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Crónicas
Lunes 02 marzo, 2015

El mundo í­ntimo de un reportero asesinado

Historia de Moisés Sánchez, el periodista número once asesinado durante el duartismo, cuyo eje central del trabajo reporteril eran los pobres, los campesinos desposeí­dos, los invasores en busca de terrenos para vivir y la violencia
Libro que caí­a en sus manos lo subrayaba y escribí­a notas al pie sobre sus reflexiones; Psicologí­a, Filosofí­a, redacción y Derecho


Ignacio Carvajal/Foto Daniel Torres

  • La boda por lo civil entre Moisés Sánchez y María Ordóñez

  • Algunos textos de Psicología, política y Derecho que Moisés dejó marcados

  • De las primeras cámaras que tuvo Moisés

  • Los libros de Moisés Sánchez; la mayoría subrayados

  • Los libros de Moisés Sánchez; la mayoría subrayados

  • Antiguos ejemplares de La Unión

Libro que caí­a en sus manos lo subrayaba y escribí­a notas al pie sobre sus reflexiones; Psicologí­a, Filosofí­a, redacción y Derecho, sus materias favoritas

Su padre lo abandonó junto a sus demás hermanos y por eso se volvió en todo lo contrario: siempre buscaba proteger a sus cercanos

Antes de La Unión elaboró historietas para repartir entre los vecinos de la colonia Centro y un panfleto para los locatarios del mercado Malibrán

Medellí­n de Bravo.- Moisés Sánchez Cerezo, el último periodista asesinado en la presente administración estatal, solí­a pasar largas horas bajo la sombra de un árbol de mango. Se sentaba en una sillita o tendí­a la hamaca y se hací­a acompañar de un montón de libros. Si no estaba bajo el frutal, leí­a en su cuarto o en una mesita dentro de casa. Eran lecturas sobre Derecho, Historia, Filosofí­a, Publicidad y Sicologí­a. Esos libros, sus primeras cámaras fotográficas y el último par de zapatos quedaron entre los bienes que el reportero dejó a sus seres queridos.

Marí­a Ordóñez Gómez, la esposa, relata que Moy compró esos libros en sus años mozos, cuando era empleado del sistema de correos y casi todos los consiguió mediante mensajerí­a. Fue así­ como estudió un curso de Derecho del cual sólo le faltó el tí­tulo; también uno de artes marciales y llegó a conseguir varias cintas y sus distintos colores. "Tení­a hasta unos chacos que los sabí­a usar muy bien", cuenta su hijo, Jorge Sánchez Ordóñez.

Y entre esos libros no podí­an faltar de lectura y redacción, periodismo y elementos básicos sobre medios de comunicación. Los libros mencionados en el primer párrafo, todos, muestran párrafos, páginas enteras, subrayadas. Huellas de que fueron encontrados, leí­dos y releí­dos quien sabe cuántas veces.

Pero los relacionados a la escritura y la comunicación, son los que tienen más marcas de plumón, pluma roja y azul. Hay anotaciones al pie de página en donde se resumen o dejan ideas que posteriormente serí­an buscadas para consolidar una reflexión más allá del simple estudio. Moy por cuenta propia construyó su aprendizaje y la aplicación de los conocimientos.

"También le gustaba mucho comprar el periódico, lo leí­a todo, completo, y sabí­a como se habí­a hecho esa nota, te decí­a esto se hace así­ y así­. El reportero lo escribió de esta y otra manera", relata Jorge Sánchez.

Esos libros fueron sus guí­as durante años y de ellos aprendió como Gabriel Garcí­a Márquez y Ernest Hemingway, periodistas empí­ricos, con la finalidad de prepararse para montar primero, un semanario el cual llamó La Unión y después un blog del mismo nombre. Moisés Sánchez nunca pisó una facultad ni de Derecho ni de periodismo. Únicamente estudió hasta la preparatoria mientras trabajaba; su padre lo abandonó a él y a seis hermanos más cuando pasaba de la niñez a la adolescencia.

Esos no fueron obstáculos para que Moisés Sánchez perdiera sus aspiraciones profesionales. Después de vivir un tiempo en la ciudad, la búsqueda de un terreno para edificar vivienda para su familia, lo llevó a Medellí­n de Bravo antes de cumplir 25 años. A esa edad ya habí­a experimentado creando un órgano informativo para los locatarios del mercado Malibrán, en donde su madre, Ofelia Cerezo, poseí­a un puesto de verduras. Moisés se metió a trabajar de carretillero, una de las categorí­as más bajas en el mercado, y desde allí­ soñó con mejoras para sus compañeros y un medio de comunicación para exponer sus reclamos.

Antes de La Unión, Sánchez Cerezo elaboró trí­pticos con ideas originales, crí­ticas al gobierno y a la sociedad por no pensar en la utilidad del voto en las elecciones. Esos documentos los hací­a a mano; Los ilustraba con dibujos que él mismo hací­a. A las hojas les sacaba copias y los repartí­a entre vecinos de la colonia Centro, en los tiempos que viví­a allí­ con su madre y hermanos.

Al mudarse a Medellí­n de Bravo, Moisés Sánchez se topó con una realidad diametralmente distinta a la del centro de Veracruz. Pobreza en cada rincón, un municipio rico, con un amplio potencial económico, con recursos naturales sin explotar o mal llevados y cientos de hijos pobres que conformaron las primeras camadas de migrantes rumbo a los Estados Unidos en busca de oportunidades.

EN LA LíNEA DE FUEGO

Sin una carrera profesional, con los estudios mí­nimos pero con una gran vocación social, Moisés Sánchez se metió en una suerte de apostolado social para prepararse por su cuenta, reflexionar y emprender numerosas batallas de lucha social para mejorar el entorno de El Tejar -donde fue secuestrado por un comando armado el dos de enero- y además, sostener una familia ejerciendo diversos oficios, desde taxista y comerciante.

Con los niveles de desarrollo más bajos de la conurbación Veracruz-Boca del Rí­o, el vecino Medellí­n de Bravo comenzó a sentir el declive de la agricultura como actividad primaria para sostener a su población. A mediados de los 90's Los dueños de fincas de mangos -durante años fue el productor número uno en Veracruz de la variedad manila y anualmente se celebra la Feria del Mango- preferí­an echarlas abajo, de raí­z, para montar cuadros de pelota para alquilarlos a las ligas locales de fútbol, clubes campestres o para el negocio inmobiliario.

Medellí­n también enfrentó una debacle de proporciones catastrófica con el relleno de humedales alentado por ejidatarios que cambiaban el uso de suelo de sus tierras para venderlas a fraccionadores. Hasta antes de la última década del siglo pasado, los manglares de Arroyo Moreno cubrí­an más de 3 mil hectáreas en una convergencia geográfica con Veracruz, Boca del Rí­o y Medellí­n, ésta última era la más amplia; actualmente son unas 800. Primero en 2004, con el huracán Stan, y después en 2010 con Karl, la zona de nuevos fraccionamientos de ese municipio se convirtió en el mayor generador de damnificados por inundaciones que repercutieron a un más en la economí­a local.

Hasta allí­, el entorno social de Moisés Sánchez se ajustaba a denunciar las ausencias del Estado en polí­tica de desarrollo social, pero con el arribo de Fidel Herrera Beltrán al gobierno de Veracruz en las elecciones de 2004, la delincuencia organizada incrementó notoriamente sus actividades en colonias de Veracruz y Boca, además en las localidades de Medellí­n de Bravo. El cártel criminal de Los Zetas se adueñó de los tres municipios ejerciendo el secuestro, el cobro de derecho de piso, venta de drogas al menudeo, de piraterí­a y el trasiego de combustible robado a PEMEX.

En 2011, después de un segundo intento, el Cártel de Sinaloa apoyó al Cártel de Jalisco Nueva Generación, y al grupo de exterminio Los Matazetas, para tomar la conurbación. Su entrada triunfal la hicieron en noviembre de ese año lanzando más de 30 cadáveres de personas asesinadas y torturadas frente a una plaza comercial. El miedo se trasladó a todos los grupos delincuenciales al amparo de Los Zetas y también se sentó un precedente en medios de comunicación que comenzaron a autocensurarse en temas vinculados a la delincuencia.

En medio de todo eso, docenas de halcones, vendedores de droga al menudeo y personas que tení­an algún papel en la estructura de Los Zetas prefirieron desertar antes de trabajar para otro cártel o dejarse reclutar por la fuerza, pero no dejaron sus actividades ilegales, por lo cual se incrementaron los asaltos a mano armada, robo en casa habitación, de auto y atracos a taxistas. Y más ante el fracaso del gobierno de Javier Duarte de Ochoa para crear fuentes de empleo estables y con salarios decorosos; aunado el fracaso de su polí­tica de readaptación social para los otros montones de personas que fueron encarcelados durante la guerra contra el narco de Felipe Calderón y que salieron de las cárceles veracruzanas con más conocimientos sobre el hampa y un estado saqueado por el grupo polí­tico hegemónico desde hace 10 años.

En ese contexto, los periodistas veracruzanos quedaron entrampados entre la autosensura y el poco respaldo en sus medios de comunicación para hacer frente a esas amenazas y que a la fecha ha cobrado la vida de 11 reporteros en el estado.

Moisés Sánchez Cerezo, aunque no trabajó nunca para una empresa informativa, vio morir gente a manos de delincuentes comunes, se percató y lloró por el asesinato de un bebé de meses de nacido a manos de un par de infractores que quince dí­as antes habí­an sido detenidos por otros delitos graves pero fueron dejados en libertad por la incompetencia del Ministerio Público; sufrió por las docenas de quejas de vecinos a los que les saqueaban la casa y sus pertenencias podí­an encontrarse en venta en las casas de empeño de la esquina; padeció porque los esfuerzos vecinales por autodefenderse eran minimizados por el gobierno o silenciados por emisarios del mundo sórdido, y ante ese escenario conjuntó el periodismo callejero con el activismo social que finalmente le costaron la vida.

LA PRIMER PROTESTA

La casa que habitaba Moisés Sánchez con su familia en la colonia Gutiérrez Rosas es el primer producto de su lucha social. A finales de los 90's, cuenta su esposa, Marí­a Ordóñez, rentada en la calle Pino Suárez, cerca de la de su madre, en la colonia Centro. Se enteraron del arribo de familias de escasos recursos para colonizar un predio llamado Villa de Guadalupe, en El Tejar. Un trozo de tierra que los ejidatarios presuntamente habí­an dejado de cultivar y por las leyes agrarias de antaño, el gobierno lo habí­a expropiado.

"La fiebre de los terrrenos" hizo que numerosas personas de los estratos más bajos de Veracruz y Boca del Rí­o llegaran a buscar una oportunidad en esos predios llenos de marismas y zarzas. Cuando se dieron cuenta las autoridades y los ejidatarios, ya eran muchos "invasores" y eso despertó la codicia en algunos grupos que vendieron y revendieron espacios, generando un conflicto social y legal.

"Nos comenzaron a hostigar, a echarnos a la policí­a para que nos saliéramos, en algunos casos vino maquinaria y deshicieron las viviendas humildes", contó Marí­a Esther Molina Tello, de 54 años, amiga y vecina de la familia de Moisés Sánchez.

Él no tuvo la idea de ir a protestar a Xalapa, pero sí­ participó activamente en el movimiento para plantarse en Plaza Lerdo durante más de una semana, así­ lo reseñan dos notas periodí­sticas en el archivo personal que dejó Moisés Sánchez, una publicada en el diario El Dictamen, el 13 de mayo de 1991; y otra más amplia desplegada en páginas centrales del extinto semanario Testimonio, del 13 de mayo de 1990.

"Los colonos exigieron aquí­ (frente al palacio de gobierno) la reinstalación de 149 personas que fueron desalojadas de sus terrenos el pasado jueves, a la vez que exigieron garantí­as con respeto a la posesión de 350 lotes que les fueron vendidos por los ejidatario del lugar".

Los inconformes -entre ellos Moisés Sánchez- habí­an sido blanco de un fraude por parte del ejido, pues cuatro años antes participaron en asambleas y firmaron documentos y minutas en donde acordaron la venta de los lotes y "es extraño que ahora -dijo el dirigente mostrando documentos con sellos del ejido aceptando la venta- nos quieran quitar lo que nos corresponde".

También reclamaron porque que dí­as antes los elementos de la Secretarí­a de Seguridad Pública (SSP) los habí­an desalojado, lo que "es totalmente ilegal, razón por la cual advirtieron que van a responder con todos los medios a su alcance, en caso de que intenten nuevamente desalojarlos".

En el informe de Testimonio -con la mima lí­nea editorial que Semanario Alarma- se muestran diversas fotos de los colonos de Medellí­n en el piquete en la Plaza Lerdo:" HAY NANITA, RETORNA LA VIOLENCIA" A EL TEJAR.

En las mantas de los inconformes se leen mensajes al gobierno, "cumplan con las leyes artí­culo 21 y 12", "justicia y cárcel para R. Flores", "pedimos del gobierno solidaridad", "La manifestación de ideas nos hace objeto de un inquisidor".

Entre los inconformes, menudo, con una camisa a cuadros, el peinado descuidado, se ve a Moisés Sánchez mientras sostiene un pendón.

El plantón duró varios dí­as, recuerda Marí­a Esther Molina Tello. Después de esas protestas se tuvieron que lanzar otras porque el gobierno en lugar de apresar a los ejidatarios fraudulentos, ligados al PRI, echó guante a los cabecillas del movimiento de colonos. Se tuvo que pedir cooperación entre los compañeros y protestar para liberarlos.

El conflicto se acabó al paso de unos dos años de lucha constante con la reubicación de las familias a la hoy colonia Guiérrez Rosas, "cuando nos mandaron para acá, eran unos lodazales tremendos, yo tení­a que poner tabiques en mi entrada para no irme a la rodilla de lodo, habí­a moscos y mucha oscuridad", dice la vecina.

Después de ese pleito, vino el habilitar ese trozo de tierra pantanosa, cubierta de monte y árboles, en un suelo digno para alzar viviendas. Las primeras 350 familias pioneras en la Gutiérrez Rosas hoy son más del triple, y recuerdan muy bien el papel activo de Moisés Sánchez para conformar los comités vecinales con los que se exigí­a a las autoridades los servicios básicos. Han pasado más de 20 años de la conformación de la colonia y apenas se iba por la pavimentación de algunas calles y la introducción de una red de drenaje. En la casa de Moisés Sánchez, por ejemplo, desde hace años opera un pozo artesanal que él y los colonos construyeron para contar con agua. De allí­ se surtieron varios años mientras llegaba la red de abasto, algo irónico, pues en ese pueblo opera, desde los tiempos de Porfirio Dí­az, la planta potabilizadora que extrae agua del Rí­o Jamapa y la distribuye entre Veracruz, Boca del Rí­o, y una parte mí­nima al municipio de origen, Medellí­n de Bravo.

OFICIOS Y LUCHA

Taquero, vendedor de verduras de pueblo en pueblo, en puesto fijo, voceador de periódicos, albañil, chofer, taxista, carnicero, repartidor de correspondencia fiscal, cartero, cargador, carretillero... son sólo algunos de los oficios que Moisés Sánchez ejerció.

Con sus conocimientos en albañilerí­a, obtenidos en la niñez y parte de la juventud -etapas en las que tuvo que trabajar- pudo levantar su casa de material con sur propias manos.

"Si te das cuenta, algunas lí­neas de ladrillos y pilares se ven un poco disparejas, es porque él las hizo, le falló un poco", relata Juan Carlos Sánchez, hermano menor de seis que tuvo Moisés Sánchez.

La primera planta es de los años 90's, cuando tení­a poco tiempo de haber arribado a la colonia. En algunas fotos del álbum familiar se aprecia a un ser desgarbado, moreno quemado, cabello hirsuto y ataviado; en pantalón arremangado mientras ataca una pila de material con una pala.

Se trata de una casa fuerte, toda de material, en la segunda planta se mira obra negra, pero firme y de cimientos consolidados. En la parte de arriba es donde se encuentra la pieza de la cual fue sustraí­do por la fuerza el dos de enero, la puerta echada abajo con violencia. Sin ventanas, repello y pintura. Es un armazón de hormigón y cemento.

Si Moisés Sánchez marchó al otro mundo con algún pendiente, fue ese, vestir otra vez el traje de albañil y dar los últimos acabados a su morada, piensa Jorge Sánchez.

Pero si algún oficio disfrutó y le sirvió a Moisés Sánchez para su trabajo como informador comunitario fue el de vendedor de verduras de pueblo en pueblo. "Se hizo de una camionetita vieja, hace muchos años, y con esa se iba a comprar de madrugada al Malibrán y por la mañana se lanzaba a vender a los pueblos.

En esos lugares conocí­a personas que tení­an problemas sociales peores a los de sus vecinos. Pueblos en donde el ganado se morí­a en los meses de abril y mayo por la falta de pasto y la sequí­a, aunado a los pocos apoyos del gobierno; la creciente legión de mujeres que asumí­an el papel de padre y madre ante la partida del esposo, ya fuera por migrar a buscar mejores oportunidades o por abandono; campesinos que tení­an que llevar sus productos a malbaratar a las calles de Veracruz y Boca del Rí­o; habitantes de pueblos alejados de la cabecera en donde cada año el rí­o Jamapa, con sus crecientes, arrasaba con animales de corral, cultivos y casas; caminos dañados y ejidatarios dolidos por el abandono gubernamental.

Todas esas personas, sabí­a Moisés Sánchez, no contaban con una voz ante el gobierno, un jefe de prensa, un reportero, que contara sus dí­as, sus penurias y alegrí­as. Fue arriba de esa camioneta desvencijada en donde se fue incubando la idea por fundar un periódico de nombre simbólico, una necesidad para esos rumbos: Unión.

Años antes, en la juventud, ya habí­a probado con la creación de un órgano informativo para los locatarios y trabajadores del Mercado Malibrán, en donde él trabajaba como carretillero y cargador, cuenta su hermano mayor, Elí­as Sánchez.

Moisés Sánchez llegó al Malibrán jalado por su madre, Ofelia Cerezo. "Ella tení­a un puesto de venta de verduras allí­ adentro y mi hermano a veces la ayudaba, como era de los que más trabajaban en la casa, yo fui el primero en casarme e independizarme, Moisés tomó un papel más activo con el gasto del hogar y los otros hermanos chicos", refirió Elí­as.

De pronto un dí­a, Moisés Sánchez se dio cuenta de que los carretilleros eran el sector más dolido en ese cí­rculo comercial de revendedores, tenderos, abarroteros, comerciantes y cargadores que incluso tení­an sueldo; los carretilleros, sólo propinas.

Se organizó con sus compañeros carretilleros y les entregó copias de la Ley Federal del Trabajo, de tratados internacionales en donde se hablaba sobre los oficios, su importancia y los derechos que tení­an, y eso los llevó a fundar la primer Unión de Carretilleros del Mercado Malibrán.

Fue en esos tiempos "cuando creó un periquito para los trabajadores del mercado, allí­ les daba voz y les poní­a las obligaciones de los patrones y las de ellos. Se citaban artí­culos y leyes y se hablaba de las problemáticas del mercado y les decí­a siempre que habí­a que estar unidos", relata Jorge Sánchez, a quien su padre le contó sobre ese capí­tulo de su vida; Elí­as Sánchez también coincide con esa versión.

Sánchez editaba ese órgano informativo de manera irregular, sólo cuando se lo permití­a el tiempo y el dinero para comprar las hojas y hacer la edición en máquina de escribir mecánica, las doblaba y les sacaba copias para repartirlas.

Antes de casarse, con unos 17 años, recuerda Juan Carlos Sánchez, Moisés era cartero y también lo alternaba con la entrega de correspondencia fiscal y avisos de hacienda federal. En ese entonces, él lo ayudaba, y en una ocasión lo descubrió elaborando dibujos en una hoja que después dobló como un trí­ptico para repartirlos entre los vecinos de la calle Pino Suárez, de la colonia Centro de la ciudad de Veracruz. Allí­ viví­an con su madre.

"Me enseñó que él hací­a esas como que historietitas, con dibujos porque así­ la gente 'se interesaba más y se poní­a a leerlos y se enteraba', les poní­a mensajes 'yo voy a votar por quien me dé una torta y un refresco' o cosas así­ de polí­tica".

El hermano de Moisés no recuerda el contenido de esos documentos, pero sí­ que eran elaborados a mano, con pluma y lápiz, en una época cuando las computadoras eran objetos con muy alto valor, inalcanzables para un joven de 17 años.

No recuerda el hermano cuantas veces Moisés Sánchez repartió ese panfleto, lo que sí­ es que esos fueron sus verdaderos inicios en el mundo de las letras y la comunicación.

"Mi papá una vez me enseñó un cajón en donde tení­a esos papeles y sí­, estaban hechos a mano, con puros dibujitos. Yo guardo uno, muy chiquito, como una postal, que es de los primeros números de La Unión, se mira a unas personas, dibujadas a lápiz, subiendo, tomadas de la mano una pendiente, y ellos con sus cuerpos forman unas escaleras, y se lee 'Unión'".

Una técnica similar se aprecia en los primeros números que Moisés Sánchez editó como La Unión. Hojas tamaño carta dobladas por mitad.

La familia conserva algunos de esos ejemplares, y en la portada de uno se mira, pegada, la fotografí­a de una calle de El Tejar. Fue tomada por Moisés en una técnica rudimentaria pero que trasmite el paisaje desolado producto de polí­ticas gubernamentales mal aplicadas, niños que caminan en medio de charcos, mal vestidos, sucios, camino a la escuela, quizá. En portada, una carta al alcalde de esos tiempos, en 2001, Emilio Ramí­rez Quevedo, enviada por Rafael Vera Domí­nguez, del diario local "El Tejareño":

"Recibe una felicitación de este humilde vocero del pueblo, nos ponemos a tus órdenes (...) elogiaremos tus buenas acciones como gobierno, pero también te pedimos escuches el sentir de tu pueblo y hagas oí­dos sordos a quienes por obtener un beneficio te elogien".

En la editorial de ese número, escrita por Moisés Sánchez, se lee: "Con nuevos brí­os comenzamos el 2001 llenos de ilusiones y deseos de trabajar por el bien de nuestro querido pueblo, hemos observado que diferentes grupos de ciudadanos desean organizarse para buscar mejoras de nuestras comunidades".

Y de inmediato habla sobre el fondo 033, "un recurso que aporta el gobierno federal a los municipios para infraestructura y combate a la pobreza", y expone en ese entonces la necesidad de comités ciudadanos que vigilen el gasto para evitar sea mal manejado por gobernantes y constructores. Algo que ya opera incluso a nivel federal como contralorí­as ciudadanas.

En ese año, todo esto lo reflexionaba y recababa Moisés Sánchez desde su puesto de verduras que montó en El Tejar; incluso, en ese antiguo diario aparece un anuncio de ese negocio: "Frutas y Verduras El Tejar".

Con el de taxista, el de comerciante fue uno de los oficios que más alternó Moisés con su labor de periodista de a pie.

Por eso indignó a Moisés Sánchez el homicidio de Silverio Moreno Garcí­a, el 14 de diciembre de 2014. Como él, era comerciante de verduras y abarrotes. Lo mataron por robarle el dinero de las ventas y su camioneta. Apenas se enfriaba el cuerpo de la ví­ctima en el patio de su casa, donde fueron los hechos, y Moisés Sánchez ya estaba organizando a los vecinos de la colonia para armar autodefensas. El gobierno de Veracruz y la Secretarí­a de Seguridad Pública (SSP) reaccionaron negando la presencia de autodefensas en Medellí­n de Bravo, pero conforme pasaba diciembre, los patrullajes incrementaban en las noches y la comitiva subí­a a redes sociales los videos captados por Moisés Sánchez desde la clandestinidad, en donde se reseñaba cómo la gente se cuidaba por su cuenta ante la incompetencia de la autoridades.

Tras el secuestro del periodista, casi un mes después del homicidio del comerciante, el gobierno sintió la presión por ese y otros casos y fueron detenidas dos personas que ya están en proceso por el homicidio del verdulero.

EL POLíTICO

Raro era que apoyara a algún polí­tico, cuenta su esposa Marí­a Ordóñez. Lo mismo piensa su hijo, Jorge Sánchez. Moisés se resistí­a a alzarle la mano a algún candidato; sin embargo, la juventud y la aparente fachada de honestidad de Omar Cruz lo sedujeron, un caso extraordinario.

Empresario, sin trayectoria, "ni cola que le pisen, él vio en Omar a una buena persona, que sí­ querí­a trabajar por Medellí­n, pero después se equivocó", relata Jorge Sánchez.

Moisés recorrió buena parte del municipio apoyando a Omar Cruz, al que ahora señalan de ser su verdugo.

La hizo de orador en varios actos ante campesinos y ciudadanos. El panista, al ver el compromiso del periodista, le prometió la jefatura de prensa nomás fuera nombrado alcalde. Es más, todas las direcciones y puestos de importancia serí­an para nacidos en Medellí­n de Bravo (59 mil habitantes), esa promesa fue la que enganchó a Moisés Sánchez pues por años habí­a visto pasar administraciones municipales en las que los alcaldes menospreciaban a los profesionistas de Medellí­n para traer a jarochos o boqueños (nacidos en Boca del Rí­o) para los puestos clave, si acaso dejaban direcciones como Desarrollo Agropecuario, Ganaderí­a y el DIF para los medellinenses.

"A Moy lo buscaban mucho los polí­ticos del pueblo para preguntarle cómo veí­a las elecciones, a los candidatos, hasta para hablar sobre los agentes municipales, sabí­an que era analí­tico", cuenta Jorge Sánchez.

"Es decir, no era una persona que se dejara llevar por los sentimientos, como tení­a tanta cultura general, y siempre leí­a de todo, sabí­a decirte quién podí­a ganar las elecciones, y sobre todo por qué".

"Una vez Rubén Darí­o Lagunes (PRI) le dijo 'tú eres el único que me dijo que iba a ganar, Moy, y mira, le atinaste'". Incluso, cuando todos pensaban que el antecesor de Omar Cruz, Marcos Isleño Andrade (PRI), serí­a derrotado por el desastre de la administración de Rubén Darí­o -explica Jorge- Moisés decí­a que iba a ganar el PRI y la gente decí­a que no, que estaba loco, que iba a perder, y feo; pero Moisés no se equivocó.

Ya distanciado de Omar Cruz, al ver que no le dio la jefatura de prensa ni contrató a gente del pueblo para las direcciones, a inicios del 2014 Moisés Sánchez se metió a la contienda para agente municipal por El Tejar. La campaña duró unas cuantas semanas y el periodista no gastó mucho dinero porque no tení­a; pero "Omar (Cruz) gasta nuestro dinero en un carro alegórico de un millón de pesos, mientras que El Tejar está en la oscuridad sin alumbrado, las calles están en el olvido y la seguridad ni te digo" publicó la versión en lí­nea de La Unión al reseñar los tercios de la campaña y evidenciar los abusos del alcalde panista. "No me importa el dinero que me tenga que gastar, no serás agente municipal, Moisés", asentó el periodista en una nota informativa de esos dí­as sobre un encuentro con Omar Cruz.

"El dí­a de las votaciones, mi papá llegó convencido de que iba a hacer un buen papel, de que no ganarí­a, pero le gustaba la idea de participar por primera vez en algo que durante años se pasó analizando.

"Cuando dieron los resultados, el candidato del alcalde y el ganador se autoproclamaron vencedores, mi papá aceptó su tercer lugar con madurez, en cambio los otros finalistas se acusaban mutuamente de fraude y robo, de acarreo de gente y de usar recursos públicos".

En el tintero de Moisés Sánchez se quedaron propuestas como la de montar una estación de bomberos voluntarios pues en el municipio, pese al alto nivel de población, no hay cuartel ni destacamento de la Cruz Roja. Al finado le podí­a en el orgullo que la localidad más representativa de Medellí­n, El Tejar, careciera de infraestructura básica y siempre estaban dependiendo de Veracruz y Boca del Rí­o; también propuso gestionar drenaje, internet libre para las escuelas y consolidar una red de profesionistas para ofrecerles fuentes de trabajo en el municipio.

MOY, EL HOMBRE

Moisés Sánchez Cerezo y Marí­a Ordóñez se conocieron en la preparatoria Andrés Montes, del puerto de Veracruz. Cursaban los 16 años e inició el amor que años después los llevó a formar el matrimonio del que nació Jorge Sánchez Ordóñez, quien ha prometido seguir los pasos de su papá y no dejar morir el proyecto de La Unión.

Sólo pudieron tener un hijo, aunque Moisés querí­a más, cuenta su esposa. Es por ello que en los últimos años con vida volcó todo su amor sobre los dos nietos hijos de Jorge.

Le molestaban las injusticias, lo poní­an de malas, pero una buena comida con mariscos, le hací­an la vida. "No tomaba vacaciones nunca, solo cuando se enfermaba se pasaba unos tres o cuatro dí­as descansando o cuando iban al pueblo de mi mamá. Dormí­a poco, siempre andaba ocupado con el taxi, el diario y las protestas, podí­a ir gente a buscarlo a toda hora para preguntarle algo o invitarlo a protestar, pero se las ingeniaba para pasar tiempo con nosotros, sobre todo con los dos nietos niños", cuenta Jorge Sánchez.

"Una vez me llevó al cine por primera vez a ver Las Tortugas Ninja (A Moy le atraí­a uno de los personajes d, Abril Oniel, la reportera que se sumergí­a alcantarillas y canales de aguas negras para encontrar a los quelonios irreales y noticiosos). Me compró una playera de las Tortugas Ninja y un tren de juguete que daba vueltas y tení­a luces, yo lo presumí­a con los otros niños... son las mejores cosas que recuerdo de él cuando niño", dice Jorge Sánchez.

En medio del trafago diario, Moisés Sánchez siempre trataba de ser el mejor padre, el mejor esposo, el mejor suegro y el mejor abuelo, pues a él se lo quedaron a deber. Su papá, cuando él era niño, y algunos de sus hermanos aún no caminaban, los abandonó para irse a formar otra familia.

"Mi hermano prácticamente se tuvo que hacer cargo de nosotros, de unos tres hermanos, pues los otros ya eran grandes, estaban casados e independientes -cuenta Carlos Sánchez- y sufrió mucho por ese lado, pues ayudaba a mi mamá en su puesto en el Malibrán. En mi caso recuerdo que no me tocó mucho, él, Moy, tuvo que asumir lo que dejó ese señor abandonado.

Carlos Sánchez se reconoce rencoroso y de carácter "caliente". A la distancia de los años, no perdona a su papá, pero cuenta que Moisés asumió el dolor de la pérdida y la falta de apoyo y perdonó para no trasmitir ese daño a su único hijo, Jorge.

"Yo lo corrí­ del funeral de mamá (sufrió una caí­da que le deterioró la salud paulatinamente), ¿para qué fue?, le reclamé y le pedí­ que se largara", recuerda Carlos Sánchez. En el cambio de tono de voz no oculta su molestia. En cambio, Moisés Sánchez permití­a la convivencia de su padre con su único hijo, Jorge.

"Me cuentan que (mi abuelo) a veces me traí­a regalos, juguetes, y me iba a ver a la casa en Medellí­n, mi papá nunca me dijo nada malo de mi abuelo, pero mis tí­os me contaron que en sus tiempo, contaba con placas de taxi, y en esos años, tener un taxi era señal de prosperidad y que le iba bien, y ni por eso les echó la mano después del abandono", retoma Jorge Sánchez:

"A mi padre sí­ lo marcó mi abuelo, él a veces vení­a y nos decí­a que nos darí­a borregos o nos darí­a esto o lo otro, mi papá solo lo escuchaba y se callaba".

Carlos rememora que si alguien tuvo privaciones en la niñez y juventud, "fue mi hermano Moy, pues se tuvo que poner a trabajar muy chavo para sacarme adelante a mí­, a otros hermanos y apoyar mamá en un puesto de verduras en el mercado El Malibrán.

"Solo una vez el señor (el padre de Moy) vino a casa y presumió el éxito de uno de sus hijos con la familia nueva, que le iba muy bien, que viajaba mucho y le daba lo mejor a los suyos y Moisés le reprochó que estaba bien, le daba gusto que como padre se sintiera orgullo, pero no era justo que presumiera así­, y en su casa, cuando a él y a sus hermanos los habí­a privado de oportunidades con su abandono", recuerda Marí­a Ordóñez.

A la fecha, se desconoce el paradero de Juan Sánchez. Ni si quiera se apareció en el funeral de su hijo. Lo último que supieron es que viví­a en Minatitlán.

Al parecer, Moisés Sánchez no congeniaba con las religiones, pero les tení­a respeto y creí­a en la salvación del alma por medio de la oración.

"Mi madre desde niños nos inculcó la fe en Cristo Jesús (cristianos) para alejarnos de vicios y tenernos en el camino correcto. Yo no tomo, ni mis hermanos, Moy nunca supe que lo hiciera alguna vez. En las fiestas sólo bebemos refresco, lo mismo en fin de año y navidad", dice Carlos Sánchez.

Sin embargo, la esposa de Moisés relata que cuando ellos iban a algún servicio o culto, su esposo preferí­a quedarse afuera y escuchar a distancia prudente.

"Mi padre habí­a leí­do toda La Biblia y sabí­a cosas muy puntuales, versí­culos, pasajes. La interpretaba... cuando pasaban los testigos de Jehová a la casa, a él le gustaba platicar con ellos, le leí­an La Biblia pensando que era ignorante, y él les rebatí­a, 'oye, pero tú dices esto, y en tal parte, tal versí­culo, dice esto otro, ¿qué pasa, pues?', y así­ se los traí­a".

Los intentos de evangelizar a Moisés Sánchez siempre fracasaban por parte de los personajes de domingo por la mañana tocando a la puerta; no era raro que los profetas, cuando se sentí­an superados, mandaran traer al pastor, al anciano o a otra persona más instruida para derrumbar los argumentos del taxista-periodista-activista. Se incrementaba la polémica pero Moisés no cambiaba de postura.

"Cuando él era adolescente, estuvo un tiempo en Coahuila, en un seminario de fe cristiana, para estudiar para pastor", comenta Carlos Sánchez. Nadie más de la familia recuerda este detalle en la vida de Moisés Sánchez, pero coinciden en que sabí­a mucho de La Biblia. Marí­a Ordóñez dice que si Carlos lo cuenta debe ser verdad, pues ambos eran muy cercanos. "A mí­ hermano luego le hací­an burla, le decí­an 'el padrecito' por eso del seminario.

Cuando la familia iba a de fiesta -celebraciones cristianas-, Moisés se sentaba por un lado y pasaba largas horas platicando con los hermanos no solo sobre Dios, también de polí­tica, economí­a y el entorno social del pueblo. "Siempre tení­a a la gente allí­ escuchándolo, pero mucho es porque él también escuchaba mucho y daba consejos sobre como ser mejores seres humanos", dice la esposa, quien recuerda que su esposo leí­a bastante sobre comportamiento humano. Hasta antes de morir, Moisés poseí­a numerosos libros de Psicologí­a y diversas ramas de la sociologí­a. Los leí­a una y otra vez. No hay libro de Moy que no muestre párrafos subrayados.

Y así­, en la biografí­a de Moisés Sánchez, contada por sus allegados, se habla de gestiones para mejorar una calle, hacer un pozo, tapar baches, pedir carreteras dignas, traer agrónomos para brindar asesorí­a sobre cómo cuidar cultivos, mas no hay expresiones para apoyar la fundación de alguna iglesia o que formara parte de patronatos en pro de denominaciones religiosas; sin embargo, en algunos ejemplares de La Unión se leen anuncios sobre campañas evangélicas. Pero sólo hasta allí­.

Sus funerales se llevaron en medio de oraciones, alabanzas y cultos de los nacidos en la fe de Cristo Jesús; pero como en los rituales fúnebres católicos también se repartieron tamales, té, café y pan.

En el altar no lucí­an imágenes religiosas. Sólo flores y su foto en grande. Alrededor, personas clamando por protección a Cristo, una coraza para la familia, pues sin Moy se quedaban desprotegidos: "desde chicos siempre me enseñaba a defenderme y a no dejarme de los más grandes. Yo de por sí­ era peleonero; pero Moisés sabí­a karate y me decí­a: “Cuando le pegues, le tienes que dar aquí­, o acá; si lo quieres tumbar, dale duro acá, en el costado, si sólo lo quieres aturdirlo, dale en los oí­dos”. Siempre estaba pendiente de nosotros, de los hermanos protegiéndonos" cuenta Carlos Sánchez. Siempre interesado en los problemas de los demás.


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