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Diario de un reportero
Sábado 30 agosto, 2014

Cronistas de su tiempo

•El guerrillero y el escritor
•Periodista se disfraza de vago

DOMINGO
Herodotos del siglo XX

Gabriel Garcí­a Márquez, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Julio Cortázar (QEPD) y Mario Vargas Llosas fueron y son escritores. Pero también, cronistas de su tiempo. Reporteros en el frente de batalla, contando la historia de cada dí­a, tal cual, sin camisas de fuerza ni ataduras polí­ticas. Libres. Absolutamente libres.
Pero además, y como muchos otros de tiempo, antes y después, caminaron América Latina y el resto del mundo como enviados especiales.
Siempre, del lado de “los desheredados de la fortuna” como llamaba Albert Camus a...

Luis Velázquez

los pobres entre los pobres, él mismo, escritor, filósofo, maestro y cronista, aquellas fascinantes crónicas de la miseria en Kabila.

De norte a sur del continente latinoamericano, por ejemplo, todos ellos reportearon los dí­as más difí­ciles del gorilato, cuando América estaba repleta de presidentes militares, generales impuestos por los presidentes de Estados Unidos.

Incluso, fueron declaradas personas non gratas en el paí­s vecino. Es más, les prohibieron la entrada. Y en contraparte, sus libros eran traducidos al inglés, estudiados en las universidades norteamericanas, y ellos, vetados para viajar a EU a la presentación de alguno de sus libros.

Honraron a la literatura. Pero más, mucho más, honraron el periodismo. Los Herodotos del siglo XX.

LUNES
“El ch锝 leyó a Cortázar

Julio Cortázar, quien cumplirí­a cien años de edad, viví­a en Parí­s. Y desde Europa viajó a Nicaragua al triunfo de la revolución sandinista, primero, para expresar su solidaridad con el grupo de jóvenes idealistas que habí­an derrocado al dictador Anastacio Somoza, y segundo, para escribir un libro de crónicas intitulado “Nicaragua, tan violentamente dulce”.

La historia del paí­s, vista desde los indí­genas y campesinos. Desde las amas de casa y los estudiantes, convertidos en guerrilleros. El sueño utópico de los sandinistas que, por desgracia, y trepados en el poder se engolosinaran algunos y el sueño se fracturara.

Cortázar también publicó un libro intitulado “Reunión”. Es la historia de Ernesto “El ch锝 Guevara en la revolución cubana y en La Habana. El sueño de un guerrillero argentino luchando por la libertad en un paí­s de América Latina.

Un dí­a, y en un vuelo de Cuba a Europa, un amigo entregó el libro a Ernesto Guevara. Lo hojeó. Se detuvo en algunas páginas. Las leyó. Se brincó a otras páginas siguientes. Leyó.

Dijo al final: “Escribe bien. Pero no me interesa”.

Meses después, el amigo contarí­a a Julio Cortázar la anécdota y la referencia. Cortázar dirí­a, humilde, modesto, sencillo, cariñoso: “Tiene razón. Le interesa la revolución”.

MARTES
El guerrillero y el escritor

A las 2 de la mañana, Ernesto “El ch锝 Guevara recibe en su oficina en Cuba a Jean Paul Sartre y a su esposa, la escritora y filósofa, Simone de Beauvoir.

Platican hasta la madrugada. “El ch锝 le ofrece un puro. Sartre lo acepta y fuman. Beauvoir permanece a la expectativa. Callada. Reducida al silencio para que Sartre, su pareja, brillara.

El escritor y el revolucionario sueñan, cada uno, en su utopí­a. Intercambian barajas. Sueños. Ideales. La llegada de un nuevo y hermoso dí­a, el dí­a del hombre, el dí­a de la humanidad.

“El ch锝 seduce a Sartre, en vez de que el filósofo y escritor seduzca al revolucionario, de igual manera como ocurriera, por ejemplo, con Charles de Gaulle que estaba alucinado con André Malraux, aun cuando Malraux solí­a decir que Charles de Gaulle era Francia y él… era De Gaulle.

Sartre publica un libro de crónicas y relatos y reflexiones de su viaje a Cuba. Se llama “Huracán sobre el azúcar”, refiriéndose a Estados Unidos sobre Cuba.

Nunca Ernesto “El ch锝 Guevara lo leyó. Estaba ocupado con la revolución humana en Cuba y soñaba con la revolución en América Latina para hacer del continente un nuevo Vietnam en cada paí­s.

MIÉRCOLES
Un dí­a con Emiliano Zapata

El 23 de mayo de 1962, el lí­der agrario de Morelos, Rubén Jaramillo, fue asesinado, al lado de su esposa, quien estaba embarazada, y sus tres hijos. A uno de ellos, el más brioso, de 17 años, los policí­as le retacaron la boca de tierra.

Los escritores y periodistas Fernando Bení­tez, Carlos Fuentes, Ví­ctor Flores Olea y León Roberto Garcí­a, viajaron a Morelos para cronicar el asesinato que publicaron en la revista Siempre!, del legendario director, José Pagés Llergo, con el tí­tulo “Un dí­a en la tierra de Zapata”.

Fernando Bení­tez publicó una crónica con el tí­tulo “En el hogar aniquilado”.

León Roberto, una crónica, con el tí­tulo “Hablan los campesinos”.

Flores Olea, una crónica, con el tí­tulo “La mano en la herida”.

Carlos Fuentes, una crónica cultural sobre el asesinato, con el tí­tulo “Xochicalco, altar de la muerte”.

Cuatro miradas crí­ticas sobre una misma tragedia. El trabajo colectivo, visto desde la pluralidad. La cultura de cuatro grandes de la literatura y el periodismo, la inteligencia y la crí­tica, al servicio de una causa agraria.

El mexiquense Adolfo López Mateos era presidente y quien, oh paradoja, se habí­a declarado amigo de Rubén Jaramillo.

Amigos, claro, estilo Huitzilopochtli…

JUEVES
Un escritor en la calle

En 1968, Carlos Fuentes estaba en Parí­s. El movimiento estudiantil del 68 que iniciara en Francia en el mes de mayo y pasara a Checoslovaquia y luego brincara a México, hacia el mes de octubre.

Carlos Fuentes tomó su libreta de taquigrafí­a y fue a la calle. Entrevistó a estudiantes, maestros, amas de casa, padres de familia. También a los lí­deres, entre ellos, Daniel Cohn Bendit, la figura icónica de la revolución.

Nunca, jamás, buscó al presidente Charles de Gaulle, ni tampoco a su Ministro de Cultura, el escritor André Malraux.

Carlos Fuentes se definió de lado de los estudiantes. Y desde la mirada de ellos contó la historia.

Publicó una de sus crónicas más fregonas. Se llama “Parí­s, la revolución de mayo”. La literatura al servicio del periodismo. Un escritor, mudado en cronista para contar la historia tal cual, sin ataduras. El periodismo, enaltecido en su calidad literaria. La imaginación, al servicio del diarismo.

Un libro para releerse y estudiarte en cada ciclo escolar.

VIERNES
Un reportero se disfraza de vago

En 1902, antes, mucho antes de que Gí¼nter Walrraff se disfrazara para reportear crónicas, Jack London, el padre putativo de Ernesto Hemingway, viajó a Londres, se vistió de pobre y durante seis meses fue a vivir en los barrios miserables y jodidos.

Alquiló una pocilga. Vestí­a como el más pobre de todos los pobres. Tocó puertas pidiendo chamba, igual que todos. Comí­a en el mercado popular del barrio pobre. Viajaba en autobús urbano, igual que los pobres. Se emborrachaba en la cantina de los pobres.

Sólo así­, decí­a, viviendo al lado de las personas de quienes aspiras a contar sus historias, el reportero, el cronista puede ahondar en la vida cotidiana.

La crónica fue publicada en partes. Luego, se convirtió en un libro. Y cuando circuló en Estados Unidos, tanto los polí­ticos como los plumí­feros en Londres se indignaron. Son historias inventadas. ¡Vaya imaginación! decí­an de Jack London.

London era tan pobre tan pobre tan pobre que anduvo de vagando. Incluso, viajaba en trenes como polizonte. Cruzó EU en trenes. Escribió un relato sobre tal vivencia.

También lo detuvieron por vago. Durante un semestre permaneció en la cárcel. Y publicó un libro sobre su estancia en la penitenciaria.

Ernest Hemingway imitó su vida al pie de la letra. Hemingway llegó más lejos. Fue premio Nobel de Literatura. London murió a los 40 años. Hemingway, a los 62.


1 comentario(s)

leon ignacio 03 Sep, 2014 - 20:48
El placer de saber ANTES QUE NADIE, de conocer el detalle, tener los pelos en la mano, y ser el dueño de la "especie", para convertirla en la ocho...periodistas que han sido columnistas, columnistas que quisieron ser periodistas y ambos escritores, que dicha, que felicidad leer a Carlos Fuentes, Gabriel Garcia Marquez, Julio Cortazar, al Monsi, y conseguir estar en el lugar, en las acciones y pensamientos en los movimientos e ilusiones. He perdido el animus del reto, la aventura, el manejo de "mi" libreta de apuntes de Enguerrando Tapia, de oir y volver a oir la grabadora de bolsillo y sufrir toda la noche por lo descrito, narrado o transmitido, fui corresponsal...ahora quiero ser escritor

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