Ni menos, mucho menos, ofreciendo cargos públicos de manera anticipada a los jóvenes para ganar su lealtad y trabajo electoral entre sus cuates.

Tampoco un candidato a gobernador se hace asistiendo a velorios posando para la foto al lado del cadáver con una cara de tristeza que ni él mismo se la cree.

Ni menos rafagueando al gobernador en turno porque ha sido incapaz en el ejercicio del poder.

Ni publicándose fotos en portada de la prensa escrita al lado del presidente de la república, a quien presenta a su esposa y su bebé en brazos.

Ni pidiendo una limosna para los bomberos sólo porque forma parte de la Comisión de Protección Civil en la Cámara senatorial.

Ni tampoco arremetiendo contra sus adversarios y enemigos a quienes suele satanizar, diciendo que Veracruz necesita un polí­tico bragado, entrón, peleador callejero, en vez de una dama.

Menos caminando de norte a sur y de este a oeste de la tierra jarocha como “El borras”, sin ton ni son, sin una estrategia, nomás para levantar el polvo, hablando maravillas, por ejemplo, de las reformas energética, laboral, educativa, fiscal y hacendaria, cuando los pobres y los miserables y los jodidos siguen igual desde hace 500 años y, lo peor, sin una esperanza concreta y especí­fica para dignificar su vida cotidiana.

MEDRAR CON EL DOLOR AJENO

Un candidato a gobernador tampoco se construye dando cargos públicos a sus contendientes para que le allanen el camino, consciente y seguro del principio universal de que en polí­tica lo que se compra con billete… sale barato.

Tampoco se hace lanzando loas al gobernador y al presidente de la república en turno, tirándose al piso con toda la indignidad del mundo, y por el contrario, actuando con soberbia ante los humildes.

Menos, mucho menos, un candidato a gobernador se hace y se forma y se consolida tratando con menosprecio a los demás, nomás porque tiene nexos y ligas con uno que otro polí­tico federal.

Y menos, trepándose en el dolor de las ví­ctimas de un secuestro y un asesinato, gritando al cielo que al igual que los 8 millones de habitantes de Veracruz está hasta la madre de la violencia.

MODELO PARA ARMAR

Se hace, sí­, un candidato a gobernador con su biografí­a pública de muchos, muchí­simos años de servicio social, de la que ha dejado testimonio irrefutable.

También, claro, con un liderazgo fuera de serie, donde los demás lo respetan por su integridad y decencia y porque cumple con hechos y resultados la palabra empeñada, sin escuchar el canto de las sirenas de la corrupción camino a Itaca.

De igual manera se forma con sus relaciones amicales con los grupos polí­ticos en turno enquistados en el poder, porque así­ funciona el sistema polí­tico en México.

Pero al mismo tiempo, se forma porque ha sabido construir puentes para la gobernabilidad en las horas difí­ciles, teniendo como objetivo central el bienestar común.

Se construye cuando sabe sumar en las horas favorables, y cuando sabe sumirse cuando los vientos son adversos y cuando sabe sumarse cuando los vientos soplan por otros lados.

Pero también, cuando con habilidad sabe jugar con el escore en caso de que el rí­o se desborde y esté a punto de arrasarlo.

En fin… que de aquí­ a la primavera del 2016 cuando el nombre del candidato a gobernador de Veracruz sea pronunciado hay tiempo suficiente para seguir armando el modelito…