendía que del Dios Scherer.
MIÉRCOLES
El Dios Carlos Monsiváis
Mi otro Dios era Carlos Monsiváis.
En varias ocasiones aceptó la invitación para una conferencia sobre la crónica periodística en la facultad de Comunicación de la Universidad Veracruzana.
Incluso, hasta ofreció un curso sobre la crónica a un grupo de 20 estudiantes, elegidos a partir de una crónica que hubieran reporteado y escrito.
Siempre era su chofer en el puerto jarocho y también su comensal en los días de su periplo.
Y aun cuando la platicaba giraba alrededor de la vida pública, se centraba en la crónica, como una gran oportunidad para aprender.
En el día, impartía el curso, y en la tarde/noche se encerraba en el cuarto del hotel a escribir los textos múltiples que entregaba a las redacciones de varios periódicos y revistas de la ciudad de México.
Siempre cargaba su máquina portátil Olivetti.
JUEVES
El Dios Mayor
Mi Dios mayor fue el sacerdote David Constantino García.
En la escuela secundaria me enseñó el mundo insólito, la aventura indescifrable, de la lectura.
Siempre me prestaba uno por uno los libros de su biblioteca majestuosa, pues parte de sus gastos era comprar libros, muchas veces por catálogo a las librerías de la ciudad de México.
Me prestaba un libro y cada uno debía platicarse y discutirse y defenderse con argumentos, que es, afirmaba, la forma efectiva de leer.
En aquel tiempo, en el pueblo, me llevó a Azorín, el maestro español de la frase corta y lapidaria y cuyos 20 libros, quizá más, me prestó, y me obsequió cuando se fue a Roma a cursar un doctorado en Teología durante tres años.
Gracias a mi Dios David, la lectura ha sido la más prodigiosa compañera de la vida.
Un día lo dijo mi hija con una frase sabia y poética, que nunca, jamás, he olvidado:
“Papá nunca está solo. Siempre está con un libro”.
VIERNES
Una Diosa en mi vida
También he tenido Diosas en el camino. No han sido barbies ni ladies.
La maestra Praxedis Lagunes Capistrán era la directora en la escuela primaria y secundaria en el pueblo. Vivía con la medianía de su salario con una austeridad franciscana en una casita con la sala y ventana a la calle.
Ahí, solía sentarse todas las noches a leer unas tres, cuatro horas, quizá más tiempo, sus libros.
Muchas veces pasaba frente a su casa sólo para mirar aquella visión apocalíptica, sumida en la lectura como en un trance, levitando con el libro en la mano.
En ocasiones, ya tarde, cuando regresaba de la cancha de basquetbol en que todas las noches entrenábamos para el juego estelar del campeonato en el fin de semana, me detenía frente a su ventana y se había quedado dormida con el libro en la mano, cabeceando.
Un día, quizá en un trance, despertó y me sentí descubierto de pie en la banqueta, frente a la ventana de su casa.
De inmediato, tomó conciencia de que se había quedado dormida y aclaró:
“No dormía. Pensaba con los ojos cerrados lo que estaba leyendo”.
Ella también me zambulló en la lectura. Poco a poco me fue prestando todos los libros de su biblioteca, llevándome de la mano en los asuntos temáticos para leer con provecho, decía.
Sin duda, le expropié algunos libros que luego fueron, han sido, son, los libros de cabecera, llenos de humedad y ácaros que me han acompañado casi cinco décadas.
Mariachi Lilia gaona aguilar 19 Feb, 2017 - 21:42
Disculpe quien escribe el blog el diario de un reportero se ve querÃa mucho al padre David Constantino gracia yo quisiera saber si el tiene contacto con su familia soy hija de un sobrino suyo jose luis y hace muchos años x circunstancias aceñas a mi perdimos contacto y quisiera saber de ellos le agradecerÃa si pudiera contactarme con su hermano si aun vive o alguno de sus sobrinos muchÃsimas gracias
José Luis 22 Abr, 2015 - 22:53
Yo tengo un sólo Dios, Jesucristo de Nazareth.
Lo que tengo son muchos admirados, entre esos usted.
José Luis Valdeolivar DÃaz 21 Abr, 2015 - 20:26
En alguna ocasión leÃ, en algún texto que ya no recuerdo, una critica de un mÃstico o filosofo indio el cual expresaba que los escritores occidentales solo hablaban de si mismos y de lo que les pasaba en sus vidas. Comentario que me demostró que si bien era un grande de su cultura no entendÃa la naturaleza de nuestros escritos.
Al narrar nuestras vivencias diarias sean de carácter emocional, espiritual o de cualquier otra Ãndole estamos gritando al mundo que estamos vivos, que hemos vivido y que lo que somos es orgullosamente producto de nuestro pasado y al transmitirlo recordamos los hechos, las personas que nos influenciado para ser lo que somos el dÃa de hoy.
Gracias por sus anecdotas y su forma de ver la vida.
Othon Marcelo Ronzon 18 Abr, 2015 - 15:18
Caramba Don Luis, admiro la manera tan realista con que narra Usted sus vivencias y experiencias, gracias por compartirlas.
Afectuosamente
Othón Marcelo Ronzón