El viejo y el niño
•Igual que los inspectores de comercio de Tabasco, Quintana Roo, Durango y Morelia que humillaron a niños indígenas, vendedores ambulantes, también Carlos Brito Gómez vejó a un niño pobre vendedor de dulces
•Lo corrió del presídium del CDE del PRI, sin que nadie de la elite priista lo contradijera
Luis Velázquez/Foto Sergio Hernández
En julio de 2013, un inspector de comercio del Ayuntamiento de Villahermosa expropió una parte; el resto lo tiró a la calle, los dulces y cigarros a un niño tzotzil, de 10 años, vendedor ambulante.
En agosto de 2013, dos inspectores de comercio de Benito Juárez, en Quintana Roo, arrebataron la mercancía a una niña indígena por vender en la calle turística y casi la encarcelan.
El mismo mes y año, en Durango un furioso policía le tiró toda su mercancía a un niño vendía conos de cajeta en la calle.
Y en septiembre de 2013, en Morelia, un funcionario del Instituto de Cultura, derribó a un niño que vendía panes en un canasto considerando que dañaba el paisaje urbano, turístico e histórico.
Y por eso mismo, indigna, encorajina, molesta, irrita, la filosofía política con que Carlos Brito Gómez, exalcalde de Coatzacoalcos, exdiputado, expresidente del CDE del PRI, poderoso, poderosísimo subsecretario de Gobierno con don Rafael Hernández Ochoa, delegado del CEN del PRI en varias entidades federativas, trató a un niño vendedor de dulces en el registro de algunos candidatos a diputados federales en el edificio tricolor.
El niño, cuenta la reportera Eirinet Gómez López en una crónica llena de sensibilidad social, entró al PRI, cumpliendo su faena laboral, de igual manera como a los 8 años de edad Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, vendía dulces a la hora del recreo a sus compañeros, y de igual manera como Jesús de Nazaret entró al templo a los 12 años de edad a discutir “los asuntos de mi padre”, es decir, a luchar y defender la vida, y de igual manera Henry Ford, el magnate automovilístico de Estados Unidos, vendía periódicos en su infancia.
Así, el niño tuvo la ocurrencia genial, la gran visión empresarial de que el presídium del CDE del PRI para el registro de los precandidatos a “conscriptos de la patria”, como se les llamaba en el siglo pasado a los legisladores, significaba un gran éxito de ventas.
Fue entonces cuando el niño pobre, con ropita pobre, sin un suéter en medio del frío y ante los señores trajeados, fue ofreciendo sus dulces a uno por uno de los señores del presídium.
Unos, le dijeron que no. Otros, lo ignoraron, la mirada clavada en una parte del auditorio, lejana, como levitando en un trance esotérico y político.
LA MIRADA HOSCA, DESORBITADA, IRACUNDA DE CARLOS BRITO
Y el niño, apostando a la esperanza, de lo que vive el vendedor ambulante, siguió avanzando paso a pasito en el presídium hasta toparse con el venerable patriarca priista, quien acaba de cumplir 99 años de edad, y de plano, sin más, Carlos Brito Gómez, asesor del gobernador Javier Duarte, lo corrió.
Y lo corrió de manera grosera, ruin y miserable.
Primero, la mirada molesta, dura, canija, mendiga, hosca, desorbitada, iracunda, furiosa.
Y luego, el ademán furibundo con el dedo índice por delante mostrando al niño la salida, además, claro, de los improperios en su boquita de taca-tataca.
¡Qué poca…!
El señor presidente de la Comisión de Procesos Internos del PRI, el partido que desde su fundación en 1929 cada seis años ha ganado la gubernatura en Veracruz, mostrando tal cual su filosofía de vida política ante los niños pobres y jodidos de una tierra jarocha donde más del 60 por ciento de la riqueza está en manos de 200 familias.
Carlos Brito mostrándose tal cual ante el DIF que enarbola como bandera fundamental el trato a la niñez.
Pero más aún, a la niñez de los pueblos indígenas, campesinos y rurales y de las colonias urbanas, muchos de los cuales, quizá la mayoría, se duermen en el pupitre porque las tripas les rugen.
¿Cuánto, por ejemplo, obtendrá de ganancia el niño vendiendo una cajita de dulces y de chicles, de chicles Motita, los mismos que Motita repartía de gratis en su primera campaña preelectoral para ganar la contienda interna para diputado local y que perdiera, el Motita que por cierto inició en política cargando el maletín negro forrado de billetes a Carlos Brito Gómez cuando era presidente del partidazo?
Caray, está bien que el PRI tenga una edad gerocrática en el poder político.
Pero una cosita es tal y otra que el PRI también sea un museo de reliquias y antigí¼edades humanas teniendo ahí a un Carlos Brito con tanto menosprecio y desprecio a los pobres y, todavía peor, a los niños pobres.
Quizá, y dada la secuencia fotográfica de la mirada en acecho de Brito cuando observaba acercarse al niño a su silla su actitud debiera entenderse, en ningún momento justificarse, a partir de su edad, cuando debiera estar en casa cuidando a los niños, mirando telenovelas y escribiendo sus memorias.
Tal es el rostro, sin máscara, de la elite priista de Veracruz. Tal su actitud ante los pobres. Tal su insensibilidad y desprecio.
EL TLATOANI DEL GOBERNADOR
En todo caso, si Brito es un drogadicto de la política y necesita oler el poder todos los días, entonces, que sus discípulos y amigos (Guillermo Zúñiga, Gonzalo Morgado, Flavino Ríos, Marcelo Montiel y Marcos Theurel, etcétera) le creen una alternativa (digamos, la Fundación Geriátrica Carlos Brito) para que conviva con sus iguales.
Nunca, por fortuna, cumplió su legítimo sueño de gobernar Veracruz. Pero ahora, en el invierno de su vida, utiliza el poder que ejerce en nombre de Matusalén para maltratar a los niños pobres.
¡Que ruindad y desencanto!
Ahora, la presidenta del DIF, Astrid Mansur, y/o quizá el titular de la SEDESOL, Ranulfo Márquez, debieran copiar a Angélica Rivera, “La gaviota”, quien en agosto de 2013, cuando los inspectores saquearon al niño tzotzil en Villahermosa obsequió a su familia una papelería para ganarse la vida.
Así, lo menos, lo menos, lo menos, que harían Astrid y Ranulfo (acuérdese, Tonicho, usted llegó a SEDESOL para ganar las curules federales) sería, digamos, obsequiar, también, una papelería a la familia del niño que el viejo Carlos Brito humilló y vejó delante de la elite priista de Veracruz, sin que nadie se atreviera a contradecirlo, porque es el tlatoani y el asesor del gobernador.