"Duarte, Bermúdez y el procurador deben renunciar" retumbó sonoro hasta el caudaloso rí­o que da nombre a esta ciudad, y como el veneno de una serpiente, el reclamo penetró las fibras más profundas del corazón del sur de Veracruz por ser Coatzacoalcos escenario del secuestro y asesinato de una niña de 5 años y de la burla a su memoria por parte de los duartistas que, con tal de no ensuciar un evento polí­tico, la sepultaron aún más con rumores y hermetismo.

Y si bien la familia de Karime Cruz Reyes anunció con antelación su inasistencia, Enriqueta Hernández, Queta, llegó desde Minatitlán para contar el dolor de perder un hijo por la violencia que se vive en las calles de las principales ciudades del sur.

Ella perdió a un hijo, a Beto Arriaga, el Rey del Antro, secuestrado y asesinado por presuntos integrantes de la delincuencia organizada, desaparecido por más de 50 dí­as, encontrado desmebrado en una casa del vecino municipio de Cosoleacaque.

"Solo quiero que esto pare, no quiero más sangre en Mina", dice Queta al tiempo que sostiene una bambalina con el rostro de Beto Arriaga. Se le mira en una foto sonriente, de piel tersa y esplendido. Solo el diablo pudo saber la de dolores cuando los del mundo sórdido separaron cada parte de su cuerpo al grado que las labores de reconocimiento se agilizaron solo por la vestimenta que traí­a, y que los asesinos no le despojaron, pues los gusanos y las hormigas poco dejaron para contar.

La misma conformación de esta marcha -a la que se han colado, con ganas de manipularla, activos del PAN, PRI y del PRD para echarle candela a Javier Duarte- es la metáfora fiel de una sociedad mutilada por polí­ticos que han decepcionado ayer, hoy y siempre las causas ciudadanas.

Pero pese a ese intento de asaltar las causas ciudadanas, el corazón desgarrado de las ví­ctimas de la delincuencia fue más potente que el altoparlante del joven yunista que, desde el inicio de la caminata en la Plaza del Marichi, no dejó de azuzar a Duarte con reclamos por el encarcelamiento de Maryjose Gamboa, presa por haber dado muerte, accidentalmente, a un joven.

Y es que en este tenor, previo a la marcha, por las redes sociales, desde cuentas anónimas, se intentó desacreditar el movimiento. Eso a Queta no le importó. Ella cargó la lona con la foto de su hijo y humedeció, como otros más, el suelo de Coatzacoalcos con el sufrimiento que brotó de su mirada.

Doña Queta, como la mayor parte de los ciudadanos hoy, no cree en las autoridades: "Dicen que tienen un detenido, pero quien sabe. Luego son puros chivos expiatorios. No les creemos".

Nativa de Tamaulipas, arribó a Minatitlán cuando la bonanza petrolera, ahora su sufre porque esa violencia le arrebató además de carne se su carne, a un amigo, al abogado Cipriano Puertas, quien recibió disparos por defender a su hijo de un secuestro a puerta de su negocio.

Cipriano "era un buen amigo, un gran hombre, lo conocí­amos, era amigo de muchos y te ayudaba, ya quiero que esto pare, por favor, que se detenga de una buena vez".

"NO SOMOS RICOS"

Empleada de PEMEX: "No te doy mi nombre por que me da miedo. No se lo he dicho a nadie de esta marcha. Traigo estas gafas oscuras por que no quiero que me reconozcan, desde hace muchos años trabajo en PEMEX. Sí­, soy mujer, sí­, soy madre, sí­, no quiero decir más detalles de mi vida porque desde lo de Karime, ya no se sabe.

"La verdad, la verdad, tengo miedo que me hagan algo, que esos ""#$$% piensen que tengo mucho dinero.... pffff, mentiras. Los petroleros ya no somos así­, eso quedó en el pasado. Mira, mira ehh, no hay petrolero que no esté endeudado con el banco, con copel, con fábricas, con la escuela de los hijos. Eso del dineral, se quedó en el pasado, ahora es puro trabajo.

"Yo estoy a punto de jubilarme, ¿Si te lo dije?, pero no quiero que sepas más. Ni que nadie sepa. Vine a la marcha porque ya estoy hasta la madre, y porque quiero gritar que los petroleros no somos de dinero, tamos amolados, y ahora con la Reforma,mucho más.

"Yo quisiera dejarle la plaza a mi hija, pero ni movimientos puedo hacer, no vaya ser que me la quiten, no vaya ser que me encarcelen. Y ahora esto de la inseguridad....noooo, puro miedo. Le temo a muchas cosas, pero a lo que más miedo le tengo es al secuestro".

ESTABAN ARMADOS

La marcha no tiene rostros. Por momentos, es uno solo, el de un sentimiento: "si sabemos que está muerto, que bueno, que sepamos y tener el duelo. Pero si no sabemos nada... ni si vive ni si muere.. a qué hora descansamos. No se puede".

Es el dolor de la familia de Lindy Corzo, desaparecida desde hace dos años en la colonia Primero de Mayo de Coatzacoalcos.

Petra Corzo, su tí­a, acepta que, sea cual sea el resultado, serí­a bueno saber. Pues como familiar de un desaparecido no descansará hasta no encontrar certeza. Mientras eso no pasa, andan por el mundo como desollados.

"En ocasiones vamos al MP a preguntar... ya no nos reciben. No nos quieren decir como van las investigaciones", dice Petra. Cuando desapareció, Lindy tenia 16 años. A estas fechas, ya es mayor de edad. "Es mayor de edad porque siento que está viva y que aparecerá".

Lo mismo cursa Beatriz Natarén, madre de Julián Domí­nguez Natarén, desaparecido desde hace tres meses en Coatzacoalcos, "solo sabemos que unos hombres armados se lo llevaron en unas camionetas, de allí­ más nada".

Las autoridades de la región no le han dado ni una pista de lo que pudo haber pasado con su hijo o dónde lo tienen.

La familia del taxista Jorge Isidoro Martí­nez, sustraí­do con violencia de Cosoleacaque hace más de cuatro meses, también se hicieron presentes para exigir acciones ante su ausencia. Dejó dos hijas que reclaman su presencia y una esposa amorosa que aun no rompe los lazos familiares a la espera de noticias buenas sobre su esposo.

"El comandante que lleva nuestro caso, de plano, ya ni nos recibe", dijo la madre del taxista, Rosalinda Martí­nez.

Antes de finalizar la marcha, los inconformes se presentaron a un mitin en el parque Independencia desde el cual azuzaron y lanzaron consignas a las autoridades veracruzanas. Ni el alcalde Joaquí­n Caballero se salvó de los reclamos: "fuera, fuera, fuera Joaquí­n", le gritaban.

En la protesta, el dolor en unos fue público y expresado, pero en otros, la mayorí­a, prefirieron el hermetismo. Fue así­ como dos mujeres, madre e hija, desfilaron todas las cuadras por donde anduvo el gentí­o siempre con los ojos inyectados y el constante limpiar de lágrimas. No quisieron decir su nombre ni a quien le lloraban ni por qué, al final, se quedaron en el anonimato, como docenas de casos que siguen sin ser resueltos por muertes y sustracciones en el sur de Veracruz.

"A mí­ me quitaron casi un año de tranquilidad, un año en que no vi a mi hijo, en que las rejas lo tuvieron confinado en el penal de Coatzacoalcos, y quiero expresar mi malestar", retomó la señora Marta Valencia Sibaja, madre de Adrián Zaldí­var, uno del os cuatro electricistas encarcelados y luego exonerados por el caso del Pastor Claudio Martí­nez.

"Nos cambiaron la vida, mi hijo ya no es el mismo, lo llevamos a su casa y al trabajo. No sale, quedó mal. Todo por culpa de las malas autoridades", dijo la mujer.