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Crónicas
Viernes 28 noviembre, 2014

Ni Érick Lagos ni Jorge Carvallo, confiables para Duarte

Versiones: titulares de SEGOB y SEDESOL, capaces de traicionar
Con todo, “El chilly-willy” le cae bien
Su pasado condena a “El toluco”
Que Alberto Silva es el hombre de más confianza del gobernador

Rí­e Javier Duarte en la Casa Veracruz. Cuenta anécdotas y carcajea más que todos. Y como la risa es un fenómeno trasmisible y transmitible, que dice el psicólogo, los otros rí­en.

Luis Velázquez

Está con los suyos. Mejor dicho, parte del gabinete. Es un dí­a cualquiera de los dí­as que corren.

Entonces, cerca por ahí­ con la mirada descubre a Erick Lagos, el secretario General de Gobierno, y dice a un interlocutor:

“Mira, ahí­ tienes a tu Frankenstein”.

“Yo no lo crié, señor” se excusa el otro.

“Ahí­ lo tienes” dijo y se echó una carcajada.

Según el biógrafo, el jefe máximo del priismo local está consciente, seguro, de un hecho: Laguitos nunca ha sido para Duarte un polí­tico confiable. Incluso, sabe de igual manera que en la primera de cambios, Laguitos lo puede traicionar.

Pero al mismo tiempo, y como acontece con el sí­ndrome de Estocolmo, Laguitos cae bien, en gracia, a Duarte. Lo hace reí­r. Le lleva chismes y chistes. Y ni hablar, se arriesga.

Y, bueno, se arriesga tanto que, por ejemplo, según la versión, Gerardo Buganza Salmerón fue removido de la SEGOB jarocha y enviado a la SIOP solo para cumplir un ofrecimiento que Duarte traí­a pendiente.

En todo caso, dice el que sabe, que Laguitos es una especie de bufón del jefe máximo que bufones han tenido todos los hombres del poder.

Otro biógrafo, sin embargo, ha dicho lo siguiente: en las neuronas, el corazón y el hí­gado de la dupla Javier Duarte y Fidel Herrera primero está Laguitos, luego Jorge Carvallo, y al último, Alberto Silva Ramos.

Pero dice el psicólogo social y polí­tico, tan conocedor de la naturaleza humana como, por ejemplo, Fernando Gutiérrez Barrios, Laguitos, en efecto, en ningún momento ha sido confiable para nadie.

Ahí­ está, dicen, haber tirado al olvido a Anahí­, que tanto fue su tabla de salvación en los años difí­ciles de la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana.

Y se diga su traición a sus compas, cuadernos de doble raya, Christian José Morales Carreto y Nelson Cabrera Cobos (averiguación previa 30/UECS-DIM/2010), desaparecidos y nunca, nunquita, jamás, un dato sobre su paradero y destino.

Peor tantito: el olvido que es más canijo. Y traumático. Lo reza la canción: Perdón… pero yo no la recuerdo”.

Y es que, bueno, la historia ahí­ está: los polí­ticos nunca tienen lealtades ni principios. Tienen intereses.

Por eso Antonio López de Santa Anna era tan claridoso y cí­nico: “Yo nunca he traicionado mis convicciones, porque nunca las he tenido”.

Como Laguitos.

TAMPOCO CARVALLO ES CONFIABLE A DUARTE

Luego del titular de la SEGOB está Jorge Alejandro Carvallo Delfí­n, secretario de Desarrollo Social.

“Tampoco es confiable para Duarte” dice el psicólogo social y polí­tico.

Un solo dato, el último, lo evidencia: ha mudado en “El hijo pródigo del siglo XXI en Veracruz” y ni hablar, está canijo que el padre reniegue de su hijo (“es un corrupto” ha dicho), peor, incluso, que un gemelo odie a su otro gemelo.

Y por tanto, aun cuando el jefe máximo lo designara secretario particular y luego titular de SEDESOL fue por otras razones polí­ticas, además.

Observa el psicólogo: Laguitos y Carvallo son polí­ticos prácticos. Al pan pan y al vino vino y al billete billete.

En contraparte, Alberto Silva es un polí­tico y amigo confiable para Duarte, a partir de lo siguiente, entre otras cositas.

Una. Es un polí­tico que piensa. Lee. Arrastra la pluma. Piensa. Teórico y práctico.

Dos. Fue el primer jefe de Duarte tiempo aquel en la secretarí­a de Gobernación, Jorge Carpizo titular, Fidel Herrera director de becas. Allí­ aterrizó Duarte, encargado de la sinopsis informativa del dí­a en el estado de Veracruz que le dictaban por teléfono, y escribí­a como pollito, picoteando las teclas.

Y, bueno, Silva Ramos fue cordial y amable con el joven Javier Duarte.

Tres. La vida pública caminó así­: mientras Lagos y Carvallo se le pegaron a Fidel, Duarte y Silva cultivaban su jardí­n.

Otros, sin embargo, advierten: desde hace ratito, el jefe máximo cerró la llave a la dirección de Comunicación Social por un solo antecedente: Silva utilizaba la dependencia para posicionarse él, encima, incluso, de Duarte.

Y como la fuerza polí­tica de la vocerí­a está en el pago puntual de los contratos con los medios, también llamados “iguala” (otros les llaman convenios, arreglos, pactos, acuerdos, etcétera), Silva pasa las de Caí­n, pues, se afirma, si la antecesora era intimidante y represiva, Alberto agarra de pendejos a los que puede.

HECTORIZAR Y/O CAROLINIZAR A VERACRUZ

Tal cual caminan con tiento los dí­as que corren.

Y como por naturaleza la gente que vive de cara al mar se doctora en rumorologí­a, las semanas andan calientes con el rollo de que la mini/gubernatura de dos años va o no va.

Y si va, los dados del cubilete polí­tico apuestan a que va Laguitos a que va Carvallo a que va Ramos a que va Pepe a que a va Héctor.

Bueno, el colmo de la locura: en la encuesta fidelista de Parametrí­a ya filtraron el nombre de Carolina Gudiño como puntera con Laguitos por encima de Héctor Yunes.

Así­, mientras el senador pretende hectorizar a la población electoral, la Gudiño sueña con carolinizar a todos, olvidando (la memoria falla) que hacia el año 2010 peleó con Duarte, Salvador Manzur y Alberto Silva, y por tanto, está vedada y vetada.

Duarte rí­e. Festina los dí­as. Solo piensa en los 25 presidentes del continente iberoamericano que llegarán aquí­ la próxima semana.

Y, por supuesto, se divierte.

“Ahí­ tienes a tu Frankenstein” le dice al tutor de Laguitos.


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