Con Patricio Chirinos Calero los malandros se llamaban José Albino Quintero Meraz, del cartel de Sinaloa, y Joaquí­n “El chapo” Guzmán, quienes operaban el trasiego de drogas desde el sureste del paí­s a Estados Unidos, pasando por Veracruz.

Y en aquel sexenio algún pacto existirí­a porque nunca, jamás, se vivió el infierno y la pesadilla de hoy con el fuego cruzado, muertos, secuestrados, desaparecidos y extorsionados.

Tampoco fosas clandestinas con un montón de cadáveres.

Con Miguel Alemán, el esplendor de Quintero Meraz fue absoluto.

Por ejemplo, llegó a tener doce casas de seguridad en el fraccionamiento Costa de Oro, de Boca del Rí­o, una de ellas al ladito de la residencia del gobernador, lo que nunca percibió ni olfateó su jefe de seguridad, el súper secretario, Alejandro Montano Guzmán.

Con Fidel Herrera, Quintero Meraz preso en Almoloya, Con Miguel Alemán y Fidel Herrera, los carteles operaron en Veracruz; pero sin el fuego cruzado, muertos, secuestrados, desaparecidos y extorsiones. ¿Es mejor el Veracruz de Javier Duarte? Veracruz fue una disputa feroz y reñida entre los carteles y hacia al final de la noche los Zetas quedaron como dueños.

El asunto de los carteles, que necesita resolverse con estrategia, mañas y paciencia y prudencia polí­tica, la mente frí­a, ha proliferado hacia el cuarto año del duartismo, sin que ningún hecho y circunstancia alimente la posibilidad de que estarí­amos en el último capí­tulo de la pesadilla, por más que el procurador de Justicia declarara que “apenas tomé posesión… los carteles huyeron” despavoridos de Veracruz.

II

Habrí­a, por ejemplo, de preguntarse las razones por las cuales existen entidades federativas del paí­s (Campeche y Querétaro, por ejemplo) donde los carteles sólo se miran en las telenovelas, Unicable y Telemundo, como si tales estados fueran una í­nsula aislada del contexto nacional.

También, por ejemplo, habrí­a de referir que en el cuatrienio de Dante Delgado Rannauro nunca los medios se ocuparon de tales estragos y apenas, apenitas, se hablaba de los robos a casas, asaltos a comercios y de los homicidios imprudenciales y culposos, mientras otras latitudes del paí­s eran un infierno.

Cierto, cierto, cierto, con Chirinos, Alemán y Fidel Herrera los malandros operaron de sur a norte de la tierra jarocha, sin levantar ámpulas con la violencia, ocupados como estaban en sus negocios del trasiego de las drogas y, quizá, acaso, de la siembra y su distribución.

Ni siquiera, vaya, se hablaba en la estadí­stica nacional de un consumo entre una parte de la población local.

Claro, la guerra que Felipe Calderón declaró a los malandros salpicó a la república, con un saldo, por ejemplo, de más de 20 mil secuestrados y desaparecidos… hasta la fecha.

Pero con todo, y dada la pesadilla de los plagios, en que se incluyen 144 menores de edad en el Veracruz de hoy, habrí­a de preguntarse si el Veracruz de Fidel, Alemán y Chirinos fue mejor en los arreglos con los narcos para operar sin saldos apocalí­pticos.

Y/o si, por el contrario, está bien que tengamos el Veracruz seguro y el Blindaje Veracruz, y no obstante la vida sea una pesadilla, donde decenas, cientos de poblados, están dominados por los carteles, con un real Estado de Sitio todos los dí­as apenas anochece, además del número de cruces amontonadas en los cementerios, más el rí­o Blanco convertido en el panteón flotante más extenso del paí­s.

La población de Veracruz está muy lastimada. Hay una crisis financiera aguda. Sin obra pública en el cuarto año de gobierno. Intensos sobresaltos en cada nuevo amanecer. El peor entorno de opinión pública alrededor del gobierno del estado y un mal fario que parece imponerse dí­a y noche sobre “Los niños infieles”.