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25 enero, 2015

Soy misionero de Dios. Rebelde. No cambiaré: Alejandro Solalinde


Diariamente llegan migrantes al albergue Hermanos en el Camino, fundado por el padre Alejandro Solalinde, quien, por esta labor, recibió el Premio Nacional de los Derechos Humanos 2012. Nacido en Texcoco, en el seno de una familia pobre, ha conjuntado su labor de sacerdote con la de proteger los derechos de quienes sufren agresiones en su paso por México.

No sólo ha centrado sus actividades en dar techo y alimento a los indocumentados, también en denunciar los abusos: encabezando caravanas, gestionando que senadores y diputados atiendan demandas de migrantes... En entrevista señala que esta labor es parte de su responsabilidad como ciudadano y religioso. Dice que si Jesús estuviera aquí­ “seguramente dejarí­a la oficinita, dejarí­a de estar celebrando misa tras misa y entonces irí­a a ver a la gente”.

Bibiana Belsasso: Vamos a platicar un poco de su vida personal. ¿Dónde nace el padre Solalinde?

Alejandro Solalinde: Nací­ en Texcoco, soy hijo de una familia pobre, la más pobre de mi familia. Me vine a quedar en la Ciudad de México, tuve dos domicilios muy importantes: uno en la

Bibiana Belsasso.- razon.com.mx

calle de Zarco, en la colonia Santa Marí­a, y otro en la colonia Anáhuac, en el barrio de Santa Julia, en el lago de Xochimilco, ahí­ viví­ por varios años. Mi papá era un maestro de barrio, muy sencillo. Ahí­ me crié hasta los 19 años, cuando me fui al seminario con los padres carmelitas.

Belsasso: ¿Por qué el padre Solalinde decide irse al Seminario?

Solalinde: Porque Dios existe, Bibiana, y él llama. Hay mucha gente que no cree en Dios, pero existe y llama clarí­simamente en el silencio, sin pronunciar palabras, pero llama.

Belsasso: Hace unos dí­as en una reunión con el Papa Francisco, una joven ví­ctima de trata de personas, abusada, violada, que habí­a vivido muy mal, empieza a narrar su testimonio y llorando le dice al Papa: “¿por qué pasa esto?, ¿realmente existe Dios?, ¿por qué Dios permite que esto pase?", ¿por qué Dios permite que estas cosas pasen?

Solalinde: Las permite, no las manda, por supuesto que no, las permite porque él respeta nuestra libertad. Nos hizo libres con todo su poder, no puede hacer nada contra nosotros. Si a nosotros no se nos da la gana de hacer el bien, él tiene que respetarnos, no puede sustituirnos, no puede hacernos a un lado, la responsabilidad es de nosotros, pero él nos tiene que respetar. ¿Por qué pasan?, porque nosotros ignoramos a Dios, porque no sabemos que la persona es lo más valioso, porque estamos tras del dinero que es un í­dolo al cual todos le rinden culto; por eso, eso es lo que está pasando, pero Dios es inocente de esto y él no quiere que sucedan estas cosas. Y si queremos que no ocurran, la Iglesia Católica sobre todo es la principal enviada en el mundo, yo así­ lo creo, para enseñar la palabra de Dios, que cambie las conciencias, que prepare a la gente, que valore al ser humano, y que vivamos la justicia. Pero no lo está haciendo, está entretenida, ya lo he dicho muchas veces, en el culto a la administración, no emplea toda la riqueza, los recursos en educar en la fe, educar, no adoctrinar, educar en la fe.

Belsasso: ¿Sus padres eran muy religiosos?, ¿su madre se lo inculcó?

Solalinde: Mi mamá era un poco más religiosa, no fue muy piadosa como otras personas, pero fue religiosa. Mi papá, creyente, un poco despistado, pero ambos católicos; los dos nos enseñaron prácticas religiosas, pero más que nada, cosas fundamentales: que Dios es amor, que la persona vale mucho y que la justicia se debe de buscar por encima de todo. Esas tres cositas nos enseñaron.

Belsasso: Cuando entra en el Seminario, ¿con qué fin entra?, ¿con el fin de evangelizar a la gente? Porque después se transforma un poco y toma su labor para ayudar a los migrantes.

Solalinde: En aquella época, en 1966, entré para salvar las almas, ahora ya no dirí­a jamás eso, porque no son almas son personas. Pero entré para eso y poco a poco fui descubriendo que la gente, las personas de cuerpo y alma, situadas y ubicadas en la historia, necesitan de Dios, sobre todo los más olvidados, los más excluidos. Y entonces, ahora he entendido, cada vez mejor, que Dios me ha mandado, me ha consagrado sacerdote, pero primero, y más importante para mí­, me ha bautizado, me ha hecho bautizado. Para mí­ es más importante que ser sacerdote, y en esa dignidad y en esa misión construir el Reino de Dios. Para mí­, el gran descubrimiento es ése, descubrir el Reino de Dios, que son las relaciones con todos los valores del Evangelio.

Belsasso: ¿Con qué se topa?, tuvo que haber un hecho muy fuerte para decir “tengo que ayudar a los migrantes, tengo que estar con esta gente”.

Solalinde: Precisamente, eso que vi, después de 30 años de sacerdote párroco, me di cuenta de que los sacerdotes no tení­amos tiempo por estar en las misas y en la administración y en la oficina, de salir a las calles, de vivir con la gente abajo. Me di cuenta de que los migrantes, al menos allá en Tehuantepec, estaban solos, en las cárceles también; solamente se da por comisión pero no porque vayan, así­ me di cuenta del abandono de la gente de la calle, la de abajo, la de afuera, y dije: “Si Jesús estuviera en este momento seguramente dejarí­a la oficinita, dejarí­a de estar celebrando misa tras misa y entonces irí­a a ver a la gente”, y así­ lo decidí­, porque los vi solos, como ovejas sin pastor, y decidí­ compartir el resto de mi vida con ellos.

Belsasso: ¿Qué le cuentan estas gentes que le llega al corazón?

Solalinde: Ellos me han ayudado a abrir los ojos, a descubrir la gran injusticia sistémica del capitalismo neoliberal, en sus lugares de origen, en México y en Estados Unidos. Me han enseñado a ver el dolor, el sufrimiento, el despojo, lo poco que valen, lo poco que les interesan a sus gobernantes, lo nada que son cuando pasan por México, cómo México como institución los ha tratado tan mal; el crimen organizado, el narcotráfico, algo terrible contra ellos. Esos clamores me llegan ””y estoy seguro que llegan a Dios””, me invitan a pensar seriamente, no soy toda la Iglesia, soy una parte, y tampoco soy México, pero soy ciudadano, soy parte del paí­s, y con la parte que me toca de ciudadano y la parte que me toca de bautizado tengo que responder.

Belsasso: Padre, dice que no está ciento por ciento de acuerdo con algunas cosas de la Iglesia, usted que ha visto, por ejemplo, tantos niños que no tienen ni qué comer, que andan regados por ahí­, ¿está en contra del control de natalidad?

Solalinde: Creo que hay muchas cosas que ordenar en este mundo, hay muchas cosas que se tienen que hacer; por ejemplo, para que a nadie le falte el pan y alcance la comida hay que destronar al dios dinero, hay que bajarlo y poner a Dios. Después, darle al ser humano el lugar que merece, reconocerle su dignidad y darle un trabajo, primero; luego, un trabajo bien remunerado, con buena calidad de vida. Si se le da al papá, el niño no va a pasar hambre. A la mamá, el niño no va a pasar hambre. Y después tratar de organizarnos para ser racionales en lo que usamos. Hay muchas cosas que la Iglesia debe decir al mundo: que no somos dueños de nada, que tenemos que usar lo necesario, que nos hemos materializado mucho, que nos hemos condenado a una vida de soledad e infelicidad porque todo lo ciframos en el bolsillo y en el dinero, eso no puede ser.

Belsasso: Porque incluso el Papa Francisco, también ya declaró esta semana que sí­ deberí­a de haber, no habla abiertamente en favor del control de la natalidad, pero sí­ dice que debe de haber una natalidad mucho más responsable. Porque estamos viendo que gran parte del problema de México, es que está la señora que tiene ocho, diez hijos y el señor simplemente se va. Eso es un problema graví­simo.

Solalinde: Creo que eso de tantos hijos ya es historia pasada, todaví­a se dan casos, pero creo que ya no son tantos. Sí­ se dan todaví­a familias de tres, cuatro, pero ya es muy raro encontrar familias muy numerosas. Y aún así­, en el campo se necesitan, en la ciudad yo no creo que nadie se atreva a tener tantos niños, porque es dificilí­simo. El Papa, creo que más bien se refiere al principio de respeto, tiene que haber una paternidad realmente responsable. Yo puedo tener un hijo: voy a ser responsable y tener un hijo. Puedo tener dos, voy a ser responsable... Pero en verdad hacerme responsable, porque tampoco se trata de que se reproduzcan como conejitos.

Belsasso: ¿Qué le gusta leer al Padre Solalinde?

Solalinde: Me gusta leer de todo, por ejemplo, me apasiona la literatura rusa, sobre todo el periodo prebolchevique. La poesí­a la disfruto. También leer algunas novelas, aunque ahora ya no tengo tanto tiempo de leer novelas y menos ladrillos “así­”, desgraciadamente no.

Belsasso: ¿Qué novela lo ha enganchado?

Solalinde: Me han gustado muchas. De la época clásica, por ejemplo, novelas del cristianismo, Ben¬Hur, El Monte Sagrado, todas esas novelas son muy bonitas. Pero me han gustado también la literatura clásica, tragedias griegas, La Ilí­ada y La Odisea, que las vi en la escuela, pero me interesaron también. Así­ como la literatura española del siglo XVI. Me fascina la poesí­a latinoamericana. Mexicana, también, aquí­ tenemos excelentes escritores, poetas, hombres y mujeres. Me gusta mucho leer, yo podrí­a decirle que prácticamente tengo el vicio de la lectura, soy adicto a la lectura.

Belsasso: Y, ¿a la música?

Solalinde: Uff, de lo más hermoso que existe. Me fascina la música, todo lo relacionado con ésta, la danza, la expresión corporal. Puedo encontrar en la música un gran relajante, con la oración y en la música me relajo, puedo cambiar de un estado emocional a otro, cuando estoy muy preocupado por algo y me tranquilizo muy bien.

Belsasso: Tiene poco tiempo, y me queda clarí­simo Padre, pero, ¿qué hace para divertirse en sus tiempos libres?

Solalinde: Ahí­ sí­ estoy fallando, porque me gusta el cine y no tengo a veces tiempo de ir, aunque de vez en cuando sí­ voy. También me gusta mucho el bosque. Si me dejan un dí­a en una cabaña en el bosque, soy feliz. Sabe cuál es mi hobby, le va a parecer raro, la soledad, el silencio, la privací­a. A veces llego a hoteles cinco estrellas, que me invitan, y ni la televisión prendo.

Belsasso: Es su momento de estar consigo mismo, solo, sin ruido, cuando no tiene música y no prende la televisión, ¿qué piensa?, ¿qué es lo que siente?

Solalinde: Lo primero que hago es ponerme en silencio, para escuchar a Dios, él habla, me dice muchas cosas.

Belsasso: ¿Qué le dice Dios?

Solalinde: Me ilumina y habla, sobre todo, a quien yo llamo amigo, el Espí­ritu Santo, que considero mi mejor asesor; he llegado a entender cosas, penas, preocupaciones que tengo, ahí­ me tranquilizo, me voy calmando, encuentro soluciones. Entiendo que no soy el Mesí­as, hago lo que puedo, lo demás te lo dejo a ti.

Belsasso: Es una especie de meditación, cuando uno medita puede estar con uno mismo y muchas veces encuentra respuestas que están dentro, que no ves porque estás en un mundo con demasiado ruido alrededor.

Solalinde: Le voy a decir algo hermoso que me sucede: yo nunca he sentido la soledad, no sé lo que es la soledad, jamás la he sentido, no la conozco. En cambio, me siento una persona muy amada y afortunada, porque Dios me ha dado muchas oportunidades, las he aprovechado y me sigue dando oportunidades, las aprovecho y me siento muy feliz.

Belsasso: ¿Cuál es el dí­a más feliz en la vida del Padre Solalinde?

Solalinde: El dí­a más feliz de mi vida fue cuando hicimos aquella Caravana Paso a Paso hacia la Paz, en Chahuites, estaban acorralados los migrantes y no podí­an pasar de Arriaga a Chahuites para participar en esa Caravana, y el tren se negó a recibirlos, no habí­a dinero para transportarlos en camión, í­bamos a caminar 38 kilómetros de Arriaga para acá, y sucede el milagro, de repente un gobernador baja en helicóptero, nos da los medios, pone todo, y entonces yo puedo ver cómo caminamos en esa Caravana cincuenta y tantos carros, algo increí­ble, con las luces intermitentes. Las patrullas que antes los extorsionaban, ahora los cuidaban, o sea, la Policí­a Federal. Los de migración les salieron al encuentro a darles agua, galletas, comida, cosas así­Í¾ yo iba atrás, y decí­a: “esta Caravana va como si fuera Obama, o como si fuera el presidente de la República, custodiada y con mucha dignidad”, y dije “ahí­ van los migrantes”. Me dio mucho gusto que se les reconociera, que se les tratara como ellos merecen, con la dignidad que tienen. Me sentí­ muy, muy feliz. Más al rato llegó otro apoyo del gobierno de Oaxaca, otra vez el gobernador Gabino Cué Monteagudo viajó a desayunar con los migrantes, como las personas importantes que son. Y yo me sentí­ muy feliz, creo que ahí­ ha sido de los dí­as más felices de mi vida.

Belsasso: ¿El dí­a más triste?

Solalinde: ¡Ay!, el más triste de mi vida, el más peligroso y el más duro, tal vez fue el 24 de junio de 2008, cuando después de golpearme y meterme en la cárcel el año anterior, intentan quemar el albergue y quemarme a mí­. Me angustió mucho: no mi vida, no, sino que se cerrara la oportunidad de protección de los migrantes. Y vi a todos en contra, desde el gobernador Ulises Ruiz para abajo. Ese dí­a me dio mucha tristeza, me sentí­ muy mal. Fue el peor de mi vida.

Belsasso: ¿Cómo se describirí­a usted en una frase?

Solalinde: Soy un misionero del Reino de Dios, rebelde, no voy a cambiar, nada me va a hacer cambiar de los criterios que me ha enseñado Jesús, nadie me va a hacer apartarme de su proyecto, y eso soy yo, lo siento, pero así­ soy.

Belsasso: Padre, ¿está usted de acuerdo en que se tomen los distintos cuarteles militares como habí­an dicho hace unos dí­as?

Solalinde: El que nada debe, nada teme. Si el gobierno es transparente y es amigo del pueblo, no tiene porqué cuidarse del pueblo. Puede abrir sus instalaciones y puede perfectamente permitirlo, si no tiene nada ¿a qué le teme?, si sí­ teme, entonces sí­ que se resista y no permita, que siga en la opacidad.


1 comentario(s)

Rosendo De la Paz Zúñiga 25 Ene, 2015 - 22:40
Cuídese mucho.
Vaya tarea, que le han encomendado.
Ojalá viva mucho tiempo.
Es un ejemplo.

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