El primer dí­a cuando llegó a su nueva oficina en SAS, Sistema de Agua y Saneamiento Metropolitano, como director general, el ingeniero Alejandro Salas aterrizó en una camioneta vieja que parecí­a de museo.

Y el último dí­a en que despachó como director, dos años después, también encendió su misma camioneta reliquia histórica, digamos, como ahora en Uruguay, durante su periodo presidencial José Mujica tripulaba su volcho viejito.

Panista, Alejandro Salas solí­a llegar a SAS unos minutos antes de las 8 de la mañana y checaba tarjeta como un puntual burócrata.

Y la volví­a a checar hacia las 4 de la tarde, más o menos, en que se retiraba a su casa para comer, y la checaba de nuevo hacia las 5 y media de la tarde y la checaba de salida entre 10 y once de la noche, muchas veces, incluso, le tocaba apagar la luz de la oficina y hasta de los pasillos.

Eran presidentes municipales en el puerto jarocho Julen Rementerí­a. Y en Boca del Rí­o, Paco Gutiérrez de Velasco. Y en Medellí­n, Maurilio Fernández Ovando.

Y cuando entonces, como ahora, algún presidente municipal le hablaba por teléfono y/o enviaba una tarjeta con recomendados, la respuesta para el trí­o era la misma:

“No”.

Y si insistí­an, reviraba:

“No”.

Incluso, cuando se reunieron en la primera junta del Consejo de Administración ordenó que a partir del momento quedaba suspendido el menú del banquetazo que sus antecesores habí­an impuesto.

“Sólo café y agua” dispuso.

Y solo café serví­a una secretaria, pues de paso también canceló hasta el equipo de edecanes con vestido ligerito, y más en primavera y verano, contratadas para servir y el taco de ojo.

Los sábados también solí­a llegar. Al principio, de sorpresa. Y después, el personal se habituó.

Y llegaba para seguir arrastrando el lápiz, pues entonces, como ahora, el barco se estaba hundiendo.

SOLO CONTRA EL MUNDO

Por ejemplo, no obstante que el SAS ejerce el monopolio de la distribución del agua, en aquel tiempo los egresos eran superiores a los ingresos y/o, en todo caso, así­ parecí­a dado el desorden administrativo de quienes por ahí­ habí­an caminado.

Así­, ahorrando gastos por todos lados, incluso, ajustando el personal básico para el servicio, dando las gracias al montón de recomendados, la nave del SAS se fue equilibrando entre los ingresos y los egresos.

Un dí­a, por ejemplo, alguno de los funcionarios que le habí­an heredado dijo que si tení­an urgencias dispusieran del fondo del ahorro de los empleados de confianza.

“El fondo del ahorro de los trabajadores es sagrado y por ningún momento se toca” reviró Salas.

Un amigo del bachillerato y de la carrera en el Instituto Tecnológico donde habí­an estudiado, capaz, í­ntegro a prueba de bomba, mereció un cargo administrativo en el SAS de Salas.

Y un dí­a y otro y otro y otro el amigo le solicitó un aumento salarial, argumentando que otros ganaban más.

“No”, le reviró, diciendo que las finanzas de SAS en ningún momento soportaba tales gastos onerosos.

“Es que otros, con menos funciones, ganan más” reviró el amigo.

Alejandro Salas dijo: “Debió haber sido en otros tiempos” y dio el caso como cerrado.

Pian pianito, hormiguita atrás de su tarea, el director general de SAS de aquellos tiempos descubrió que unos funcionarios de confianza tení­an un software conectado al sistema tecnológico de SAS para desde su central meter la mano a la lista de deudores de agua y desaparecer por completo el adeudo.

Y en automático, los llamó a cuentas, los despidió y los denunció, sin mayores explicaciones, las pruebas en la mano.

“Pero mi padrino es…” fulano de tal, reviraron.

“Me vale” reviró Salas.

SAS EMPEZÓ A DESCARRILAR…

Incluso, en su tiempo inicial en SAS cuando despachaba como contralor descubrió trastupijes del director general de entonces y de su equipo de confianza, todos jefes, y en una junta del Consejo de Administración los denunció y amenazó con la denuncia penal si los encubrí­an.

Por eso, cuando entregó el mando a la priista Yolanda Gutiérrez Carlí­n SAS era un barco fuerte y seguro, capaz del embate de las olas con viento huracanado.

Pero Gutiérrez Carlí­n, protegida del gobernador Fidel Herrera, mujer con amplia cultura universal, empezó contratando a una rama de la diversidad sexual con sueldos estratosféricos.

Y SAS empezó a hundirse y a hundirse y a hundirse, no obstante que el ingreso diario más jodido es de un millón de pesos y el mejor hasta más de un millón y medio…