Ni Érick Lagos ni Jorge Carvallo, confiables para Duarte
•Versiones: titulares de SEGOB y SEDESOL, capaces de traicionar
•Con todo, “El chilly-willy” le cae bien
•Su pasado condena a “El toluco”
•Que Alberto Silva es el hombre de más confianza del gobernador
Ríe Javier Duarte en la Casa Veracruz. Cuenta anécdotas y carcajea más que todos. Y como la risa es un fenómeno trasmisible y transmitible, que dice el psicólogo, los otros ríen.
Luis Velázquez
Está con los suyos. Mejor dicho, parte del gabinete. Es un día cualquiera de los días que corren.
Entonces, cerca por ahí con la mirada descubre a Erick Lagos, el secretario General de Gobierno, y dice a un interlocutor:
“Mira, ahí tienes a tu Frankenstein”.
“Yo no lo crié, señor” se excusa el otro.
“Ahí lo tienes” dijo y se echó una carcajada.
Según el biógrafo, el jefe máximo del priismo local está consciente, seguro, de un hecho: Laguitos nunca ha sido para Duarte un político confiable. Incluso, sabe de igual manera que en la primera de cambios, Laguitos lo puede traicionar.
Pero al mismo tiempo, y como acontece con el síndrome de Estocolmo, Laguitos cae bien, en gracia, a Duarte. Lo hace reír. Le lleva chismes y chistes. Y ni hablar, se arriesga.
Y, bueno, se arriesga tanto que, por ejemplo, según la versión, Gerardo Buganza Salmerón fue removido de la SEGOB jarocha y enviado a la SIOP solo para cumplir un ofrecimiento que Duarte traía pendiente.
En todo caso, dice el que sabe, que Laguitos es una especie de bufón del jefe máximo que bufones han tenido todos los hombres del poder.
Otro biógrafo, sin embargo, ha dicho lo siguiente: en las neuronas, el corazón y el hígado de la dupla Javier Duarte y Fidel Herrera primero está Laguitos, luego Jorge Carvallo, y al último, Alberto Silva Ramos.
Pero dice el psicólogo social y político, tan conocedor de la naturaleza humana como, por ejemplo, Fernando Gutiérrez Barrios, Laguitos, en efecto, en ningún momento ha sido confiable para nadie.
Ahí está, dicen, haber tirado al olvido a Anahí, que tanto fue su tabla de salvación en los años difíciles de la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana.
Y se diga su traición a sus compas, cuadernos de doble raya, Christian José Morales Carreto y Nelson Cabrera Cobos (averiguación previa 30/UECS-DIM/2010), desaparecidos y nunca, nunquita, jamás, un dato sobre su paradero y destino.
Peor tantito: el olvido que es más canijo. Y traumático. Lo reza la canción: Perdón… pero yo no la recuerdo”.
Y es que, bueno, la historia ahí está: los políticos nunca tienen lealtades ni principios. Tienen intereses.
Por eso Antonio López de Santa Anna era tan claridoso y cínico: “Yo nunca he traicionado mis convicciones, porque nunca las he tenido”.
Como Laguitos.
TAMPOCO CARVALLO ES CONFIABLE A DUARTE
Luego del titular de la SEGOB está Jorge Alejandro Carvallo Delfín, secretario de Desarrollo Social.
“Tampoco es confiable para Duarte” dice el psicólogo social y político.
Un solo dato, el último, lo evidencia: ha mudado en “El hijo pródigo del siglo XXI en Veracruz” y ni hablar, está canijo que el padre reniegue de su hijo (“es un corrupto” ha dicho), peor, incluso, que un gemelo odie a su otro gemelo.
Y por tanto, aun cuando el jefe máximo lo designara secretario particular y luego titular de SEDESOL fue por otras razones políticas, además.
Observa el psicólogo: Laguitos y Carvallo son políticos prácticos. Al pan pan y al vino vino y al billete billete.
En contraparte, Alberto Silva es un político y amigo confiable para Duarte, a partir de lo siguiente, entre otras cositas.
Una. Es un político que piensa. Lee. Arrastra la pluma. Piensa. Teórico y práctico.
Dos. Fue el primer jefe de Duarte tiempo aquel en la secretaría de Gobernación, Jorge Carpizo titular, Fidel Herrera director de becas. Allí aterrizó Duarte, encargado de la sinopsis informativa del día en el estado de Veracruz que le dictaban por teléfono, y escribía como pollito, picoteando las teclas.
Y, bueno, Silva Ramos fue cordial y amable con el joven Javier Duarte.
Tres. La vida pública caminó así: mientras Lagos y Carvallo se le pegaron a Fidel, Duarte y Silva cultivaban su jardín.
Otros, sin embargo, advierten: desde hace ratito, el jefe máximo cerró la llave a la dirección de Comunicación Social por un solo antecedente: Silva utilizaba la dependencia para posicionarse él, encima, incluso, de Duarte.
Y como la fuerza política de la vocería está en el pago puntual de los contratos con los medios, también llamados “iguala” (otros les llaman convenios, arreglos, pactos, acuerdos, etcétera), Silva pasa las de Caín, pues, se afirma, si la antecesora era intimidante y represiva, Alberto agarra de pendejos a los que puede.
HECTORIZAR Y/O CAROLINIZAR A VERACRUZ
Tal cual caminan con tiento los días que corren.
Y como por naturaleza la gente que vive de cara al mar se doctora en rumorología, las semanas andan calientes con el rollo de que la mini/gubernatura de dos años va o no va.
Y si va, los dados del cubilete político apuestan a que va Laguitos a que va Carvallo a que va Ramos a que va Pepe a que a va Héctor.
Bueno, el colmo de la locura: en la encuesta fidelista de Parametría ya filtraron el nombre de Carolina Gudiño como puntera con Laguitos por encima de Héctor Yunes.
Así, mientras el senador pretende hectorizar a la población electoral, la Gudiño sueña con carolinizar a todos, olvidando (la memoria falla) que hacia el año 2010 peleó con Duarte, Salvador Manzur y Alberto Silva, y por tanto, está vedada y vetada.
Duarte ríe. Festina los días. Solo piensa en los 25 presidentes del continente iberoamericano que llegarán aquí la próxima semana.
Y, por supuesto, se divierte.
“Ahí tienes a tu Frankenstein” le dice al tutor de Laguitos.