Un pueblo contra su alcalde
•Los reclamos de la marcha por la seguridad eran para Duarte, Bermúdez y compañía
•Caballero compra pendencia cercando el palacio con vallas para que ciudadanos que reclaman justicia y seguridad no le tomaran la tribuna desde donde daría el grito
"Yo ya tengo mi perro, ahora sí, renuncia, Duarte, Bermúdez... procurador" decía la consigna de un...
Ignacio Carvajal
par de vecinos de Minatitlán que asistieron a la marcha por la seguridad en Coatzacoalcos.
Y, efectivamente, dos canes marcharon entre los inconformes por la tragedia cuyo saldo del 2014 suma el secuestro y asesinato de una niña de 5 años, de su tía, y de numerosos empresarios que han sido víctimas del plagio y el cobro de cuota.
Los perritos marcharon meneando la cola y sin saberse parte de una mofa al titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), Arturo Bermúdez, a quien los mismos ciudadanos bautizaron como "El señor de los perros".
Y la marcha hubiera quedado en eso, en consignas contra Javier Duarte -al que recriminan no garantizar la seguridad ni para la ciudad de donde es nativa la primera dama- de no haber sido por que las autoridades municipales, encabezadas por el alcalde, Joaquín Caballero, se atrincheraron, dos cuadras a la redonda, con vallas de metal.
"Es nuestro parque, nuestro palacio, nuestro espacio. Es del pueblo y nos deben dejar pasar", decían los inconformes al chocar contra la estructura de metal en el crucero de Zaragoza y Llave.
"Es anticonstitucional", gritó otra voz, y el de junto le empató: "somos personas de paz, solo venimos a inconformarnos por la inseguridad, dejen pasar". En el cercado, como caporal a la defensa del rancho ganadero, Oliver Damas de los Santos, titular de Gobernación Municipal.
Hubo quienes intentaron desprenderlos los entramados tubulares para pasar sobre ellos, pero el mismo movimiento les conminó a conservar la calma "y no caer en la provocación".
Pero la valla no s´ólo bloqueó la marcha, incrementó el tono del reclamo, y si hasta ese momento las consignas se centraban en el gobernador y compañía, ahora lo eran para el alcalde Joaquín Caballero, y su comuna, a la que calificaban como "los ratas del palacio".
Para dialogar con los inconformes también se presentó Jesús Moreno Delgado, director del DIF, una persona que por lo regular siempre se muestra afable, con la mano tendida por delante presta al saludo, pero que hoy andaba con el ceño fruncido y el cuerpo echado para adelante, como el futbolista que perfila un "tacleada".
Durante una media hora, el par de funcionarios municipales enfrentó a los inconformes para convencerlos de no pasar a la plaza pública. Ofrecieron toda clase de argumentos para no quitar el cercado. Entre otras, que se debía garantizar la seguridad para los asistentes al grito.
Rebotaban las frases sobre el rostro de Oliver Damas: "No somos unos acarreados, ehh, a los que traes con una torta y un refresco, somos ciudadanos que venimos por nuestra voluntad, sabemos que no estás acostumbrado a eso".
"Renuncia Joaquín, renuncia, renuncia Joaquín, renuncia", comenzaron a gritar ante el estoico rostro de la autoridad y ante numerosos celulares de los enviados del gobierno que buscaban al líder.
"Quita la valla, quita la valla, quita la valla".
"Ya me compré mi perro, ahora renuncia, Joaquín" volvían a decir.
Pese a que nadie le pidió que viniera, Joaquín Caballero irrumpió al piquete de inconformes para auxiliar a sus colaboradores que, a juzgar de la angustia en sus caras, la llevaban perdida. Un mes atrás, en el marco de la protesta de unas 3 mil personas que exigieron justicia para la niña Karime Cruz Reyes, Oliver Damas y sus colaboradores también resultaron bombardados por los ciudadanos, y el alcalde también tuvo que presentarse para dialogar.
En ese piquete, además de concejos para que se buscara otro empleo, y pronto, Caballero recibió numerosos agravios:
"Joaquín, eres un ratero y un corrupto", le decía uno de los jóvenes con altoparlante. "Tranquilo, por favor", decía el edil, "nada de tranquilo... Joaquín, eres un ratero", le volvía a espetar el joven de unos 26 años, un joven cuyo rostro es reflejo de lo que se vio en las pancartas, chicos y chicas de esa misma edad reportados como desaparecidos.
Para donde volteara el alcalde, el reclamo y la mentada flor de labios, y cuando no, lo eran los casos "especiales" de ciudadanos cuyos hijos ya habían sido levantados por el Mando Único, la queja de que la Naval no hace su trabajo, el reclamo de que la policía Ministerial no opera, que solo lastima; el dolor de un padre contando como su hijo menor de 20 años fue sacado de su casa a la vista de los demás hermanitos, por gente armada... las lágrimas de una señora que lleva dos años esperando noticias de su hijo o el caso de la madre cuyo vástago había sido levantado por gente armada en febrero pasado.
"Es una vergí¼enza, Joaquín, que hoy en pleno festejo, andes en las colonias comprando gente con 50 pesos para llenar tu evento", le gritaban los que le acusaron de llenar su evento del grito, en la plaza de la discordia, con acarreados.
"A la chata Tubilla le pusieron muchos policías cuando se metieron a su casa, yo también quiero vigilancia así", volvían a la carga.
"Marinos, escuchen, nosotros somos el pueblo, no los delincuentes. Esos están allá, en las colonias, allá andan levantando y desapareciendo personas. ¿Lo sabían?, dejen que pasemos".
"Señor Alcalde, a mi hijo se lo llevaron. Lo sacaron de mi casa y a mis otros hijos me los espantaron. Eran sujetos armados, a penas fue hace unos días. Ya no hay respeto, no han dicho en donde lo tienen, por favor, haga algo", decía el angustiada madre.
"Ahorita mismo los atiendo, ahorititita. Y quien crea que tiene un caso especial, lo podemos atender mañana después del desfile-. Quiero saber quiénes son para ir anotando", contestaba Caballero.
Joaquín Caballero no sabe qué hacer. La cara colorada. El mentón desencajado. El peinado, a la moda de Enrique Peña Nieto, descompuesto. Todo está dicho. Manido el discurso, sin alma las palabras. Una y otra vez gesticula.
Sus colaboradores y fajadores, sus principales operadores del voto en las colonias, Damas y Moreno, a sus espaldas, separados por un vallado de gente que para ellos luce inexorable, incapaces de sacar al jefe de ese laberinto de gente y personas con historias de dolor, sangre, angustia y ausencias que no terminan. A penas se dejó sentir una lluvia pertinaz, parte de los inconformes se marcharon, y el alcalde, tras unas cuantas promesas, se marchó a preparar su grito de independencia.