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Crónicas
Lunes 20 octubre, 2014

El infierno duartista: los migrantes

Luego de su desencanto laboral en Veracruz, tres chicas de 25 años partieron el fin de semana a la frontera norte para internarse como migrantes en Estados Unidos
Fracaso de la polí­tica económica

Secretario de Desarrollo Económico, Érik Porres Blesa, se le informa lo siguiente, quizá, acaso, esté enterado:
El viernes 17 de octubre, tres chicas de Veracruz, originarias de Los Tuxtlas, quemaron sus naves en el puerto...

Luis Velázquez

jarocho donde laboraban de meseras, y con la firmeza más insólita del mundo, treparon a un ADO camino a la frontera norte para entrar a Estados Unidos como migrantes ilegales.

Sin papeles. Sin documentos. Más con el hambre y la miseria persiguiendo sus legí­timos sueños de una calidad de vida para los suyos. Sus padres. Sus familias.

Tres paisanas más de Veracruz que huyen del desempleo, los salarios de hambre y la jodidez.

Pero más aún, de un Veracruz sin horizonte, sin mañana, sin esperanzas, porque aquí­, secretario, hasta la esperanza ha sido asesinada.

Las tres chicas, amigas ellas, salieron de Los Tuxtlas hace tres años, también perseguidas por el desempleo, para buscar una tablita de salvación en el puerto jarocho que miraban pujante con sus plazas comerciales y fraccionamientos en la rivera jarocha.

Con la escuela secundaria incompleta, empleadas domésticas en el pueblo, que alguna vez llamaron la Suiza veracruzana, como ahora a Veracruz el Houston de México y la Arabia Saudita de América Latina, aterrizaron como Hernán Cortés y “El pirata” Lorencillo en las playas de Chalchihuecan.

Y, bueno, durante tres años anduvieron de un restaurante en otro, unas veces de meseras, otras en la cocina, otra lavando platos, mesas y baños, y hasta de veladoras en la madrugada.

El salario de hambre apenas, apenitas y les daba para pagar un departamentito entre las tres, comprar la despensa entre las tres y cocinarse para las tres, pues en el restaurante les cobraba a precio normal el desayuno, la comida y la cena.

Unas ocasiones, oh Dios mí­o que magnánimo eres, les alcanzaba la quincena para enviar unos centavitos a sus padres; pero por lo general quedaban con las ganas.

HACENDADOS PORFIRISTAS EN VERACRUZ

Durante tres años su vida osciló entre la chamba en el restaurante y el depa, sin darse el gusto de un espacio para el regocijo del cuerpo y del alma y del corazón y, bueno, del sexo, necesidad biológica normal según el viejito barbón de Sigmund Freud.

Así­, la vida diaria las fue empujando a la decisión que ahora tomaron.

Entonces, empezaron a juntar unos centavitos, sobre todo para contratar un pollero que en la frontera norte las traslade, ya sea por el rí­o Bravo o por el desierto, al paí­s de Barack Obama, el presidente que más ha deportado y repatriado a mexicanos en toda la historia de los Estados Unidos, un pueblo fundado por migrantes.

En los tres años, secretario, quisieron terminar la secundaria y pasar al bachillerato, soñando quizá, acaso, con alguna carrera técnica.

Ni el dinerito les daba. Ni tampoco la energí­a fí­sica y espiritual.

En el restaurante les daban el mismo trato de los hacendados porfiristas a los indí­genas y campesinos: el trabajo hasta el agotamiento.

Y, lo peor, sin Seguro Social, sin prestaciones sociales y económicas, sin dí­a de descanso.

Todaví­a peor, con la amenaza del gerente de un despido fulminante al primer error, así­ fuera, por ejemplo, que llegaran con 3, 4, 5 minutos de atraso a la chamba, digamos, por un embotellamiento del autobús urbano de pasajeros.

Secretario, tres mujeres más de Veracruz, jóvenes, menores de 25 años, han partido de Veracruz atrás de la tierra prometida.

El paraí­so con que los judí­os soñaron en el relato bí­blico.

El edén con que todos los seres humanos, y usted también, sueñan en cada nuevo amanecer.

Se fueron, pues, de migrantes, simple y llanamente, secretario, de igual manera como cientos, miles de paisanos en otras latitudes del mundo buscando un chambita para llevar el itacate a casa.

EN TODOS LOS PUEBLOS DEL MUNDO HAY MIGRANTES

Y es que, bueno, cada vez que un paisano migra y emigra para lograr, hasta donde sea posible, un trabajo digno, seguro, estable, pagado con justicia laboral y social, manifiesta el fracaso, el gran fracaso de la polí­tica económica.

Cierto, si es que pudiera servir de consuelo, aun cuando “toda alabanza en boca propia es vituperio”, la Biblia habla de migrantes y de pueblos fundados por migrantes.

Cierto, en todos los rincones del mundo hay migrantes.

Es y ha sido el destino de la humanidad como proclamaran Carlos Marx y Federico Engels y los profetas que escribieron la biblia y hasta la astróloga de los Llanos de Sotavento y los santeros de Los Tuxtlas.

Pero la migración, entre otras cositas, siembra, alimenta, origina, propicia, la terrible desintegración familiar, y con frecuencia, de manera fatí­dica, como los suicidios de niños en San Juan Evangelista, y los divorcios, y las madres solteras, y las drogas y los parricidios, etecé, etecé.

Pero en fin, dijera un agnóstico, y como exclama un personaje de Carlos Fuentes: ¡La vida es así­ y qué chingaos le vamos a hacer!”…


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