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A Mil por Hora
Lunes 16 febrero, 2015

La silla de Mao Tse Tung que Fidel Herrera se quedó

El presidente chino se la regaló a don Adolfo Ruiz Cortines y don Adolfo a Juan Barquet y Barquet al góber fogoso y gozoso
“El tí­o” dispuso que la silla volviera en la casa museo de don Adolfo; pero antes sacó una réplica y se quedó con la original

El doctor Juan Barquet Fitta, exyunista de Miguel íngel Yunes Linares y transfigurado en fidelista, presentará en unas semanas su cuarto libro.
Se llama Veracruz, sol, mar y playa, un recorrido por la historia de Veracruz y sus reliquias históricas, como el castillo de San Juan de Ulúa, la cárcel privada del

Luis Velázquez

  • Fidel Herrera. El góber bajo sospecha

dictador Porfirio Dí­az, el baluarte de Santiago, el barrio de La Huaca (donde nació Javier Duarte), el café de La Parroquia, los tranví­as, etcétera.

También incluye la historia de la gran figura icónica de Veracruz, don Adolfo Ruiz Cortines, el presidente pobre, que luego de Los Pinos se confinara a vivir en su casita modesta en el puerto jarocho y que le regaló uno de sus amigos.

A los 23 años de edad Barquet se convirtió en el dentista preferido de don Adolfo y el resto de su vida estuvo pendiente del cuidado de su dentadura.

Cuenta que cada vez que iba a consulta pasaban el resto del mediodí­a y/o de la tarde según fuera el caso platicando, aun cuando don Adolfo conservaba el micrófono en la mano, pues ni modo que un chamaco de tal edad marcara la pauta.

La relación entre ambos llegó a fortalecerse tanto que un dí­a Barquet se aceleró con la polí­tica y soñó con ser presidente municipal y le pidió a don Adolfo que le abriera la puerta en el PRI, aunque fuera de sí­ndico.

Don Adolfo, el sabio, le dijo: “¡Ay, doctor, si el pueblo lo eligiera a usted alcalde… yo perderí­a a mi dentista consentido!”.

Y ni hablar, el puerto jarocho se perdió del mejor alcalde de todos los tiempos; pero Ruiz Cortines conservó a su dentista.

DE MAO TSE TUNG A JUAN BARQUET

Por eso, Ruiz Cortines fue recí­proco con Barquet y en un fin de año, le envió de regalo una silla… china.

La silla aquella estaba llena de historia que el mismo expresidente de la República se la contó.

Presidente en funciones, don Adolfo recibió una invitación para viajar a China cuando gobernaba Mao Tse Tung, 1893/1976, máximo lí­der del Partido Comunista, donde su legado histórico fuera un endiosado culto a la personalidad.

Don Adolfo envió al general Heriberto Jara Corona, su paisano y secretario de Marina, como su representante, con un montón de artesaní­a jarocha, claro; pero de todo el paí­s.

Y en reciprocidad Mao Tse Tung le envió aquella silla china que tení­a en su despacho.

El expresidente, se la habí­a traí­do a su casita en Veracruz en el fraccionamiento Moderno.

Y un dí­a a Barquet le gustó y don Adolfo se la dio de regalo navideño.

Aquella silla china estuvo 30 años en la recámara de la señora madre de Barquet…hasta que un dí­a la necesitó.

“FIDEL ME SALVÓ LA VIDA”

Fidel Herrera gobernaba Veracruz. Barquet trabajaba con Miguel íngel Yunes Linares como director de las Islas Marí­as, la legendaria cárcel federal que el escritor José Revueltas inmortalizara en su novela El muro de agua.

Pero como siempre acontece la relación entre ambos se fregó en el camino y, para su fortuna, Barquet corrió a refugiarse en los brazos y el cobijo de Fidel, de igual manera como ahora con el duartismo todos quienes pelean con el patriarca de los Yunes azules encuentran la puerta y las ventanas abiertas de palacio para incorporarse en un cargo público y en la nómina.

Meses después Barquet sufrió fulminantes ataques al corazón y Fidel fue generoso y a nombre del pueblo de Veracruz le subvencionó todas las operaciones.

“Fidel me salvó la vida” exclama Barquet enfundado en su barba blanca que se ha dejado crecer, el fulgor en la cueva que son sus ojos.

Así­, cuando Barquet se recuperó habló con “El tí­o” y le dijo: “Fidel, no tengo con qué pagarte lo que hiciste por mí­. Pero mira, te traigo esta silla china que Mao Tse Tung le regaló a don Adolfo Ruiz Cortines y que ahora yo deseo regalarte a ti”.

Fascinando, encantado, Fidel miró la silla donde se habí­an sentado Mao Tse Tung, Ruiz Cortines, Barquet y su señora madre.

Y le dijo: “Gracias, Juan, pero esta silla debe estar en la casa museo de don Adolfo, que es el lugar de donde nunca debió salir”.

Durante dí­as, Fidel se quedó con la silla. Y en efecto, semanas después, la silla apareció en la casa museo de don Adolfo…, sólo que para entonces el fogoso habí­a mandado a hacer una réplica de la silla a los carpinteros de Peñuela, especialistas en la materia, y fue la que entregara a la casa museo.

Y la silla original de Mao Tse Tung se la quedó…

Y aun cuando Barquet se dio cuenta del trastupije histórico, aguantó vara. Calló. Guardó silencio, pues en todo caso, primero, ya se la habí­a regalado, y segundo, Fidel le salvó la vida y por eso vive para contarlo.


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