Mesiánicos del poder
•Los funcionarios públicos creen que hacer política es regalar despensitas alimenticias y escolares y plantar a la audiencia hasta siete horas, tomarse la foto con el jefe máximo y pagar un espacio en la prensa escrita y formar hordas y tribus para descarrilar a los demás...
Luis Velázquez/Fotos Carol Suárez
Hacer política en ningún momento es, como se estila en Veracruz, regalar despensas alimenticias y/o escolares.
Tampoco tomarse la foto con el presidente de la república, algún secretario de Estado, el presidente del CEN del PRI… cada vez que aterrizan en la tierra jarocha y luego trepar la foto pagada en la prensa escrita para envidia de los demás y, de paso, oh paradoja, en el facebook.
Ni menos, tomarse la foto en primera fila con el góber y/o con un secretario del gabinete legal o ampliado, un alcalde.
Menos, mucho menos, ponerse a bailar con los albañiles en su día ni sonreír de manera pícara, con ojos de ensueño, al jefe.
Ni tampoco, claro, tirar incienso a los jefes en una rueda de prensa.
Ni comprar espacio en los medios escritos, hablados y digitales para que los declaren héroes de la patria.
Tampoco hacer política en Veracruz es bloquear, mejor dicho, congelar, la iniciativa de ley para la Convivencia para que los gays y lesbianas se casen y adopten niños.
Ni regalar juguetes a los niños en su día, ni flores a las madres en su día, ni un librito a los profes en su día.
Menos consiste en llegar al evento público estrenando vestido y ropa interior y zapatos y joyas.
Ni soltar el billete al fotógrafo mediático para disparar el flashazo y hacer sentir la persona más importante.
Ni trepar al facebook la foto con el góber, el presidente, el secretario, para, digamos, mostrar una relación amical que en ningún momento se tiene, pues ha sido parte del oportunismo.
EL SERVICIO SOCIAL COMO PREMISA ÚNICA
Tampoco hacer política es intrigar a los demás ni menos, mucho menos, hacer esperar la audiencia una hora, dos, tres, cuatro y hasta cinco horas y, en el peor de los casos, ni siquiera recibir a la persona, diciéndole, a través de la secretaria, que el góber lo llamó de manera imprevista.
Ni tampoco es chaquetear a un partido político y cuando el dedazo ha salido a favor de otro renunciar y cobijarse en el partido opositor por un mero berrinche bipolar.
Menos, mucho menos, hacer política es formar un grupo, una horda, una tribu donde solo los pares tengan acceso a los espacios de poder y, al mismo tiempo, se levante una muralla en contra de los demás a quienes por lo general consideran arribistas y aventureros.
Menos hacer política es madrear a través de los plumíferos, también llamados texto-servidores, es decir, por encargo y a cambio del billete fácil.
Ni tampoco consiste ser político en comprar espacios mediáticos para el halago que derrame miel, solo porque así fue el cañonazo como solía llamar el general ílvaro Obregón al embute para los generales.
Hacer política tampoco consiste en alabar sin medida al jefe inmediato y al jefe máximo, incluso, hasta tirarse al piso para que pase, y/o como ocurrió con el general Rafael Leónides Trujillo, en la República Dominicana, que seducía a las esposas de su gabinete y se acostaba con ellas, y como solía hacer el exgobernador Rafael Hernández Ochoa que gustaba bailar con las parejas de una parte del gabinete para manosearlas.
Tampoco andar metido en la política es agarrar de tonta a la gente y declarar, por ejemplo, que un pueblo indígena ha sido elevado a la categoría de nivel social medio, izando la bandera del “Adiós a la pobreza” como ocurriera con Juan Antonio Nemi Dib y Marcelo Montiel Montiel en el caso de Mixtla de Altamirano.
Ni llegar a un cargo público y declarar que encontró “una mafia médica” en la Secretaría de Salud y/o, en contraparte, que descubrió un lodazal en la procuraduría, hasta con ratas circulando en la oficina principal, solo porque el mesianismo protagónico le gana a las neuronas.
Hacer política tampoco es llegar al cargo público y “meter la mano al cajón” a todo lo que da para enriquecerse en los tres años que antes duraba una presidencia municipal y/o en los seis años que dura una gubernatura.
Tampoco hacer política es llegar a un cargo público y de inmediato estar pensando en el siguiente, aunque se deje inconcluso el actual, porque la bilirrubina y la ambición inescrupulosa del poder así lo exige y reclama.
Hacer política es más, mucho más. Y si vamos a la raíz griega sólo es servir a los demás. Simple y llanamente, el servicio social como premisa única.
JOSÉ RICARDO RUIZ CARMONA 02 Sep, 2014 - 06:49
SE EQUIVOCA, TODO ESO ES PRECISAMENTE LO QUE ES HACER POLÃTICA EN VERACRUZ.
SALUDOS