Autistas políticos
•La rebelión de los jornales agrícolas de San Quintín, en Baja California, es la prueba irrefutable de la desidia política, económica y agropecuaria del Veracruz de Javier Duarte
•Y que es de los 80 mil campesinos sublevados, el 11.6 por ciento son originarios de la tierra jarocha
•31 días después, ningún interés de los titulares de la SEDARPA y SEDECO
Luis Velázquez
Desde hace 31 días, miles de jornaleros agrícolas en el norte del país (el 11.6 por ciento son originarios del Veracruz de Érik Porres Blesa, secretario de Desarrollo Económico) se han sublevado a los patrones y al gobierno. Primero, del estado, ahora, convocando a Los Pinos.
Ellos bloquearon las autopistas y las carreteras en protesta al trato porfirista que les dan. Salarios de hambre. Jornadas de más de quince horas diarias, antes de que el sol aparezca en el horizonte y hasta cuando la luna alumbra el surco. Sin prestaciones sociales, económicas y médicas establecidas en la Ley Federal del Trabajo. Y hasta con tienda de raya.
Se levantaron contra los patrones, que los desoyeron. Se fueron contra el gobernador panista, que los menospreció.
Entonces, el único recurso que les restaba era la indignación social.
Ahora, tocan puertas en la Secretaría de Gobernación para establecer un diálogo con los patrones y lograr la justicia social tan soñada y tan buscada durante siglos.
De pronto, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el presidenciable Miguel íngel Mancera, se sintió tocado por un rayo divino y se ofreció como instrumento de diálogo.
Así, el gobernador panista de Baja California se enfureció.
El caso es que un mes y un día después ni el secretario de Desarrollo Agropecuario del gobierno de Veracruz, el dentista Ramón Ferrari Pardiño, ni tampoco el titular de la SEDECO han pronunciado una sola palabra.
Han, pues, dejado a la deriva a los indígenas y campesinos migrantes de Veracruz, huyendo del paraíso perdido, buscando una salida a su infierno laboral y social y topándose con el peor infierno del mundo en San Quintín; pero también en las haciendas porfiristas aledañas.
¡Vaya menosprecio, entonces, de Ferrari y Blesa, apostando a la indiferencia!
Uno. El gobernador Francisco “Kiko” Vega Delamadrid tomó el helicóptero y sobrevoló casi encima de las cabezas de los jornaleros agrícolas en plantón y Ferrari guardó silencio, sin levantar la voz para una condena.
Dos. El gobernador llamó delincuentes y guerrilleros a los jornaleros y Ferrari, de igual manera, permaneció agazapado, escondiéndose en sus bembas.
Tres. El gobernador se puso de lado de los patrones, no obstante la buena calidad de los productores agropecuarios, todos de exportación a Estados Unidos, y Ferrari ni un cabildeó efectuó para defender al 11.6 por ciento de los 80 mil jornaleros… originarios de Veracruz.
Cuatro. Los jornaleros llegaron a la ciudad de México para cabildear apoyo y nunca, jamás, Ferrari se enteró, simple y llanamente porque le vale, tan ocupado como está en que la venta de los cinco ingenios de Veracruz, entre ellos, Nuevo San Francisco, quede como traje a la medida.
Cinco. Antes, mucho antes, que Ferrari, Miguel Angel Mancera levantó la mano y se ofreció de cabildero.
Un diplomático, pues, en medio del caso social, económico y laboral que viven y padecen los jornaleros.
Ferrari…en el limbo.
LOS PERFUMADITOS
Si en Baja California hay unos 80 mil jornaleros, de los cuales el 11.6 por ciento migraron de Veracruz hablamos, mínimo, de unos 11,500, campesinos e indígenas que habrían partido al paraíso prometido huyendo del desempleo y los salarios de hambre en el Veracruz de Érik Porres y Ramón Ferrari.
Y, por eso mismo, resulta insólito que hayamos llegado a tales niveles de insensibilidad social ahora que en San Quintín ha estallado el conflicto.
20 y las malas a que ni siquiera, vaya, estarían informados del asunto, y menos, mucho menos, le han dado seguimiento.
Para ellos, perfumaditos como son, la creación de empleos y la mejoría en el campo consiste en asistir bien trajeado a foros utópicos en el caso de Porres y con una guayabera, que parece piyama, en el caso de Ferrari, para ocultar la panza expansiva que cada vez le crece.
La rebelión de San Quintín es la prueba irrefutable de la desidia en la política agropecuaria y económica en el Veracruz de Javier Duarte.