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Diario de un reportero
Sábado 11 mayo, 2013

Bloqueo desde el poder


*La puñalada trapera
*Frustrada alianza editorial

DOMINGO
Un periodismo apóstata

El reportero Jorge Arias lee, revisa con lupa, escudriña los periódicos. Se topa con una información donde la directora de Comunicación Social del gobierno de Veracruz pronuncia la siguiente frase bí­blica: “Se debe buscar que los periodistas puedan ir generando sus propios medios”.
En un Veracruz, oh, donde la vocera asegura que existen mil 400 medios de comunicación.
Jorge Arias lee y relee. Y mira hacia el pasado, año 1966 (ya llovió y en demasí­a) cuando tecleaba por vez primera la historia de los dí­as.
Entonces, todaví­a en la facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana, UV, acarició, con un par de amigos, la misma utopí­a, el mismo sueño que ahora cacarea la vocera.

Luis Velázquez

Incluso, fue aquella aventura reporteril la revista ”˜”™Cambio”™”™, la primera en un Veracruz donde ninguna revista se publicaba.
Faltaban varios años para que apareciera la primera, “Punto y aparte” del maestro Froylán Flores Cancela.
En el primer número la noticia principal hablaba sobre “los porros” en la UV, tiempos aquellos del rector Roberto Bravo Garzón y del subsecretario de Gobierno Manuel Carbonell de la Hoz, el polí­tico que se soñó heredero del trono imperial de don Rafael Murillo Vidal.
De “Cambio” aparecieron nueve números. Era mensual. Crónicas y reportajes. Alguna entrevista picosa y sabrosa. Irreverente. Incómoda. Apóstata.
Un dí­a, uno de los tres amigos saqueó la cuentita bancaria donde se depositaban los ahorros para el número siguiente en un medio, como Cambio, que nunca buscó el convenio ni el dinero fácil proveniente desde el poder polí­tico.
El número 10 de Cambio quedó en la imprenta… por falta de recursos. Ahí­ murió el sueño de tener “un medio propio”.

LUNES
El Judas radiofónico

Años después iniciarí­a un noticiero radiofónico, cuyo dueño y concesionario se cortaba las venas ofreciendo una hora, además, para pagarse cuando existieran ingresos.
Y, desde luego, con toda la libertad del mundo en el ejercicio de un “periodismo crí­tico y responsable”™”™ como dijo la vocera a los reporteros de Orizaba en la primera visita oficial dos años, cinco meses, ocho dí­as después iniciado el duartismo.
El noticiero empezó a cuajar, y pronto, y gracias a una publirrelacionista hubo anuncios comerciales, lejos, muy lejos del anuncio polí­tico, del convenio, del “chayote”, del subsidio mensual.
Y por tanto, el noticiero era pleno, gozoso, en su libertad.
Un semestre después, surcando el barco con vientos favorables, el dueño de la estación de radio les dijo que se habí­an vueltos incómodos como reporteros, ni hablar, el espacio habí­a sido comprado desde el poder gubernamental, como luego comprobarí­an.
Aquel grupo de reporteros quedó a la deriva en su utopí­a. Frustrado, deshecho, el sueño acariciado. Y cada quien agarró camino en la vida periodí­stica.
Nunca, jamás, volvieron a encontrarse. Desencantados con la realidad avasallante. El viejito barbón, Carlos Marx, lo habí­a escrito en “El capital” de la siguiente manera: “Mientras los obreros no sean dueños de los medios de producción…estarán expuestos a ser explotados” y, por tanto, a ser utilizados.

MARTES
Bloqueo desde el poder

En nombre de la gubernatura, Agustí­n Acosta Lagunes encarceló a José Luis Lobato Campos, el director del Instituto de Pensiones de Rafael Hernández Ochoa, y socio en el proyecto periodí­stico llamado “Imagen”.
Lobato, buen cabildero, solidario y compartido, congregó o a un grupo de trabajadores de la información para lanzar el periódico en Xalapa.
Pero, además, ofreciendo que todos serí­an socios en un proyecto colectivo, donde todos fueran iguales, por el capital económico, el capital humano, el trabajo, con notario público de por medio para dar fe y testimonio.
Pero Acosta Lagunes se metió al proyecto, que ya tení­a instalaciones, la rotativa lista, las oficinas, el equipo reporteril.
Con Ignacio Morales Lechuga, subsecretario de Gobierno, como operador, encarcelaron a Lobato Campos. Presionaron al otro socio, Jorge Malpica Martí­nez, q.e.p.d, acosaron a quien serí­a el director editorial, Horacio Aude Zebadúa, q.e.p.d.
Todo porque Acosta Lagunes y su equipo polí­tico en el poder rechazaban el periodismo incómodo y crí­tico.
Luego, y con cargo al erario público y a nombre del gobierno estatal, comprarí­an las oficinas y la maquinaria.
Y meses después, y como alguna vez lo confiara Rafael Arias Hernández, entonces el jefe de prensa, la rotativa y las instalaciones serí­an vendidas a Mario Vázquez Raña, propietario de la cadena de los soles del paí­s, primero, a mitad de precio, y la otra mitad pagada con cargo a la publicidad que en los meses siguientes serí­a publicada en la nueva estrella de los soles.
Una vez más, y desde el poder polí­tico, el legí­timo sueño, utopí­a, de un grupo de reporteros de tener “su propio medio” se topó con la realidad avasallante.

MIÉRCOLES
Frustrada alianza editorial

Ella: propongo una alianza editorial.
Él: ¿Qué es eso?
Ella: Un convenio.
Él: Usted diga.
Ella: No se meta con el gobernador.
Él: Nunca nos hemos metido, ni con la esposa ni con el suegro.
Ella: Sí­, lo he leí­do, pero se ha metido con los secretarios del gabinete.
Él: Los secretarios que cumplan su trabajo. Para eso les pagan.
Ella: No. Si te metes con los secretarios es meterse con el gobernador.
Él: ¿Cómo…?
Ella: Sí­ porque son los secretarios del gobernador. Él los nombró.
Él: No. Son secretarios del gobierno del estado, no del gobernador.
Ella: El gobernador los nombró.
Él: Entonces, ¿de qué escribiremos?
Ella: No sé. Le propongo la alianza editorial.
Él: Si es así­, gracias.
Ella: ¿Rechazas la alianza?
Él: La rechazo. Muchas gracias.
Ella: ¿Seguro? ¿Ya lo pensaste?
Él: Ya. Gracias. Hasta siempre.

JUEVES
Puñalada trapera

El reportero Jorge Arias ofreció crónicas, reportajes y columnas periodí­sticas como agencia informativa al periódico “La opinión” de Poza Rica.
El director editorial le hizo dar mil vueltas. Luego, dijo:
--La dueña y el consejo editorial lo rechazaron.
--¿Por qué?
--Porque si contratamos tu agencia, Gina suspenderá el convenio.
Fue con el periódico La jornada-Veracruz, de Xalapa.
--Adelante.
--Gracias.
Durante una semana la agencia envió los textos. Nunca los publicaron.
--¿Por qué, maestro?
Nunca hubo respuesta. El silencio. La evasiva. Correos, telefonemas, nunca contestados.
En Orizaba, Ezequiel Cruz Román, director del portal “Noticias de peso” y de un semanario dijo:
--Lo siento. Si publico tus textos, Gina nos quita el convenio a mí­ y a todos.
--¿A todos?
--A todos. Todos estamos así­. Con camisa de fuerza.
--Gracias.
En seis periódicos más de Veracruz, Jorge Arias ofreció los textos de la agencia, y en todos, la misma respuesta.
Ni modo, el sueño de que un reportero tenga su “propio medio” se topa con la realidad adversa y perversa.
La realidad de un doble, triple discurso. La mano derecha dice una cosita; la izquierda, otra. La mano completa asesta la puñalada trapera.

VIERNES
Reporteros que soñaron con la utopí­a…

En 1900, con su hermano Jesús, Ricardo Flores Magón (41 veces encarcelado por Porfirio Dí­az) publicó su periódico de ocho paginitas, “Regeneración”, en los talleres del “Diario del hogar”, propiedad de su maestro y amigo Filomeno Mata.
Filomeno mata (36 veces encarcelado por Porfirio Dí­az) le fiaba la impresión para que Flores Magón pagara cuando existieran ingresos, que provení­an de los donativos de los magonistas, aquellos que soñaban con la utopí­a.
“Regeneración es un periódico chiquito, de ocho páginas, pero libre” decí­a Flores Magón.
Libre también fue Excélsior con don Julio Scherer Garcí­a director general.
Pero como ejercí­a un periodismo contando la historia de cada dí­a de norte a sur del paí­s con enviados especiales que publicaban crónicas y reportajes, el presidente Luis Echeverrí­a ílvarez enfureció.
Tanto que bloqueó y colapsó a Excélsior, incluso, con “porros” que tronaron la asamblea de la cooperativa, lanzando a Scherer y su equipo del periódico, entronizando a Regino Dí­az Redondo, el Judas de Scherer, como director.
En Argentina, el reportero y escritor Rodolfo Walsh fue cercado por la junta militar, que vetara la publicación de sus textos crí­ticos en todos los periódicos.
Entonces, siguió reporteando y publicaba sus crónicas y reportajes en una hojita impresa en mimeógrafo y luego él mismo las repartí­a de casa en casa en el buzón de las cartas, hasta que el 25 de marzo de 1977, los militares lo levantaron, desaparecieron, asesinaron y tiraron en una casa de seguridad, convirtiéndose en uno más de los treinta mil desaparecidos argentinos.


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