Por ejemplo, el viernes 21 de noviembre, 2014, en la colonia Villa Unión, de Fortí­n de las Flores, apareció el siguiente aviso en los postes de la Comisión Federal de Electricidad y en bardas y en árboles: “Ladrón, te estamos observando. ¡Ni lo intentes si aprecias tu vida! Vecinos Unidos Contra la Delincuencia”.

Hartos de la inseguridad, mortificados con que sus vidas están prendidas de alfileres, encorajinados con el posible secuestro y desaparición y asesinato de sus hijos y parientes, los vecinos, en otras cartulinas, en Fortí­n expresan lo siguiente: “Delincuente, no te arriesgues. Pueblo unido en constante vigilancia. Si te sorprendemos robando, no te la vas a acabar”.

En otro letrero son claridosos, sin rodeos, al pan pan y al vino vino: “Vecino vigilante, si te sorprendemos robando, te linchamos”.

Y es que hacia mitad de año, los vecinos hablaron con el señor presidente municipal, Armel Cid de León.

Pidieron seguridad. Blindar Fortí­n. El Fortí­n seguro. El Mando Único. Y la respuesta, hasta anoche, el silencio.

Incluso, semanas anteriores se organizaron para lanzar un asentamiento de la colonia Antorchista, invadida por 250 familias, la misma organización cuya fama pública expresa que son protegidas del secretario General de Gobierno, Érick Laguitos Hernández.

II

En varias ciudades de Veracruz, cierto, los vecinos se han organizado para defender su localidad, la colonia, el barrio.

Es más, y como ha quedado consignado, en unos pueblos los presidentes municipales, rasurados por la Secretarí­a de Seguridad Pública, SSP, los han cooptado e incorporado a las filas policiacas.

Pero ahora, en Fortí­n, aparece el peine. Parecen estar más encabritados que otros compatriotas.

Y, bueno, hablar de linchamiento sólo tiene un significado: justicia por propia mano, ante, claro, el principio de Peter a que ha llegado la SSP.

Más ahora con la Fuerza Vigilante y la Gendarmerí­a peñista.

Avisados, pues, han quedado.

III

En Veracruz, de cara hacia el pasado, en el chirinato, unos vecinos del sur se hicieron justicia por sí­ mismo, incendiando a un violador.

En elfFidelazgo, un lí­der campesino, Ramiro Guillén Tapia, de la región de Acayucan, hermano de un exalcalde y de un poeta exitoso en España, protestó en la En el centro de Veracruz, la pasión se incendia: en Fortí­n amenazan con linchar a malosos y en la sierra de Zongolica, hartos del acoso militar, tomando como pretexto un levantamiento armado escalinata de la Catedral frente a palacio de gobierno de Xalapa porque le negaron el legí­timo derecho de audiencia.

Luego, se prendió fuego. Murió en el hospital minutos después de haber sido internado.

Un muerto que desde entonces Fidel Herrera carga en su conciencia y arrastra en medio de los recuerdos.

En otras entidades federativas, algunas veces cuando han capturado a un ladrón, un sicópata, un asesino, enfurecido el pueblo lo ha linchado.

Y, bueno, las cartulinas aparecidas en las calles de Fortí­n anuncian la tempestad social.

Peor tantito si se considera que en su comparecencia en la LXIII Legislatura, el secretario General de Gobierno alardeó del diálogo, la negociación, los acuerdos, los pactos y la certeza y la seguridad jurí­dica en la vida y los bienes.

IV

En otros pueblos de Veracruz, el tsunami de la violencia ha causado peores estragos.

Manlio Fabio Altamirano, por ejemplo, una familia, con tres niños, secuestrada en la noche y desaparecidos hasta la fecha, luego de dos años.

Paso de Ovejas, una familia, con un bebé en brazos de su madre, fusilada en la única calle del poblado camino a Cantarranas.

Nanchital, una chica de 16 años, secuestrada, desaparecida, ultrajada, asesinada y calcinada en la ví­a pública.

Coatzacoalcos, una niña de 5 años, secuestrada, desaparecida, asesinada y sepultada en fosa clandestina.

En la ruta Omealca a Tezonapa, pozos artesianos convertidos en fosas clandestinas de los malandros, de igual manera que el rí­o Blanco.

En la región de Potrero, 19 personas desaparecidas, sin ninguna huella, ninguna pista, ningún indicado.

En la Cuenca del Papaloapan, 30 desaparecidas, con un montón de fosas clandestinas descubiertas, donde sólo unas cuantas familias recuperaron el cadáver del pariente para la cristiana sepultura.

Etecé. Etecé.

Y, sin embargo, en ninguna de tales latitudes la población ha linchado a los malandros ni a los rateros ni menos, por ejemplo, bloqueado las ví­as de comunicación de manera permanente hasta lograr resultados.

Pero en Fortí­n de las Flores, uno de los pueblos más bellos de la tierra jarocha, las señales son preocupantes.

Lo peor del asunto es que la indignación crónica florece en tierra fértil de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.

Tantito peor si se considera lo siguiente: los campesinos del TINAM (Unión de Todos los Pueblos Pobres, por sus siglas en náhualt) de la sierra de Zongolica han advertido el acoso militar ante un presunto levantamiento armado.

Según ellos, la intimidación se está dando en el poblado de Zapoapita, municipio de Fortí­n, Nexca y Zapoapan en Ixtaczoquitlán, y Astacinga.

Leyenda popular, leyenda urbana, leyenda indí­gena… eso de la insurrección, más valdrí­a checar el asunto del acoso antes de que otras cositas pudieran ocurrir, como por ejemplo, aquella vez cuando una partida de soldados levantaron, ultrajaron y dieron muerte a doña Ernestina Ascencio Rosario, de 73 años, en el mes de febrero de 2007 y cuyo expediente jurí­dico, así­ trascendió en la historia, fue cambiado por el gobernador Fidel Herrera, sólo para quedar bien con el presidente Felipe Calderón, quien por cierto lo odiaba.